Las capas de la cebolla panameña. Por Sergio Berensztein

10 de abril de 2016. La olla quedó destapada, emanando un olor feo, penetrante, sospechoso. La cantidad de personalidades famosas de todo el mundo que quedaron comprometidas por estar relacionadas directa o indirectamente con paraísos fiscales a partir de que se revelaran los Panamá Papers, una filtración de documentos interminable de un bufete especializado en este tema, Mossack Fonseca, fue demasiado abrumadora como para que la opinión pública pudiera razonar en frío y tratar de procesar el tema con objetividad y precisión.

De inmediato, “paraíso fiscal” se convirtió en sinónimo de las peores cosas: crimen organizado, narcotráfico, lavado de dinero, evasión impositiva, corrupción … Sin embargo, no necesariamente todas las personas que figuran en la lista podrán ser acusadas de haber violado leyes ni de comportamientos moralmente repudiables. Sin duda, estos esquemas sirven, y han sido frecuentemente utilizados, para esconder dinero mal habido. Pero separar la paja del trigo resulta vital para comprender de qué se trata este escándalo y, sobre todo, qué derivaciones políticas puede llegar a tener, tanto en la Argentina como en otros países. Se trata, pues, de un fenómeno de escala planetaria, el segundo en su género luego de Wikileaks, pero con mucha más escala y un efecto tóxico de características inconmensurables.

Los paraísos fiscales existen desde siempre, pero experimentaron un crecimiento exponencial tanto cuantitativo como cualitativo a partir de la década del ’70, como consecuencia del proceso de globalización. Fruto del proceso de desregulación financiera, del incremento de la carga tributaria generado por la crisis fiscal de muchos estados de bienestar en democracias occidentales y de la internacionalización de algunas empresas industriales y de servicios que buscaban nuevos mercados y ventajas comparativas, el sistema económico global entró en una dramática dinámica de cambio que todavía está lejos de detenerse y que ha impactado literalmenten en todos los rincones de la tierra de forma desigual y no sin polémicos resultados.

Reglas imperfectas

Una de las claves de todo este fascinante proceso de transformación que experimentó el sistema capitalista mundial es la asimetría entre los tiempos de las decisiones empresariales y el avance de la institucionalidad global: como no tenemos un orden político internacional consolidado, las reglas que regulan las transacciones entre actores económicos son sumamente imperfectas. Las dificultades de coordinación y la puja de intereses conspiraron contra la conformación de reglas claras que regulen el nuevo entorno de negocios con escala planetaria. Más aún, algunos países han tratado de limitar la internacionalización de sus empresas por razones de índole fiscal y para evitar perder inversiones, hasta ahora sin demasiados resultados concretos y a menudo logrando el efecto contrario. Consecuentemente, en las últimas décadas se han conformado un conjunto de mecanismos económico-financieros que han permitido la expansión de la economía moderna a toda la superficie de la Tierra. Los paraísos fiscales son una parte central de este fascinante fenómeno.

Los flujos de inversión comenzaron a circular con una velocidad y una voracidad extraordinarias. Las empresas competían por ser más rápidas, más eficientes y más efectivas que su competencia. Muchos países seguían con sus rutinas regulatorias habituales aunque al mismo promovían la inversión extranjera directa. La inestabilidad financiera y los desequilibrios macroeconómicos llevaron en muchas ocasiones a la instauración de controles de capitales y de otras políticas que alimentaron maniobras cuestionables pero generalizadas, como la subfacturación de expectaciones y la sobrefacturación de importaciones. Las ganancias resultantes se depositaron durante mucho tiempo en el sistema financiero formal, pero el avance en la lucha contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo impuso crecientes obstáculos para el desarrollo de esas prácticas, sobre todo desde los ataques del 9/11/2001. Hoy resulta prácticamente imposible movilizar activos financieros sin que se deba justificar el origen de los fondos e incluso, en caso de personas físicas, el de la riqueza.

Aprovechando agujeros legales

Los paraísos fiscales han servido durante muchos años para facilitar el desarrollo de los negocios globales, superando o minimizando gracias a su flexibilidad y adaptabilidad los costos de transacción de una regulación global imperfecta y de las complejas y a menudo kafkianas reglas de juego domésticas. Se trata de jurisdicciones específicas (islas, pequeños territorios, zonas específicas de un país, etcétera) donde existe un marco legal ideal para establecer mecanismos de planificación fiscal orientados a maximizar las ganancias de las empresas aprovechando los agujeros y contradicciones legales de muchos sistemas tributarios nacionales. Esto se denomina maniobras de elusión fiscal (que no es lo mismo que evasión: el primer término implica utilizar recursos legales para pagar menos; el segundo, emplear artilugios fuera de la ley para dejar de abonar impuestos). En el mismo sentido, algunos individuos o familias adineradas planifican con tiempo esquemas para proteger su riqueza de la voracidad de los recaudadores, por ejemplo con fideicomisos diseñados para amortiguar el impacto del impuesto a la herencia. Sin embargo, dadas las reglas de confidencialidad y la supuesta inviolabilidad de los secretos bancarios que imperan en estos territorios, los paraísos fiscales también fueron aprovechados por parte del crimen organizado y el terrorismo internacional para esconder y canalizar activos cuyo origen es naturalmente ilegal.

Renuncia del primer ministro de Islandia

Lo cierto es que el caso de los Panamá Papers conmueve al establishment político, económico y hasta deportivo mundial: desde el primer ministro islandés (hasta ahora, la principal víctima de toda este escándalo: renunció a su cargo y sufrió la primera manifestación masiva en ese país desde la Segunda Guerra Mundial, con casi el 10% de la población total de 300.000 personas movilizándose por las calles) hasta Lionel Messi, desde Dominique Strauss-Kahn, el ex director del FMI ya famoso por escándalos previos (debió renunciar porque una camarera de la cadena hotelera Sofitel lo denunció por violación) hasta el inefable Cristóbal López (a través de uno de sus socios Federico De Achával), la lista salpicó a un conjunto de personajes tan variopinto que ni Enrique Santos Discépolo hubiese logrado aglutinar para una versión renovada y global de Cambalache.

En un mismo lodo, todos manoseados

Inevitable citarlo: en un mismo lodo, todos manoseados. No es lo mismo tener una empresa que realizó inversiones y tiene cuentas bancarias sin declarar en su país de origen, que integrar un directorio de una compañía “offshore” cuyo titular es un familiar que la incluyó en su declaración jurada. Si la compañía registrada en el paraíso lleva años movilizando dinero cuyo origen es sospechoso no se la debe comparar con otra que en la práctica no registra operaciones comerciales. Es esencial diferenciar al ladrón del evasor de quien ha planificado fiscalmente en función de las oportunidades que proveen estos paraísos aprovechando las reglas del sistema.

Sin embargo, en el apremio de la primicia, no es sencillo establecer estas distinciones: la opinión pública ya dictó la sentencia y todos tienden a ser culpables. En la Argentina, entre los títeres sin cabeza que dejó el escándalo se cuenta nada menos que el presidente Mauricio Macri.

En el marco de un país fuertemente golpeado por una década de corrupción generalizada, con una amplió sector de la ciudadanía que espera, y votó por un cambio, la aparición de Macri en los Panamá Papers produjo un fuerte e inevitable impacto. Es cierto que, hasta ahora, sólo se ha comprobado su participación como director (no como accionista) en dos empresas cuyo titular era su padre y que nunca se activaron, es decir, no llegaron a ganar dinero. Por lo tanto, no hay ningún acto de ilegalidad de por medio. A lo sumo, se lo puede acusar de haber omitido mencionarlas en su declaración jurada, aunque ni siquiera estaba obligado a hacerlo. No obstante, hubo una especie de daño en su reputación, maximizado por la demora en verbalizar el tema de manera personal y no a través de interlocutores. El equipo de comunicación del Presidente había realizado desde hace tiempo un denodado y exitoso esfuerzo por limpiar el apellido Macri de connotaciones negativas derivadas de su pasado empresarial, incluyendo algunas controversias en las que estuvo involucrado (como el caso de contrabando de autopartes cuando la familia Macri era la titular de Sevel). Será importante evaluar si este nuevo episodio tendrá algún efecto en el plano simbólico, incluyendo la reapertura de una herida que parecía suturada.

Por otro lado, este bochornoso caso permite también exponer la hipocresía y las contradicciones que imperan en esta época tan convulsionada. Muchos países centrales avanzan en diferentes frentes para limitar el financiamiento del terrorismo y el lavado de dinero con iniciativas emanadas, por ejemplo, de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) o del G20. Sin embargo, al mismo tiempo, permiten sin interponer demasiados obstáculos el desarrollo de estos paraísos fiscales. Incluso, muchas veces algunos de los países abanderados en contra del lavado y de otras actividades financieras sospechosas tienen esquemas legales tributarios especiales puertas adentro, como Holanda, Luxemburgo, España o, incluso, Estados Unidos. Dakota del sur, Rhode Island, Wyoming y Nevada son algunos estados que, con la intención de impulsar inversiones, permiten el establecimiento de negocios de dudoso origen. Barack Obama se expresó públicamente en contra de los paraísos fiscales, pero no pudo evitar la consolidación de estos esquemas tan opacos dentro del territorio que él mismo gobierna.

Gran avidez

El “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” se extiende también a los ahorristas que compran acciones, directamente o mediante fondos de pensión, que suelen (solemos) tener una gran avidez para que las compañías ganen mucho dinero y de ese modo se valoricen las acciones y paguen para buenos dividendos. Lo cierto es que cuando la rentabilidad es muy alta, es probable que estas empresas hayan desarrollado estrategias fiscales para aprovechar los agujeros que generan los paraísos fiscales.

Las derivaciones de los Panamá Papers son, hasta el momento, imposibles de precisar. Ojalá que a partir de ahora, los principales actores del sistema internacional, incluyendo algunos de los principales damnificados, decidan coordinar esfuerzos sustantivos para dotar a la globalización económica de un orden jurídico simple, cumplible y eficaz, para regular el comportamiento de las empresas y organizaciones, evitando escándalos y costos reputacionales como los que generó este caso. Que, en verdad, se presenta como una cebolla gigante a la que apenas se le ha sacado la primera capa. Es probable que, como ocurre siempre con las cebollas, los que estén alrededor terminen lagrimeando.

Una versión original de este artículo fue publicada por La Gaceta el 10 de abril de 2016.

Fuente: http://berensztein.com/las-capas-de-la-cebolla-panamena-por-sergio-berensztein/

Imagen: www.t13.cl