“En capilla”: ¿qué futuro tienen las mujeres profesionales jóvenes?

Vivimos en un entorno que demanda paridad de género frente a la realidad de un rezago importante en la participación de las mujeres en los diferentes ámbitos de la vida económica, social y política. El único ámbito que lideramos es el del cuidado y la vida doméstica y, por supuesto, el de la reproducción de la especie.

Pero las desigualdades de género entre hombres y mujeres no son homogéneas: habrán más o menos diferencias en oportunidades y logros según el nivel de educación, según el estrato socioeconómico, según el área de residencia (urbana o rural) y, por supuesto, según la edad, si solo mencionamos algunas de las variables transversales más utilizadas.

Nuestro más reciente trabajo de investigación en el Instituto de Estudios Peruanos trató el problema de la inserción de las mujeres jóvenes en el mercado de trabajo. Junto con Paulo Matos, utilizamos la Encuesta Nacional de Egresados universitarios del Perú de 2014, para averiguar las principales barreras y dificultades que enfrentan las mujeres jóvenes al insertarse en el mercado laboral. Buscamos identificar las principales barreras que enfrentan mujeres jóvenes profesionales para conseguir un empleo de calidad y cómo estas dificultades varían de acuerdo a la carrera superior que siguieron. Asumimos que un empleo de calidad es uno formal y dependiente. La respuesta ahonda sobre las dificultades en la obtención del primer empleo, tomando a la informalidad como una opción.

La base de datos contiene información sobre las características generales y educativas, y las experiencias laborales de jóvenes menores de 30 años que tienen educación superior completa. Establecimos una ruta de transiciones por las que pasa una persona al buscar empleo y los distintos segmentos laborales en los que puede ubicarse dependiendo de las decisiones que tome en estas transiciones: la decisión de empezar a buscar empleo (vs. quedarse fuera de la PEA), así como la decisión de dedicarse a una actividad dependiente (vs. dedicarse a una actividad independiente), y la decisión de tomar un empleo formal (vs. Tomar uno informal). El Modelo Logístico Secuencial de Buis fue aplicado al mercado laboral, de tal modo que calculamos las probabilidades que tienen los jóvenes y las jóvenes en cada uno de estos puntos de decisión.

Al calcular esas probabilidades, dadas las decisiones tomadas en el nodo anterior, tomamos como variables explicativas las características personales de los jóvenes (sexo, lengua materna, nivel socioeconómico, necesidades básicas insatisfechas, entre otras) en las probabilidades de que terminen ubicados en determinado punto de la ruta descrita. Con estas situaciones, que suponen distribuir el tiempo entre el trabajo y el hogar, se quiere observar si resulta inequitativo en términos de género.

Los resultados muestran diferencias significativas en las probabilidades de entrar al mercado laboral, encontrar un empleo de calidad a favor de los jóvenes hombres egresados de carreras universitarias. Para las jóvenes mujeres egresadas universitarias, es menor la probabilidad de buscar empleo así como menor la probabilidad de encontrar uno de calidad.

¿Qué explica estas diferencias? Entre las variables que son claramente resultado de la suerte de cada joven mujer, se encuentra el nivel educativo de la madre, así como si ella tiene como lengua materna una diferente al castellano. Pero hay otras variables que explican las diferencias y cuyo control depende de las jóvenes: interrumpir los estudios les juega en contra o elegir un empleo informal como primer empleo. Otras variables que también dependen de decisiones de las jóvenes elevan su probabilidad de participar en el mercado laboral y encontrar empleos de calidad: estar en el tercio superior de rendimiento académico, desarrollar habilidades TIC, así como titularse.

Salen a tallar los estereotipos de género: en caso de crisis familiar, ¿los estudios de quién se truncan? Usualmente, el de las jóvenes. Otra forma de interrumpir los estudios es la maternidad. Así, la constante vinculación de la mujer con los roles domésticos construye la idea de que el mundo laboral es un aspecto secundario dentro de su desarrollo, lo que hace que dejen de invertir en capital humano. Además, la maternidad es un hecho que juega en su contra al poner en riesgo su estabilidad laboral y salarial, y al incrementar sus posibilidades de insertarse dentro de la informalidad. La informalidad da flexibilidad de horarios que permite atender a los hijos, cosa más difícil de encontrar en un empleo denominado de calidad, es decir, formal.

Estos resultados abren un gran espacio para pensar en políticas públicas que igualen las probabilidades de participar del mercado laboral y encontrar empleos de calidad para mujeres y hombres. Con respecto al tema de la maternidad temprana o mientras se estudia o recién se egresa, se puede comenzar con políticas efectivas de educación sexual desde la escuela secundaria. Asimismo, una medida que puede ser sencilla dado que ya se implementa como parte de programas sociales para la población en proceso de inclusión social, es extender la cobertura de cunas para jóvenes madres. Así, se focalizaría por edad, privilegiando a las más jóvenes, y no solamente por condición socioeconómica. También se podría pensar en un bono por maternidad para las estudiantes universitarias, ahora que en el Perú se ha implementado un bono para que los jóvenes que alquilan departamentos puedan ahorrar para comprar uno luego.

Finalmente, si realmente estamos comprometidos con el tema de la igualdad de género, tenemos que contar con mejor información para medir los avances, o los retrocesos. Así como tenemos implementada en el Perú la Encuesta Nacional de Hogares, tendríamos que contar con un instrumento similar. Sin datos, no hay evidencia, y sin evidencia, no podremos diseñar buenas políticas públicas.