La Salud en América Latina: Una Perspectiva de Largo Plazo

En colaboración con Victoria Anauati (Universidad de San Andrés)

Durante el siglo XX, el crecimiento de los ingresos reales en los países desarrollados estuvo acompañado de una declinación sin precedente en las tasas de mortalidad que condujo a un crecimiento aproximado de 30 años en la expectativa de vida. En forma similar, pero tiempo después, en particular luego de la Segunda Guerra Mundial, los países en desarrollo empezaron a hacer un “catch-up” con los países ricos. Como consecuencia, no sólo se lograron progresos similares en los indicadores de salud sino que también cambió de forma significativa el perfil epidemiológico y las principales causas de muerte en estos países de medianos y bajos ingresos. En esta entrada nos proponemos analizar las posibles causas que provocaron la tendencia secular decreciente en la mortalidad a nivel global, como así también intentamos describir brevemente el progreso experimentado en América Latina en estos últimos años.

Fogel (2004) analiza la historia de la reducción en las tasas de mortalidad en los países ricos en tres etapas. En una primera etapa, que va desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, las mejoras en la situación nutricional y el crecimiento económico tuvieron un rol central en mejorar la salud de las personas. Durante esto años, la Revolución Industrial y el advenimiento del sistema capitalista trajeron consigo un aumento sustantivo en la productividad de los factores que redundó en un incremento sustancial en la oferta de alimentos -la reducción drástica de muertes por hambrunas es un claro indicador de este fenómeno (ver entrada previa acá). Esto permitió rescatar a la humanidad de una situación de malnutrición crónica. Personas mejor alimentadas fueron capaces de resistir mejor y recuperarse más rápidamente de enfermedades infecciosas. De hecho, durante esta etapa, la mortalidad causada por enfermedades infecciosas se redujo un 95 por ciento en los países ricos.

La segunda etapa ocurrió a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En este periodo, los principales factores que contribuyeron en la reducción de las tasas de mortalidad fueron la revolución sanitaria y las políticas públicas de salud, las cuales involucraban proyectos como la cloración de fuentes de agua, la construcción de sistemas de saneamiento, la pasteurización de la leche, entre otros. Sin embargo, no fue hasta la aceptación de la Teoría del Germen durante los 1880s que las políticas de salud alcanzaron su mayor potencial.

A lo largo del siglo XX,  impulsado por el desarrollo científico y técnico, el ritmo de los avances médicos se aceleró en todos los frentes dando lugar a la tercera etapa en la reducción de las tasas de mortalidad, la cual data desde la década de 1930 hasta la actualidad. Esta fase ha sido la “gran era de la medicina”. Las primeras intervenciones médicas importantes fueron las vacunas, sin embargo cuantitativamente más relevante para la mortalidad fue el desarrollo de nuevos agentes terapéuticos, como los antibióticos. En 1960, la mortalidad por enfermedades infecciosas se redujo al nivel actual en los países más desarrollados.

Estos 200 años de progreso en la salud de la población no sólo beneficiaron a los países más ricos, sino que también se extendió al resto de los países a un ritmo más rápido del que lo hizo el crecimiento económico moderno. Intervenciones, principalmente relacionadas con el control de enfermedades, como mejoras en la provisión de agua, limpieza del entorno de los vectores transmisores de enfermedades, el uso de antibióticos y la vacunación generalizada, se introdujeron en el resto del mundo no desarrollado en un periodo relativamente corto de tiempo. En consecuencia, países de bajos y mediando ingresos fueron también testigos de importantes mejoras en la expectativa de vida y en las tasas de mortalidad. En estos países, la disminución fuerte de las tasas de  mortalidad comenzó a principios del siglo XX, y se aceleró dramáticamente después de la Segunda Guerra Mundial (Lee, 2003).

América Latina

América Latina a lo largo de este último siglo ha mostrado una gran propensión a «ponerse al día» con los países desarrollados, la cual parece haberse acelerado luego de la década del 70’. Evidencia de esto se encuentra al investigar los principales indicadores de salud.

Un indicador clave no sólo de la salud y nutrición de los niños, sino también de la implementación de intervenciones de supervivencia infantil y, más en general, del desarrollo social y económico es la tasa de mortalidad infantil. De acuerdo a la tabla que se muestra a continuación, desde 1970 la región ha reducido la tasa de mortalidad de los niños menores de cinco años en más de un 70%, convirtiéndose en una de las regiones en desarrollo con mayor reducción de este indicador, estimándose que en 2050 dicha tasa alcanzará niveles cercanos a los de países desarrollados.

Tabla 1: Tasa de mortalidad infantil

Además, la región ha sido testigo de mejoras significativas en el estado nutricional infantil, lo cual se observa al analizar la evolución de indicadores antropométricos que combinan medidas de peso, talla y edad. Uno de los indicadores más utilizados es el porcentaje de niños con baja talla para la edad; el mismo refleja los efectos acumulados de desnutrición y de enfermedades infecciosas desde, e incluso antes, del nacimiento del niño. En consecuencia, esta medida puede interpretarse como un indicador de las malas condiciones ambientales o de restricciones de largo plazo al crecimiento potencial de un niño. Otros indicadores de retraso de crecimiento son el porcentaje de niños con bajo peso para la edad y de bajo peso para la talla.

En base a comparaciones internacionales, la prevalencia de niños menores de cinco años que sufren desnutrición moderada y severa (3,4 por ciento) y bajo peso para la talla (1,4 por ciento) es relativamente baja en América Latina (Tabla 2). La prevalencia de niños de baja talla para la edad se ha reducido de 24,6 por ciento a 13,4 por ciento entre 1990 y 2011, alcanzando el valor más bajo relativo a otras regiones en desarrollo.

Tabla 2: Indicadores antropométricos, por región y periodo seleccionado

América Latina ha experimentado también un importante incremento en la expectativa de vida, la cual aumentó de 61 años en 1970 a 73.4 años en 2010, y se proyecta que en 2045-2050 se alcanzaran los valores de países desarrollados (Tabla 3).

Tabla 3: Expectativa de vida al nacer, por región y en periodos seleccionados

Como es posible notar, la región presenció mejoras significativas en materia de salud. Sin embargo, aún debe enfrentar desafíos vinculados a la necesidad de definir una  frontera de políticas de salud acorde a las prioridades de una región que está avanzando a un ritmo acelerado en su transición demográfica y epidemiológica. Esto se ve reflejado no sólo en la reducción en la mortalidad, que explicamos anteriormente, sino también en un cambio en la composición de las causas principales de muerte: América Latina está en camino a terminar la transición de enfermedades contagiosas a enfermedades crónicas y no-contagiosas. En una próxima entrada nos proponemos analizar la transición que la región está experimentando teniendo en cuenta la relevancia de estos temas en el diseño de la agenda de políticas públicas.

Referencias

Fogel, R. W. (2004). The escape from hunger and premature death, 1700-2100: Europe, America, and the Third World. Cambridge University Press.

Lee, R. (2003). “The demographic transition: three centuries of fundamental change”. The Journal of Economic Perspectives, vol. 17(4), pp. 167-190.