Vacunas, Mercados, y Etica en Economía

Por Roberto Chang[1]

La aparición de vacunas efectivas contra Covid-19 ha generado múltiples dilemas en el mundo, dilemas que son más agudos en un país emergente como el Perú. Quizá el más interesante desde el punto de vista de un economista es la pregunta de si se debería permitir que empresas privadas busquen comprar vacunas en el mundo y, de tener éxito, las distribuyan en el Perú. El mecanismo de distribución podría variar. La Confiep, por ejemplo, ha sugerido que las empresas privadas deberían poder importar vacunas para regalarselas a sus trabajadores y a sus familias. [2] Pero otra posibilidad sería permitir que, si agentes privados tuviesen éxito en comprar vacunas en el mundo, estos agentes las vendiesen a un precio de mercado que cubriese sus costos e, incluso, les dejase algún margen de ganancia.[3] Propuestas relacionadas están proliferando, y la reacción del gobierno ha sido equívoca y vacilante.[4]

Este debate es aleccionador e importante para un economista, en gran parte, porque simplemente formular la pregunta es a menudo motivo de reacciones emocionales, airadas, y faltas de análisis sistemático. Por ejemplo, anticipo que una respuesta inmediata al párrafo precedente será: “Vas a plantear que sólo se vacunen los que tienen plata para pagar y los pobres se mueran?”  O: “¡Las vacunas tienen que ser para todos!”. Y habrá quien pare de leer esta entrada aquí mismo, adivinando que lo que sigue será una gran pérdida de su tiempo. Pero, para los que no estén satisfechos con sloganes vacuos y persistan en leerme, propongo un esfuerzo honesto para clarificar qué es lo que los economistas podemos aportar a este debate y, a la vez, qué es lo que este debate puede enseñarnos a los economistas.

Porque la compra y distribución de la vacuna es un problema en el que la visión del economista es central. Y esto es casi por definición, al menos la definición clásica de Lionel Robbins: “La Economía es la ciencia que estudia el comportamiento humano como una relación entre objetivos y bienes escasos que tienen usos alternativos”.[5] Aquí los objetivos son la salud y las vidas de los miembros de una comunidad o país; los bienes escasos, las vacunas; y los usos alternativos, la asignación de vacunas a los diferentes individuos de la comunidad.

En otras palabras, el problema de cómo se debe comprar la vacuna y cómo se debe distribuirse es un problema de asignación de recursos escasos, del tipo que los economistas hemos estudiado desde Adam Smith (y antes). Por eso uno puede preguntarse qué dice una aproximación económica sobre el rol del sector privado en la vacunación, con la esperanza de obtener lecciones útiles y relevantes.

Pues bien, al encontrarse con un problema de asignación de recursos, la primera pregunta de un economista es: ¿Por qué no solucionar este problema via un mecanismo de mercado? La pregunta es útil porque sabemos que, en muchos casos, el mercado y la iniciativa privada pueden generar un resultado que es “Pareto superior” al resultado que se obtendría en su ausencia.

Aquí es clave recordar la definición: una asignación de recursos es Pareto superior a otra si, yendo de la segunda a la primera, ningún individuo es perjudicado, y al menos algunos individuos se benefician.  En el caso de las vacunas, esta perspectiva dice que una solución de mercado, incluyendo un sistema en que la empresa privada compre y venda vacunas, no perjudicaría a nadie y beneficiaría a algunos. Los beneficiados, es cierto, podrían ser solamente los que pueden comprar la vacuna, o los empleados de las empresas que comprarían la vacuna, probablemente empresas grandes y formales en el Perú. Pero si nadie se perjudicase, ¿cuál sería la justificación para bloquear la solución de mercado?

Para ilustrar, pensemos en un ejemplo extremo (y no muy alejado, me temo, de la realidad peruana actual). Supongamos que, si se dejase al sector privado comprar y vender vacunas, los 10 millones de peruanos más ricos se vacunarían en en 2021, y el resto tendría que esperar hasta el 2022. Supongamos también que la alternativa es prohibir la solución de mercado, en cuyo caso todos los peruanos tendrían que esperar hasta el 2022. Es obvio que esta última alternativa sería más igualitaria, pero sería extremadamente difícil  preferirla a la solución de mercado.

¿Podemos encontrar objeciones más convincentes a la solución de mercado? Una opción es arguir que los sistemas de mercado son muy imperfectos (que lo son, no tengo duda), porque hay muchas distorsiones como poder monopólico e imperfecciones financieras, que llevarían a una asignación ineficiente de las vacunas (ineficiente en el sentido de Pareto).

Esos argumentos probablemente se pueden sustanciar, pero veo tres dificultades importantes.  Primero, aún si la solución de mercado fuera ineficiente, todavía puede ser mejor (en el sentido de Pareto, otra vez) que la prohibición del rol privado (aquí el argumento es, por ejemplo, que la existencia de un monopolio no justifica la prohibición del comercio de un bien). Por eso, uno tendría que arguir que las fallas de mercado son suficientemente graves como para justificar el bloqueo de la iniciativa privada en las vacunas. Segundo, muchas de las fallas de mercado se podrían corregir con políticas complementarias y regulación apropriada. [6] Tercero, el sector privado ya compra y distribuye otras vacunas, y parece ser tan o más eficiente que el sector público en esto.[7] Esto nos recuerda que, tanto en la teoría como en la realidad, la existencia de imperfecciones y fricciones en el proceso de mercado no necesariamente significa que la intervención estatal sea superior a la solución privada.

Una posición más pesimista con respecto a las propuestas de mercado es arguir que ellas no llevarían a un resultado Pareto superior. En este caso, el argumento sería que permitir que empresas privadas compren la vacuna y la distribuyan en el Perú, aunque beneficioso para algunos (en particular, las clases más aventajadas económicamente), terminaría perjudicando a otros. En el ejemplo arriba, uno podría arguir que es más realista suponer que dejar que el sector privado compre y distribuya vacunas llevaría a una tercera alternativa: que los 10 milliones de peruanos más ricos se vacunarían en el 2021, pero los otros nunca.

­¿Es posible justificar la hipótesis que la solución privada podría perjudicar a algunos? En el debate peruano, ha surgido una posición que es interesante y va en ese sentido.[8] El argumento es que, si se dejase que las clases más altas sean vacunadas por el sector privado, cesarían las presiones para conseguir y distribuir las vacunas al resto de la sociedad, con el resultado que los más pobres no recibirían la vacuna. En el caso del Perú me parece que esta hipótesis no es impensable, y merecería más discusión. Por otro lado, debo señalar que la hipótesis no se basa en una crítica del mercado y la iniciativa privada en sí, sino más bien en el equilibrio político-económico del Perú. Por eso, su validez depende fuertemente de la perspectiva que uno tenga acerca de las instituciones políticas. Para que esto quede claro, preguntemos: sería esta hipótesis igualmente aplicable a un país como, digamos, Finlandia? Creo que la respuesta es claramente no. Finalmente, los que proponen este argumento tendrían que explicar cómo es que el caso de la vacuna Covid-19 difiere de los casos de otras vacunas donde, como hemos señalado, el rol privado no ha sido objeto de acusaciones similares.[9]

No tengo una resolución completa de los temas que he mencionado, y de hecho creo que ellos merecen un debate mucho más profundo que el que puedo ofrecer aquí. Pero espero que la discusión aquí les haya convencido que la perspectiva de los economistas puede contribuir al debate de los costos y beneficios sociales de permitir un rol privado en la compra y distribución de las vacunas. Y una contribución central, me parece, es el identificar cuáles son las preguntas esenciales, y en eso ordenar y poner claridad en el debate social.

Habiendo dicho todo esto, debo mencionar una última posición que arguye que la perspectiva de los economistas es insatisfactoria. Esa posición arguiría que el asunto de la compra y distribución de las vacunas no es sólo un problema de vacunas. Es una pregunta de qué queremos lograr como sociedad, y qué nos debemos unos a los otros como miembros de una comunidad. Esta posición (que se deriva del concepto Aristotélico de la justicia) es articulada recientemente por Michael Sandel, filósofo de Harvard, en varios escritos, incluyendo Justice y What Money Can’t Buy.

Para entender la posición de Sandel, regresemos al ejemplo en el que permitir un rol privado en la vacunación lleva a un resultado Pareto superior al no permitirlo. Sandel probablemente diría que no es suficiente considerar solamente que nadie se perjudicaría y algunos se beneficiarían. Si la solución privada llevase a que sólo los ricos se beneficiasen, aún si los pobres no fueran perjudicados, Sandel arguiría,  habría un costo social para la comunidad. Esto es porque la comunidad (por lo menos, la que uno supone que queremos construir) se basa en lazos que literalmente no pueden tener un precio, en este caso reciprocidad, solidaridad y compasión. Permitir que la asignación de vacunas sea determinada por la posición económica o el poder adquisitivo de distintos individuos debilitaría esos lazos que no por ser intangibles son menos reales o importantes.

El argumento de Sandel tiene sus bemoles y es incompleto (en particular, ¿quién y cómo se deberían decidir cuáles son los valores que una comunidad decide adoptar como suyos?). Pero me parece que presenta un reto sustancial a la perspectiva económica en general, y a lo que tenemos que decir en el debate sobre el rol privado en las vacunas en particular. Debemos admitir, como economistas, que el argumento indica fuertes limitaciones con nuestro análisis normativo. O quizás no. Pero la discusión nos dice que una parte crucial de nuestra disciplina, sus fundamentos éticos, requiere mucha más atención que la que le hemos dado hasta ahora.

 

 

 

[1] Agradezco comentarios y sugerencias muy útiles de Robin Rosen Chang, María Cecilia Villegas, Pablo de la Flor, y César Martinelli. Cualquier error o defecto es, por supuesto, sólo mío. Para contactarme:    https://sites.rutgers.edu/roberto-chang/

[2] Ver, por ejemplo: https://elcomercio.pe/economia/peru/vacunas-covid-19-hay-interes-por-vacunar-a-trabajadores-confiep-se-reunira-con-minsa-para-presentar-su-propuesta-noticia/

 

[3] No he visto esta propuesta en el Perú. Pero es claramente viable, y está siendo considerada en varios países. Ver: https://www.ft.com/content/224b13fb-1d7d-4250-a6c6-1535b30496bc

 

[4] En particular, el Ministro de Salud, Oscar Ugarte, ha dado señales sumamente confusas. Ver  https://elcomercio.pe/economia/peru/vacunas-contra-el-covid-19-que-empresas-privadas-pueden-importarlas-y-bajo-que-reglas-noticia/

 

[5]  La cita es de Lionel Robbins, An Essay on the Nature and Significance of Economic Science (1932)

[6] César Martinelli me ha señalado que, de hecho, la existencia de externalidades positivas podría fácilmente servir para justificar que el gobierno subsidie a las empresas privadas involucradas en vacunación.

[7] Gracias a Cecilia Villegas por enfatizarme estos puntos.

[8] La versión más clara la escuché de Augusto Alvarez Rodrich, pero creo haber visto otras similares.

[9] Una vez más, agradezco a Cecilia Villegas por este punto.