Mayor convergencia social que económica

En colaboración con Iván Torre

En este post, de hace ya algún tiempo, analizábamos las tendencias en el crecimiento económico de los distintos países y comprobábamos cómo convivían, por un lado, una creciente divergencia en el ingreso per cápita de los países y, por el otro lado, una convergencia en los ingresos de los habitantes del planeta. Este último hallazgo está fundamentado sobre todo en el importante crecimiento económico de países populosos como China e India, que de esa manera acercan a una porción relativamente grande de la población mundial a un mayor nivel de ingresos. Pero el ingreso monetario es solo un medio para obtener una mejor calidad de vida.

Nos proponemos, entonces, analizar aquí la evolución de otras variables también relevantes a la hora de evaluar las condiciones de vida de la población del planeta. En particular, ¿cuál ha sido la evolución la salud y nivel educativo en las distintas regiones del mundo en los últimos cincuenta años y qué tendencia se desprende de ello? La motivación principal detrás de esta pregunta es que bien podría darse el caso que se alcance convergencia en ellas aun cuando no se de en términos del ingreso per cápita.

Para responder nuestra pregunta con mayor simplicidad nos focalizamos en una serie de indicadores específicos: la tasa de mortalidad infantil, la esperanza de vida y la tasa de inscripción a la escuela secundaria. Si bien resumir el estado de salud y el nivel educativo de la población en estos indicadores necesariamente implica abstraernos de otras dimensiones también relevantes, como puede ser la calidad de los servicios educativos y de salud, consideramos que para contestar esta pregunta , estos indicadores nos dan una primera aproximación satisfactoria.

Gráfico 1 – Tasa de mortalidad infantil

Gráfico 2 – Tasa de mortalidad infantil y PBI per cápita

En el gráfico 1 presentamos, en primer lugar, la evolución de la tasa de mortalidad infantil, en cantidades por mil nacidos vivos, en distintas regiones del mundo. Se puede observar que la tendencia es de una caída fuerte en todo el planeta y una convergencia rápida de las regiones en desarrollo a los valores de los países desarrollados. India, en particular, pasó de una tasa de 165 niños muertos por mil nacidos vivos en 1960 a una tasa de 36 por mil en 2015 – un descenso cercano al 80% en medio siglo. China pasó, asimismo, de 84 por mil en 1969 a 9 por mil en 2015, ubicándose a una distancia relativamente corta de la tasa promedio de 5 por mil de los países miembros de la OCDE para ese mismo año. Pero el fenómeno quizás más interesante es que no solamente los países en desarrollo están convergiendo a tasas de mortalidad infantil más bajas, sino que lo están haciendo a niveles de ingreso mucho más bajos que los que tuvieron los países desarrollando cuando llegaron a tasas similares. En el gráfico 2 presentamos la trayectoria de la tasa de mortalidad infantil e ingreso per cápita (expresado en logaritmo natural a moneda constante) de una serie de países. Podemos notar que India y China están logrando tasas de mortalidad infantil bajas a niveles de ingreso mucho menores que los que, por ejemplo, tuvo Estados Unidos para llegar a esas mismas tasas. En este sentido, se ha vuelto cada vez más “económico”, en términos de ingreso per cápita, bajar la tasa de mortalidad infantil. El principal factor detrás de este fenómeno es, sin duda, el avance en la tecnología de salud que se ha derramado de los países desarrollados a los países en desarrollo y les ha permitido a estos últimos lograr una baja considerable en la tasa de mortalidad infantil a un costo bajo.

Una historia similar ocurre al analizar la evolución de la esperanza de vida al nacer. En el gráfico 3 se puede observar que, a priori, más que convergencia parece haber un crecimiento sostenido pero paralelo en las distintas regiones del mundo, con la excepción del África Subsahariana que en los años ’90 y primeros 2000 sufrió como ninguna otra región la epidemia del SIDA. En el gráfico 4 presentamos la evolución conjunta de la esperanza de vida y el PBI per cápita para una serie de países. Allí podemos observar cuál ha sido el verdadero cambio:  los países en desarrollo alcanzan hoy niveles de esperanza de vida a un nivel de ingreso más bajo que el que tuvieron en su momento los países hoy desarrollados.

Gráfico 3 – Esperanza de vida al nacer

 

Gráfico 4 – Esperanza de vida al nacer y PBI per cápita

No se trata, sin embargo, exclusivamente de derrame de tecnología o de una mejor eficiencia en la provisión de salud. En el gráfico 5 presentamos la evolución de la tasa de inscripción a la escuela secundaria, definida como el ratio porcentual entre los inscriptos y la población en edad de asistir. Allí se puede observar que la tasa de inscripción ha crecido, también, en todas las regiones del mundo y, a excepción del África Subsahariana, se acerca rápidamente a los niveles de países desarrollados como Estados Unidos. En el gráfico 6 presentamos la trayectoria de la tasa de inscripción y del ingreso per cápita. Nuevamente  se observa  el mismo fenómeno que se presenta para el caso de la mortalidad infantil y la esperanza de vida: la convergencia de los países en desarrollo a tasas altas de inscripción secundaria sucede a niveles de ingreso más bajos que los que tuvieron los países desarrollados.

Gráfico 5 – Tasa de inscripción en la escuela secundaria

Gráfico 6 – Tasa de inscripción en la escuela secundaria  y PBI per cápita

Corresponde mencionar, sin embargo, que la convergencia de las tasas de inscripción secundaria no es suficiente para hablar cabalmente de una convergencia educativa, pues la calidad de la educación provista es sin duda una dimensión relevante en la que dicha convergencia también debe ocurrir. La convergencia en las tasas de inscripción es solo el primer paso. No contamos en este momento con suficientes datos como para analizar la evolución temporal de la calidad educativa en distintas regiones del mundo. Las pruebas estandarizadas internacionales, como por ejemplo las pruebas PISA, son relativamente recientes y sus datos no nos permiten todavía evaluar la dinámica de largo plazo en el rendimiento académico de los alumnos en las distintas escuelas del mundo.

Lo que hemos mostrado en esta entrada, analizando la evolución de la esperanza de vida y las tasas de mortalidad infantil y de inscripción en la escuela secundaria, es otra dimensión del crecimiento económico generalizado que ha vivido el mundo en las últimas décadas. Por un lado, el desarrollo de la tecnología ha abaratado el costo de mejorar la salud de la población mundial, y hoy en día los habitantes de los países en desarrollo pueden gozar de un estado de salud que los habitantes de países desarrollados tenían a niveles de ingreso equivalentes. Por el otro lado, ese avance tecnológico es el resultado de un stock de capital humano creciente en el mundo, que a su vez disminuye los retornos de la educación primaria y secundaria. En ese sentido, los países en desarrollo tienen que invertir mucho más en educación para aumentar sus ingresos que lo que hicieron antaño los países hoy desarrollados. En otras palabras, enfrentamos otro capítulo de la carrera entre la educación y la tecnología.

 

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Nota del editor: Sebastian Galiani es Secretario de Política Económica de la Nación Argentina.