¿Te pone los pelos de punta la democracia?

Puede sonar siútico, pero el acto de votar siempre me ha emocionado. La llegada al colegio, la espera en la fila, el lápiz grafito y la entrega del voto, marcar la preferencia, depositar en la urna, dedo entintado, pelos de punta. En más de una oportunidad he preguntado entre amigos y conocidos si el sentimiento es compartido. Y una regularidad empírica me ha sorprendido: mientras más cercano a los 50 años es el consultado, más probable es que comparta el instinto. ¿Cómo explicar el hecho? ¿Estará asociado a algún suceso específico? Aquí, una explicación al misterio.

Los registros para votar en el plebiscito del Sí y el No se abrieron en febrero de 1987 y se mantuvieron así hasta agosto del año siguiente. Para inscribirse era necesario tener 18 años cumplidos. Así, mientras mayor era la distancia a la edad de corte en ese octubre del 88, mayor la inocencia infantil frente a lo que se jugaba. Eso explica que para los nacidos en los 80, el famoso plebiscito sea historia leída más que vivida. Y entonces, ¿habrá afectado nuestra experiencia en ese miércoles de octubre cuánto apreciamos la democracia?

La pregunta es el foco de un reciente trabajo de investigación realizado junto a los investigadores de la Universidad de Maryland Ethan Kaplan y Fernando Saltiel (Kaplan, Saltiel y Urzúa, 2018). Para nuestra sorpresa, los efectos de largo plazo de haber podido votar en el plebiscito del 88 son mucho más importantes de lo que anticipábamos. Considere, por ejemplo, el siguiente dato del estudio: cuando se compara la inscripción electoral en 2009 (inscripción voluntaria) de quienes el 5 de octubre del 88 tenían exactamente 18 años con la de aquellos que en la misma fecha tenían 17 años, y por lo tanto no pudieron haber votado Sí o No, la diferencia a favor del primer grupo supera los 15 puntos porcentuales. Es decir, la simple suerte de haber sido elegible para registrarse en el plebiscito terminó aumentando en forma significativa la inscripción electoral 20 años después. Ninguna otra elección, incluyendo la del 89, tuvo un impacto futuro tan importante. ¡Notable resultado!

¿Cuáles son las lecciones del resultado? Primero, nos demuestra que el esfuerzo por recuperar la democracia aumentó permanentemente el compromiso cívico de quienes fueron actores directos del proceso. Segundo, que quienes por la mera circunstancia de la juventud no participaron de este, han demostrado con sus acciones haber distraído sus obligaciones ciudadanas. Y tercero, en momentos en que cerca del 20% del padrón electoral actual nació con posterioridad a 1988 y de este porcentaje solo un tercio vota, es necesario preguntarse: ¿cómo aumentar la valoración por la democracia en generaciones que nunca han sentido su ausencia?, ¿será posible educar para que la emoción de depositar el voto en la urna les ponga a todos los pelos de punta?