El círculo vicioso del bullying escolar y el rol de las habilidades cognitivas y socioemocionales

El pasado abril, una mujer, habitante del barrio Usaquén en Bogotá, encontró a su hija, una estudiante de secundaria de 15 años, con heridas en sus muñecas. Evidentemente se trataba de un intento de suicidio que gracias a la oportuna asistencia médica,  la adolescente sobrevivió. Cuando su madre indagó sobre los motivos que la llevaron a atentar contra su propia integridad encontró una serie de escritos, en donde la adolescente manifestaba que sus deseos de quitarse la vida se debían al constante matoneo o bullying del que era víctima en el colegio. Desafortunadamente, este no es un caso aislado. Como el caso de esta adolescente, hay múltiples casos en América Latina y el mundo. Está, por ejemplo, el caso de Pamela Pizarro una estudiante de 13 años habitante de Iquique, Chile, quien fue encontrada por sus padres tras haberse quitado la vida debido a las continuas agresiones que recibía por parte de sus compañeras de colegio. Estos y muchos otros sucesos similares han forzado a la opinión pública, medios de comunicación y gobiernos a mirar con más atención este fenómeno, que hasta hace poco pasaba desapercibido. Sin embargo, el bullying no es algo nuevo. A mediados de la década de los 70, el psicólogo noruego Dan Olweus definió el bullying como un comportamiento violento que se da de manera repetida y en un escenario de desbalance de poder entre víctima y victimario. La combinación de la presión social, la heterogeneidad de los estudiantes y la falta de autocontrol propia de la niñez y adolescencia hace de los colegios tierra fértil para el bullying. En el ámbito global, el bullying ha sido asociado con ausencia y abandono escolar, desestabilidad emocional, violencia y, cómo ya vimos, suicidios. Sin embargo, se sabe poco, sobre todo en la literatura económica, acerca de qué hace que algún niño o niña sea más proclive a ser víctima de bullying, y cómo las consecuencias de este suceso se mantienen hasta la adultez.

En un trabajo reciente, intento responder esas preguntas explorando la relación que existe entre el bullying y las habilidades cognitivas y socioemocionales. Según la Asociación Americana de Psicología, las habilidades cognitivas son todas las formas de conocimiento como la percepción, concepción de ideas, memoria, razonamiento, imaginación y resolución de problemas. Por su parte, las habilidades socioemocionales han sido definidas como características de personalidad que determinan la forma en la que las personas piensan, sienten y se comportan. Múltiples estudios recientes han documentado que ambos tipos de habilidades tienen dos particularidades muy importantes. La primera, que son maleables, en el sentido que pueden ser acumuladas o destruidas. Dicha acumulación puede darse a través de inversión (por ejemplo, mediante el tiempo que los padres destinan a realizar actividades con sus hijos) o por el proceso natural en el que las habilidades generan por sí mismas un mayor stock de habilidades futuras (es decir, entre más habilidades tengas hoy, más habilidades tendrás mañana). La segunda, que las habilidades son esenciales para el desarrollo de personas felices, saludables y productivas. En mi investigación exploro cómo el bullying escolar impide el desarrollo normal de los jóvenes mediante la destrucción del stock de habilidades existentes y, por ende, obstaculizando la acumulación futura de dichas habilidades. De la misma forma, investigo el rol que tienen las habilidades en la determinación de quién es víctima o no.

Para ello, desarrollo un modelo dinámico de acumulación de habilidades en el que las habilidades del siguiente periodo de una persona dependen de las habilidades que tenía en el periodo anterior, la inversión realizada por sus padres, y el hecho de haber sido matoneado o no durante ese periodo. De la misma forma, en el modelo, la inversión que los padres hacen en las habilidades de sus hijos depende del nivel de habilidades que observan en su hijo o hija en el periodo anterior. El modelo también incluye el hechod de que la probabilidad de ser matoneado depende de las características del niño o niña, incluyendo su stock habilidades, y de las características de sus compañeros de salón. Estas últimas se incorporan en el modelo a través de una medida de “peculiaridad” del individuo dentro de su salón de clase. Es decir, si un niño tiene características que son comunes en los compañeros de su salón, su medida de “peculiaridad” será baja. Por el contrario, si el niño tiene características poco comunes en el salón, su “peculiaridad” será alta. En particular, construyo esa medida de “peculiraridad” en las dimensiones de habilidades cognitivas, socioemocionales y el ingreso del hogar per-cápita.

Así, el modelo incorpora dos factores del matoneo ampliamente establecidos en la literatura de psicología: i. que hay características personales de los estudiantes que influyen en la probabilidad de ser víctima, y ii. que hay características de los miembros del entorno (peer-group) que apartan y focalizan a la posible víctima. De esta forma, introduzco en el análisis el hecho de que el bullying es un resultado de interacciones sociales y, por ende, depende de las personas que hacen parte de ese entorno.

Para estimar el modelo uso datos longitudinales sobre estudiantes que inician su secundaria en Corea del Sur. La encuesta longitudinal consta de rondas anuales que inician cuando los estudiantes tienen 14 años. Una característica importante de la encuesta es que se recoge información de todos los miembros de cada salón. Así, puedo construir la medida de “peculiaridad” para todos los estudiantes de la muestra. Corea del Sur facilita el análisis ya que su sistema educativo obliga a que la adjudicación de los alumnos a cada salón sea aleatoria. Por lo tanto, el grupo de compañeros, y por ende el entorno que cada estudiante enfrenta en su salón de clase, es exógeno.

Uno de los principales resultados de mi investigación es que el bullying es altamente selectivo. Primero, el bullying se enfoca en aquellos niños que carecen de habilidades socioemocionales. Mientras que los niños del primer decil de la distribución de habilidades socioemocionales tienen una probabilidad de ser matoneados superior al 50%, sus pares del decil más alto tienen probabilidades muy cercanas a cero. Segundo, el bullying se enfoca en aquellos que son diferentes a los miembros de su entorno. Por cada compañero que tiene niveles de habilidades socioemocionales similares al individuo se reduce la probabilidad de ser matoneado en un punto porcentual. Tercero, la selectividad del bullying se agudiza con el paso del tiempo. Para los estudiantes con bajos niveles de habilidades socioemocionales la probabilidad de ser matoneados permanece inalterada periodo tras periodo, aún cuando en general la incidencia del bullying disminuye con la edad.

También encuentro que el bullying destruye el stock existente de habilidades en las víctimas. Para la edad de 14 años, la víctima media pierde 14% de una desviación estándar de habilidades socioemocionales y eso incrementa en un 30% su probabilidad de ser matoneado en el siguiente periodo. Para la edad de 15 años, la pérdida de habilidades de este estudiante alcanza 73% de una desviación estándar en la dimensión socioemocional y 35% de una desviación estándar en términos cognitivos.

Asimismo encuentro que los estudiantes que inician la secundaria con niveles bajos de habilidades socioemocionales no solamente están más expuestos a ser matoneados, sino que también, una vez matoneados, sufren consecuencias más profundas en términos de la pérdida de habilidades para periodos siguientes.

En conclusión, el bullying hace parte de un ciclo que se autorefuerza: aquellos  estudiantes con bajos niveles de habilidades socioemocionales y con características poco comunes dentro de sus salones de clase son los más proclives a ser matoneados, una vez esto sucede, acumulan menos habilidades, lo que los hace aún más propensos a ser matoneados nuevamente. De esta forma, el bullying abre una brecha creciente en términos de habilidades. Esta brecha representa, a los 16 años, una disminución en los puntajes de lenguaje cercana al 38% de una desviación estándar, y una disminución de 43,5% de una desviación estándar en los puntajes de las pruebas de matemáticas. Asimismo, repercute en aumentos de 28 puntos porcentuales en la probabilidad de padecer de dolencias físicas, los hace 8,3 puntos porcentuales más proclives a fumar y 15,8 puntos porcentuales más proclives a tomar bebidas alcohólicas.

De acuerdo con estos resultados, existirían al menos dos políticas para combatir el bullying escolar en los primeros años de la secundaria. La primera abogaría por la constitución de salones de clase con alumnos más homogéneos en términos socioemocionales. Así, la incidencia del bullying disminuiría a cuenta de la falta de “peculiaridad” de sus alumnos. De hecho, simulaciones realizadas a partir de mis estimaciones muestran que la incidencia del bullying caería a la mitad si se implementara este tipo de políticas. Sin embargo, cabe anotar que no sabemos cómo la homogenización de salones en términos socioemocionales puede causar un detrimento en el aprendizaje. Resulta necesario analizar qué tanto la heterogeneidad logra enriquecer la experiencia de aprender.

La segunda política para combatir el bullying escolar a la luz de los resultados de la investigación es el desarrollo de programas de aprendizaje socioemocional (SEL, por sus siglas en inglés) a edades tempranas. Esto pretende desactivar desde el principio el círculo vicioso que inicia con bajos niveles de habilidades socioemocionales y que detona el bullying. De esta forma, niños y niñas terminarán la educación primaria con altos stocks de habilidades socioemocionales y entrarán a la secundaria con un bagaje que reducirá sustancialmente su probabilidad de ser matoneados, además, en caso de que esto sucediera, sus secuelas serían mucho menores y podrían superarlas más fácilmente.

El bullying es una realidad en todos los colegios del mundo y tiene efectos nefastos. Aunque todavía nos falta mucho por aprender acerca de sus determinantes, sabemos que hay instrumentos para desactivar las fuerzas que propician su aparición. Por ello, es importante aprovechar el reciente interés que este tema ha despertado en la sociedad para lograr trasformaciones en los sistemas educativos y en las relaciones intrafamiliares que fomenten la acumulación de habilidades socioemocionales desde la niñez temprana, y así no tener que lamentar más adelante pérdidas irreparables.