Corrupción y Democracia

Por Eliana Cardoso[1]
Publicado en Estadão, 23 de enero de 2013
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raducción propia de FocoEconómico del original en portugués

En 1990 fui a Lima con Rudi Dornbusch por invitación del Banco Central del Perú para trabajar sobre la inflación del 7.000% de aquel año. En la entrada del Banco Central, al lado del detector de metales, había un estante donde, en contenedores numerados, las personas dejaban sus revólveres y otras armas y recibían una tarjeta correspondiente a sus pertenencias. El país se encontraba alterado por la violencia de Sendero Luminoso – un grupo guerrillero maoísta que, antes de desaparecer, se tornaría responsable de 69.000 muertes.

Alberto Fujimori acababa de tomar posesión y Rudi fue invitado a cenar con el presidente. A último minuto la invitación se extendió a la directora del Banco Central, con quienes trabajabamos, y me incluyeron. Nuestro auto recorrió las calles de Lima, pasó por los puestos de sopa, donde la gente esperaba en largas filas el único alimento del día, y bordeamos un tanque de guerra…

En el palacio, después de un pasillo estrecho y mal iluminado, estaba el pequeño comedor y la mesa puesta, con cuatro telas deshilachadas en los bordes. El presidente entró vestido con una guayabera. La criada trajo cuatro Coca-Colas, un plato de espaguetis y, de postre, sólo dos porciones individuales de pudín. Regresó 40 minutos después con otro plato de espaguetis. La cocinera, informada del mayor número de invitados, preparaba segundas porciones…

El presidente hablaba muy poco y preguntaba mucho. Me dió pena aquel político solitario y todavía desconocido, sin una base social ni partidaria. Él terminaría con la hiperinflación y el Sendero, pero acabaría tragado por la corrupción y el poder de Vladimiro Montesinos, el jefe de la policía secreta que aseguró su reelección.

Montesinos sobornó al Congreso, al poder judicial y a la prensa, manteniendo una fachada democrática: los ciudadanos votaban, los jueces decidían, los medios de comunicación daban noticias. Sin embargo, la negociación de acuerdos secretos drenaba de sustancia a la democracia.

Aunque pueda parecer extraño, Montesinos mantenía registros meticulosos de sus operaciones: contratos y recibos de sobornos, videos de negociaciones ilícitas y de reuniones en las que él mismo era el corruptor. La lógica de sus acciones se deriva de que las cintas eran evidencia de la complicidad de los demás y le daban el poder de destruir al presidente, impidiendo a Fujimori echarlo. Constituían las fuentes de dinero para sobornos: el presupuesto secreto del Servicio Nacional de Información, sumas recibidas a través del Ministerio del Interior y desvíos de contratos con el Estado.

John McMillan y Pablo Zoido, de la Universidad de Stanford (How to subvert democracy, Journal of Economic Literature), utilizaron los precios de los sobornos y concluyeron que la forma más fuerte de control sobre el gobierno la tienen los medios. A juzgar por los sobornos pagados y, por lo tanto, por la preferencia revelada por Montesinos, la televisión representaba la mayor amenaza para el poder del gobierno peruano. El soborno pagado al propietario de un canal de televisión era unas cien veces mayor que el pagado a un político, que era ligeramente superior al pagado a un juez.

Los pagos hechos a los políticos eran, en su mayoría, entre US$ 5.000 y US$ 20.000 por mes, con algunos pagos de hasta US$ 100.000, llamados contribuciones de campaña. Entre los medios de comunicación, el director de Expresso (un tabloide) recibió US$ 1 millón y El Tío (otro tabloide), US$ 1.5 millones en dos años. El Canal 4 recibía US$ 1,5 millones por mes en propinas. Estos pagos subestiman los sobornos ya que Montesinos canalizaba más dinero para los periódicos y la televisión a través de la publicidad.

La única empresa de televisión no sobornada, el Canal N, continuó ofreciendo periodismo de investigación independiente y puso al aire por primera vez el video que provocó la caída del régimen. En 2000, sólo tres meses y medio después de la tercera victoria de Fujimori en las elecciones presidenciales, el gobierno cayó, cuando el Canal N exhibió el video que mostraba a Montesinos pagando al político opositor Alberto Kouri. Otro video mostraba a Montesinos ofreciendo a Alipio Montes de Oca, miembro de la Corte Suprema de Justicia, un soborno de US$ 10 mil por mes, además de atención médica y seguridad personal y la presidencia del Consejo Nacional Electoral.

Los mecanismos democráticos se complementan y refuerzan entre sí, la ausencia de uno debilita a todo el sistema democrático. Si uno de los controles es débil, todos lo son. Por consiguiente, cada uno de ellos es de vital importancia. Sin embargo, la televisión aparece como un límite crucial. ¿Por qué?

Su importancia se deriva del hecho de que los medios de comunicación pertenecen al mecanismo fundamental de restricción. Consideremos. La reacción de un gran número de ciudadanos a la violación de las reglas puede deponer a un gobierno. Sin embargo, se enfrentan a un problema de coordinación, ya que, en la elección de la forma de actuar, los ciudadanos deben evaluar lo que hacen los demás. La falta de información es la principal dificultad de coordinación. No saber lo que los otros saben es suficiente para frustrar acciones que precisan de coordinación. Al informar a todos acerca de las violaciones del gobierno, la televisión ayuda a resolver el problema de coordinación, ya que la transgresión se convierte en conocimiento común.

La diferencia entre la televisión y el periódico está en su alcance: los sobornos pagados a los periódicos eran más bajos que los que se pagaban a los canales de televisión, porque los peruanos prefieren recibir las noticias a través de la televisión. Demostrando su poder, fue ella la que finalmente derribó a Alberto Fujimori.

¿Será que todo eso importa? ¿Podíase justificar las acciones de Fujimori y Montesinos porque ellos destruyueron a Sendero Luminoso y pusieron fin a la hiperinflación? Nunca. Ya que, al acumular todos los poderes (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) en las mismas manos, la corrupción instaura la tiranía y sus arbitrariedades. Ella nos lleva de vuelta a la barbarie.


[1] Eliana Cardoso es Ph.D. de MIT y profesora titular de FGV-San Pablo.

Site: www.elianacardoso.com