Violencia, Desesperanza y Pobreza

Andrés Moya

@Andr3sMoya || https://sites.google.com/view/andresmoya

 

Sabe doctor, hace varias noches que no duermo, tengo sueños en donde veo las cabezas de mis vecinos. Veo que lloran, que suplican, que piden misericordia. Me despierto llorando. Me pongo a pensar en la finca, en mis matas de jardín, en mis gallinas y el ganado y en los perros que se querían venir con nosotros, pero tocó espantarlos con piedras para que no nos siguieran. Nunca me había sentido así. Nunca había visto a mi esposo tan callado, nunca lo había visto llorar en silencio. […] No sé qué va a ser de nosotros ahora, sólo sé que nos queda Dios y que nuestra vida no será la misma porque ahora somos desplazados.

*Médicos Sin Fronteras (2006). Testimonio de una mujer desplazada en Florencia, Caquetá.

 

Durante más de medio siglo Colombia ha sufrido las devastadoras consecuencias del conflicto armado, uno de los cinco más largos e intensos del mundo. Este conflicto ha generado una crisis humanitaria sin precedentes, con más de 8.7 millones de víctimas, de las cuales 7.5 millones corresponden a desplazados internos (Unidad de Víctimas, 2016). Esta última cifra es la más alta en el mundo y corresponde a cerca del 16 por ciento de la población del país.

La violencia y el desplazamiento tienen consecuencias económicas y sociales severas que pueden condenar a la población a una situación de pobreza crónica. De acuerdo con los datos más recientes de la Unidad de Víctimas, 60 por ciento de los hogares desplazados se encuentran por debajo de la línea de pobreza y 30 por ciento se encuentra por debajo de la línea de pobreza extrema. Por su parte, los datos de una encuesta de la Contraloría indican que el 80 por ciento de los hogares desplazados estaban en una condición de pobreza y 35 por ciento en una condición de pobreza extrema. Más allá de las diferencias en las cifras, los diferentes estudios coinciden en que las tasas de pobreza y pobreza extrema en la población desplazada son significativamente más altas que las del total de la población y que la pobreza persiste en el tiempo.

Desde la perspectiva de políticas públicas es fundamental entender qué explica la persistencia de la pobreza entre las víctimas de la violencia y el desplazamiento. En este sentido, las investigaciones de Ana María Ibáñez, que se recopilan en el libro El desplazamiento forzoso en Colombia: un camino sin retorno hacia la pobreza, son un aporte fundamental al diseño de políticas públicas desde la academia pues documentan distintos canales materiales y sociales, que explican el empobrecimiento de las víctimas del desplazamiento forzado y por qué la mayoría de ellas parece condenada a una situación de trampa de pobreza. Entre éstos se encuentran la pérdida de activos físicos y sociales y la depreciación del capital humano que obstaculizan los procesos de generación de ingresos. Por ende, las investigaciones de Ana María resaltan la importancia de fortalecer los programas de estabilización socioeconómica y de generación de ingresos como una estrategia para romper dichas trampas de pobreza.

Sin embargo, un elemento que ha pasado relativamente desapercibido en este debate se refiere las consecuencias psicológicas de la violencia. La experiencia traumática de la violencia y el desplazamiento forzado trae consigo afectaciones severas y en algunos casos persistentes sobre la salud mental. Estas afectaciones son importantes en sí mismas, pero también pueden afectar las decisiones y el comportamiento de las víctimas y profundizar su vulnerabilidad frente a la pobreza. Por ejemplo, el trauma psicológico puede inducir una sensación de desesperanza que puede comprometer el comportamiento de las víctimas y crear una trampa de pobreza psicológica.

En un artículo reciente que escribimos con Michael Carter de la Universidad de California, Davis y que acaba de ser publicado en World Development exploramos esta pregunta y, en particular, cómo la severidad de la violencia y del trauma psicológico afectan las expectativas de movilidad social de las víctimas. Este artículo hace parte de una agenda de investigación para entender cómo las consecuencias psicológicas de la violencia tienen implicaciones económicas y para resaltar la necesidad de fortalecer los programas de atención psicosocial en el país.

Para esto, recogimos información a partir de una encuesta socioeconómica y de experimentos de laboratorio en campo con 336 víctimas de violencia y desplazamiento forzado. Una característica única de la muestra y de los datos que recogimos es que resaltan una exposición directa y severa a la violencia (ver Tabla 1, Panel A); todos los hogares la muestra fueron desplazados por la violencia, el 93 por ciento fue víctima directa al menos de un hecho violento ––como ataques, amenazas, combates o el homicidio de un familiar. De hecho, en promedio, los hogares en la muestra sufrieron más de 6 eventos violentos en los últimos 10 años. Además, existe una variación importante dentro de la muestra en función de la severidad y temporalidad de la exposición a la violencia. Estos elementos diferencian a nuestro estudio de otros estudios en la literatura sobre las consecuencias comportamentales de la violencia que no se enfocan en víctimas directas sino a poblaciones que residen en zonas de conflicto (ver por ejemplo Voors et al., 2012 y Callen et al., 2014).

Tabla 1. Exposición a la Violencia

En el artículo explotamos la variación en la severidad y temporalidad de la violencia ––el número de eventos que sufrió cada hogar y los años desde el último evento violento–– para identificar su efecto sobre los síntomas de trauma psicológico y sobre las expectativas de movilidad social.

Para medir los síntomas de trauma, aplicamos una escala psicométrica que proporciona información sobre la severidad de síntomas que están asociados con diferentes psicopatologías, como la ansiedad y la depresión. Los datos de esta escala revelan una incidencia de síntomas de trauma elevados y mayores que en el promedio de la población nacional. Por ejemplo, el 38 y 27 por ciento de las víctimas que fueron encuestadas reportan síntomas de depresión y ansiedad que están por encima del umbral crítico (ver Tabla 1, Panel B).  De hecho, los datos revelan que la severidad de los síntomas de trauma sigue una relación de dosis-respuesta, en donde una exposición más severa y más reciente a la violencia está asociada con síntomas más severos de trauma. Para ilustrar esto, la gráfica 1 presenta la distribución de los síntomas de ansiedad en hombres y mujeres para: (1) el total nacional, de acuerdo con los datos de validación de la escala psicométrica; (2) una muestra adicional de hogares en zonas de conflicto, pero que no fueron victimizados directamente; y (3 y 4) la muestra de víctimas, diferenciando entre aquellas con una exposición moderada o severa a la violencia.

Gráfica 1. Severidad de síntomas de ansiedad en hombres y mujeres

La medición de las expectativas de movilidad social planteó un reto metodológico importante puesto que hace referencia a conceptos de probabilidad que pueden ser abstractos para la población de estudio. Por esta razón, adoptamos una estrategia visual basada en métodos recientes de Delavande et al. (2011). En particular, primero diseñamos una Escalera de la Vida que representaba diferentes escalones (estratos) de movilidad social. Para esto, nos apoyamos en los resultados del estudio Saliendo de la Pobreza del Banco Mundial para el caso colombiano y caracterizamos cada escalón sobre 5 dimensiones ––consumo, ingresos, tierras, educación y vivienda. A partir de esta caracterización, los dos primeros escalones representaban las condiciones de vida de hogares en pobreza extrema y los dos escalones más altos, las condiciones de hogares por encima de la línea de pobreza (ver Gráfica 2). Luego, utilizamos ayudas visuales para construir la función de probabilidad subjetiva de movilidad social. En particular, cada individuo recibió 12 piedras y debía distribuirlas a lo largo de la escalera pensando en qué tan probable es que pudiera alcanzar cada escalón el siguiente año. Por ejemplo, les pedimos a los participantes que pusieran más (menos) fichas en un escalón si creían que era más (menos) posible que en un año pudieran llegar a alcanzar esas condiciones de vida o que no pusieran ninguna piedra si creían que era imposible llegar a ese escalón. Este método visual permite medir la probabilidad de estar en cada escalón, y construir funciones de probabilidad subjetivas, sin tener que hacer referencia a conceptos abstractos de probabilidades.

Gráfica 2. Escalera de la Vida

El resultado principal de nuestro artículo indica que las víctimas que sufrieron episodios de violencia más severos tienen expectativas de movilidad social más pesimistas. En particular, un aumento de una desviación estándar en el número de eventos aumenta la probabilidad de percibir pobreza extrema en 54% relativo a la media. Dado que nuestro análisis econométrico controla por la posición actual en la escalera, por una serie de condiciones materiales observables, y por la magnitud de las pérdidas de activos producto del desplazamiento, este resultado sugiere que las consecuencias psicológicas de la violencia tienen un efecto negativo sobre las expectativas de las víctimas e inducen una sensación de desesperanza que es transversal a las condiciones socioeconómicas (ver Tabla 2).

Tabla 2. Severidad de la violencia y expectativas de movilidad social

De hecho, también observamos que individuos con síntomas más severos de depresión son más pesimistas (ver Tabla 3). Además, que una porción importante del efecto de la violencia sobre las expectativas de la Tabla 2 está precisamente explicado por los síntomas de depresión.

Tabla 3. Síntomas de depresión y expectativas de movilidad social

Los resultados anteriores sugieren los síntomas de trauma psicológico refuerzan el efecto de las restricciones materiales de la violencia y el desplazamiento y, llevan a las víctimas a sobredimensionar los obstáculos para salir de la pobreza y percibir que existen menos prospectos de movilidad social. Estos resultados son consistentes con diferentes teorías en psicología sobre el trauma psicológico, la depresión y la exposición a eventos adversos que están fuera del control de las personas. En particular, los resultados hacen eco de la teoría de la indefensión aprendida (learned helplessness theory of depression) de Seligman (1975), la cual establece que la exposición a eventos adversos que están fuera del control de las personas puede condicionarlas de manera permanente y llevarlas a creen que son incapaces de generar cambios en sus vidas, incluso en situaciones en donde sí hay opciones para el cambio y el progreso.

En un análisis de simulación simple, usamos las distribuciones de probabilidad subjetivas para ilustrar las implicaciones sobre las dinámicas de pobreza. Los resultados indican que la tasa de pobreza extrema (el riesgo de estar en pobreza extrema) aumenta con la severidad de la pobreza. Esto refleja precisamente la existencia de una trampa de pobreza psicológica ya que las dinámicas de pobreza no están explicadas únicamente por las condiciones materiales sino también por la severidad de los síntomas de trauma psicológico. De hecho, los resultados del ejercicio de simulación también indican que intervenciones de política tradicionales, como la dotación de activos, tienen efectos en el corto plazo, pero no logran romper la trampa de pobreza psicológica.

Gráfica 3. Severidad de la violencia y evolución de la tasa de pobreza extrema

En su conjunto, los resultados del artículo ponen en evidencia la severidad de las consecuencias psicológicas de la violencia y cómo éstas generan una sensación de desesperanza que puede afectar el comportamiento y generar una trampa de pobreza psicológica. Por ende, los resultados resaltan la necesidad de considerar la incidencia del trauma psicológico como un factor que afecta la capacidad de recuperación socioeconómica de las víctimas. Además, son un llamado a fortalecer los programas de atención en salud mental, evaluar su efectividad y avanzar en programas integrales que permitan abordar las restricciones materiales y psicológicas simultáneamente.