Sí, la economía es una ciencia

Por Raj Chetty

Publicado originalmente en The New York Times el 20 de octubre de 2013. (Ver original en inglés)

Hay un viejo lamento en mi profesión: «Si le realizás a tres economistas una misma pregunta, obtendrás tres respuestas diferentes.»

Este dicho me vino a la mente la semana pasada, cuando el Premio Nobel de Ciencias Económicas le fue otorgado a tres economistas, dos de los cuales, Robert J. Shiller de Yale y Eugene F. Fama de la Universidad de Chicago, parecieran tener opiniones encontradas acerca del funcionamiento de los mercados financieros. A primera vista, el pensamiento del Sr. Shiller sobre el rol de la «exuberancia irracional» en los mercados de valores y los mercados de la vivienda parece contradecir el trabajo del Sr. Fama, mostrando que estos mercados incorporan novedades en los precios de manera eficiente.

¿Qué tipo de ciencia, la gente se preguntó, otorga su más distinguido reconocimiento a estudiosos con ideas opuestas? «Deberían también entregar estos premios políticamente equilibrados en la física, la química y la medicina» escribió sarcásticamente en Twitter Kieran Healy, sociólogo de Duke.

Pero las diferencias en los postulados de estos premios Nobel son significativamente menos importantes que el profundo acuerdo que prevalece en su enfoque científico respecto a los interrogantes económicos, que se caracterizan por la formulación y prueba de hipótesis precisas. Resulta preocupante la idea que tienen los escépticos de que los desacuerdos sobre las respuestas a ciertas preguntas sugieren que la economía es una disciplina confusa, una ciencia falsa, cuyos resultados no pueden constituir una base útil para la toma de decisiones políticas.

Esta posición resulta injusta y desinformada. Se le hacen exigencias a la economía que no se le realizan a otras disciplinas empíricas, como la medicina, sin tener en cuenta un cuerpo emergente de trabajo, basado en el enfoque científico de los ganadores de dicho premio, que está transformando la economía en un campo firmemente basado en los hechos.

Es cierto que las respuestas a muchos interrogantes macroeconómicos  de «panorama general » – como las causas de las recesiones o los factores determinantes del crecimiento –permanecen aún difíciles de alcanzar. Sin embargo, en este sentido, los desafíos a los que se enfrentan los economistas no son diferentes a los encontrados en la medicina y la salud pública. Los investigadores de salud han trabajado durante más de un siglo para comprender interrogantes  de cómo la dieta y el estilo de vida afectan a la salud y el envejecimiento, sin embargo, todavía no tienen una comprensión científica completa de estas conexiones. Algunos estudios nos dicen que consumamos más café, vino y chocolate, mientras que otros recomiendan lo contrario. Sin embargo, pocos argumentarían que la medicina no debe abordarse como una ciencia o que los médicos no deben tomar decisiones basadas en la mejor evidencia disponible.

Como es el caso de los epidemiólogos, el reto fundamental que enfrentan los economistas – y una de las causas de muchos desacuerdos en el campo – es nuestra limitada capacidad para llevar a cabo experimentos. Si pudiésemos cambiar aleatoriamente las decisiones políticas y luego observar lo que ocurre con la economía y la vida de las personas, seriamos capaces de obtener una comprensión más precisa de cómo funciona la economía y de cómo mejorar las políticas. Pero los costos prácticos y éticos de tales experimentos se oponen a este tipo de enfoque. (Ciertamente no queremos crear más crisis financieras sólo para entender cómo funcionan).

Sin embargo, los economistas recientemente han comenzado a superar estos retos mediante el desarrollo de herramientas que aproximan a los experimentos a obtener respuestas convincentes a preguntas políticas específicas. En décadas pasadas, los economistas más destacados eran típicamente teóricos como Paul Krugman y Janet L. Yellen, cuyos modelos continuarán guiando el pensamiento económico. Hoy en día, los economistas más destacados son a menudo empiristas como David Card, de la Universidad de California, Berkeley, y Esther Duflo, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, que se centran en probar las antiguas teorías y en la formulación de otras nuevas que se ajusten a esta evidencia.

Este tipo de trabajo empírico en economía podría compararse con los avances «micro» de la medicina (como la investigación sobre terapias para las enfermedades cardíacas), que han contribuido enormemente al aumento de la longevidad y la calidad de vida, mientras las cuestiones «macro» de los determinantes de la salud continúan bajo debate.

Considere la pregunta (con carga política) de si extender los beneficios de desempleo aumenta las tasas de desocupación al reducir los incentivos de los trabajadores para volver al trabajo. Casi una docena de estudios económicos han analizado esta cuestión mediante la comparación de las tasas de desempleo en los estados que han ampliado las prestaciones por desempleo con las de los estados que no lo hacen. Estos estudios se asemejan a los experimentos médicos en los que algunos grupos reciben un tratamiento – en este caso, las prestaciones por desempleo – mientras que los grupos de «control» no lo hacen.

Estos estudios han demostrado uniformemente que una extensión de 10 semanas de beneficios de desempleo aumenta el promedio de tiempo que la gente pasa sin trabajo en, a lo sumo, una semana. Esta simple e inexpugnable constatación implica que los responsables de implementar estas políticas pueden extender los beneficios de desempleo para proporcionar asistencia a la población desocupada sin aumentar sustancialmente las tasas de desempleo.

Otros estudios económicos se han aprovechado de las limitaciones inherentes a una política particular para obtener evidencia científica. Un excelente ejemplo reciente se relaciona con el seguro de salud en Oregon. En 2008, el estado de Oregon decidió ampliar su programa estatal de seguro médico para cubrir adicionalmente a personas de bajos ingresos, pero había fondos para cubrir sólo una pequeña fracción de las familias elegibles. En colaboración con investigadores económicos, el Estado diseñó un procedimiento de sorteo mediante el cual las personas que recibieron el seguro podrían ser comparadas con las que no, creando un experimento aleatorio de primer nivel.

El estudio halló que la obtención de cobertura del seguro aumentó el uso de servicios de salud, redujo la tensión financiera y aumentó el  bienestar – resultados que proporcionan una guía invaluable para comprender qué debemos esperar de la Ley de Asistencia Asequible .

Aun cuando tales experimentos son inviables, hay maneras de utilizar «big data» para ayudar a responder a las cuestiones referidas a diversas políticas. En un estudio que llevé a cabo con dos colegas, analizamos el efecto que tuvieron maestros de nivel primario de alta calidad en el desempeño de sus estudiantes como adultos. Se podría pensar que es casi imposible aislar el efecto causal de un maestro de tercer grado, teniendo en cuenta todos los otros factores que afectan los resultados de la vida de un niño. Sin embargo, hemos sido capaces de desarrollar métodos para identificar el efecto causal de los docentes mediante la comparación de los estudiantes en cohortes consecutivas dentro de una escuela. Supongamos, por ejemplo, que una excelente profesora enseñó tercer grado en una determinada escuela en 1995, pero luego tomó licencia por maternidad en 1996. Dado que el permiso de maternidad de la profesora es esencialmente un evento al azar, mediante la comparación de los logros de los estudiantes que aprobaron tercer grado en 1995 en comparación con 1996, somos capaces de aislar el efecto causal de la calidad docente en el desarrollo de los estudiantes.

Utilizando un conjunto de datos con registros anónimos sobre 2,5 millones de estudiantes, se encontró que los maestros de alta calidad mejoran significativamente el rendimiento de sus alumnos en los exámenes estandarizados y, sobre todo, el aumento de sus ingresos y las tasas de asistencia a la universidad, y reducen el riesgo de embarazo en la adolescencia. Estos hallazgos – que desde entonces se han replicado en otros distritos escolares – proporcionan una guía sobre cómo medir y mejorar la calidad de los maestros.

Estos ejemplos no son anómalos. Y a medida que la disponibilidad de datos aumenta, la economía seguirá convirtiéndose en un campo más empírico y científico. Mientras tanto, es simplista e irresponsable utilizar los desacuerdos entre los economistas en un puñado de preguntas difíciles como una excusa para ignorar los muchos temas de consenso del campo y su capacidad para influir en la toma de decisiones políticas, sobre la base de la evidencia en lugar de la ideología.