¿Se puede prevenir que se desvirtúe el uso del salario mínimo?

En teoría sí, aunque en la práctica es difícil pero no imposible.  Con motivo de la celebración del Día Internacional del Trabajo,  un tema de alta relevancia que vale la pena entrar a discutir es el rol del salario mínimo, política laboral fundamental para los trabajadores y utilizada en la mayoría de países alrededor del mundo.

Su función como herramienta laboral es la de corregir imperfecciones en los mercados laborales que conllevan a que los salarios estén en desacorde con el nivel de productividad de la economía.  En algunos países el salario mínimo es utilizado como una herramienta  para proteger a los trabajadores de más bajos ingresos estableciendo un piso salarial efectivo.  Pero su efectividad difiere mucho alrededor del mundo, principalmente por los diversos diseños y esquemas de ajuste que se encuentran, y el hecho que en muchos casos su manejo no está alineado con el objetivo deseado.

En Perú, esta herramienta laboral se ha convertido en uno de los protagonistas de la contienda electoral.  A pesar de la coyuntura socio-económica del país—débil crecimiento económico, baja productividad laboral y alta incidencia de informalidad—varias de las promesas de campaña anuncian alzas importantes en el nivel del salario mínimo sin ofrecer una justificación técnica y valida del porqué de los niveles que se proponen. Pero ¿por qué una política laboral tan indispensable para el buen funcionamiento de los mercados de trabajo se presta para tal nivel de politización?  La razón principal (más no la única) es la falta de una institucionalidad que regule el proceso de concertación de los niveles de salario mínimo. La inexistencia de estas reglas crea una situación que pone en riesgo la objetividad del proceso de ajuste y facilita que el nivel pueda ser susceptible a manipulación por parte de agentes políticos y que genere consecuencias negativas sobre el empleo, la informalidad y productividad de la economía. Por ende, la pregunta presentada en el título sigue motivando a economistas (y miembros de otras disciplinas) a intentar encontrar métodos para prevenir el continuo desvirtúo del uso de esta política laboral.

En la práctica se han identificado tres modelos institucionales para la fijación/ajuste del salario mínimo; y solo algunos utilizan herramientas técnicas para ajustar el nivel.  En un primer modelo, el poder ejecutivo es quien establece el salario mínimo unilateralmente. En un segundo modelo, el salario mínimo es determinado a través de una negociación colectiva (que puede ser bipartita, tripartita o cuatripartito). En un tercer modelo, el Gobierno, usualmente a través del Ministerio de Trabajo, fija el salario mínimo después de recibir una recomendación de un consejo de negociación del salario mínimo. En los tres modelos se usan insumos técnicos para fijar el nuevo nivel. Sin embargo, el uso de herramientas y factores (así como las formas de medición) que se toman en cuenta difieren mucho.  Hay un cuarto modelo (aunque es menos común) que se basa en el uso intenso de herramientas técnicas para determinar el (ajuste del) nivel de forma objetiva de tal forma que este nivel  esté más vinculado con el contexto socio-económico.  Este tipo de modelo ha sido adoptado principalmente por países asiáticos (por ej. Malasia, Hong Kong, Corea), donde se hace uso de datos objetivos y métodos económicos (mediante el diseño de fórmulas que incluyen parámetros y criterios específicos al contexto socio-económico) para determinar niveles óptimos (y descartar niveles sub-óptimos).  Los parámetros que se incluyen normalmente miden las condiciones económicas generales, condiciones del mercado laboral, competitividad/productividad e inclusión social.  Estos permiten derivar rangos que prevengan exacerbar el desempleo y la informalidad, y no perjudicar el desempeño de la economía.  Los resultados se utilizan para llevar a cabo consultas para validar el nivel (o rango) que se va a proponer y para entablar una discusión informada con las diversas partes encargadas en tomar la decisión final.

Cabe recalcar que (aún) no es posible evitar la manipulación del salario mínimo cien por ciento mediante el uso de estas herramientas técnicas, pero se puede mejorar mucho la transparencia del proceso de deliberación y la calidad de la discusión de los agentes encargados en tomar esta decisión.  Perú y otros países donde el salario mínimo es protagonista central en la telenovela política,  podrían considerar cambiar su modelo institucional para la fijación y ajuste del salario mínimo (de los tres primeros modelos al cuarto modelo), y crear e implementar un proceso de deliberación en base a resultados derivados mediante una fórmula que toma en cuenta factores como los que se incluyen en otros países que utilizan herramientas técnicas.  En el Perú, factores como el crecimiento económico, la productividad, competitividad, composición industrial, indicadores del mercado laboral (empleo, desempleo, e informalidad), costo de vida, desigualdad salarial y calificación de la fuerza laboral (niveles de educación), podrían ser considerados.  Cabe recalcar que los hallazgos de la herramienta deben ser complementados por otros insumos técnicos (por ejemplo, evaluaciones, estudios sectoriales) que se hayan llevado a cabo y que ayuden a mejorar la calidad de la deliberación. Dada la calidad de los datos y la calidad de los expertos (economistas y otros) en el país, el cambio es no solo factible sino necesario para prevenir hacer el uso de esta importante herramienta laboral irrelevante.