CARA Y CECA DE LA ECONOMÍA KIRCHNERISTA

Durante las gestiones de los Presidentes Néstor y Cristina Fernández de Kirchner la economía argentina creció a una mayor tasa promedio que durante cualquier otro gobierno argentino desde 1810, a excepción de la primera presidencia de Julio A. Roca. A menudo se aduce que este crecimiento fue fruto del viento de cola. Pero Brasil, Chile, Colombia, México y Perú también tuvieron viento de cola y sin embargo acumularon un crecimiento promedio de 40% durante este lapso, cuando el de Argentina fue de 80%. Si bien la magnitud de nuestro guarismo se debe en parte a que arrancamos de un punto muy bajo por la crisis de 2002 y a la forma en que se mide la inflación oficial, lo cierto es que hemos vivido años de abundancia. El electorado ha compensado generosamente a los líderes de este período con dos sucesivas reelecciones, la última con guarismos envidiables.

¿Cuál ha sido la fórmula de un desempeño tan extraordinario? Una lista incompleta incluye prohibir exportaciones de carne premium para menguar su precio interno, pagarles a los productores de gas un precio inferior al cual el mismo es importado desde el extranjero, estatizar el sistema de jubilaciones, congelar las tarifas de servicios públicos durante nueve años cuando la inflación acumulada fue del 400%, sesgar el índice de inflación, ejecutar una quita extraordinariamente alta en la renegociación de la deuda externa en default, amonestar en público a empresarios identificados por su nombre propio, etc. ¿Habrán sido de veras tan buenas estas políticas?

Es tan absurdo desconocer la mitad del vaso lleno como la mitad del vaso vacío. El dilema surge de utilizar al producto bruto (PBI) como medida exclusiva del desempeño económico frente a una realidad que es policromática. El objetivo de esta nota es ayudar a aclarar este dilema analizado un indicador que sintetiza los muchos factores que afectan el desempeño económico en el largo plazo desde la óptica de quienes tienen capacidad de invertir. Es que la política genera efectos sobre el presente, pero también sobre el futuro. Y en condiciones habituales el PBI es poco sensible a las señales de largo plazo que emite la política económica. Por ejemplo, mientras las tarifas de servicios públicos están pisadas la gente se siente más rica que si hubiesen aumentado y gasta ese excedente en consumo, lo cual ayuda a que el PBI crezca.

En una investigación en curso con Ernesto Dal Bó, de la Univ. de California en Berkeley, y Javier García-Cicco, de la Univ. Católica Argentina y el Banco Central de Chile, estudiamos el dilema mirando el valor de las empresas, un barómetro que revela el atractivo a invertir y generar puestos de trabajo en un país por parte del sector privado. A diferencia del PBI, los precios de las acciones de las empresas incorporan rápidamente las señales respecto del futuro que va generando el entorno económico. Por ejemplo, cuando la política económica tiene efectos benéficos en el corto plazo pero dañinos para la inversión en el largo plazo, normalmente el PBI sube mientras el valor de las empresas baja. Otra ventaja es que, comparando la evolución del valor de las empresas en distintos países, podemos fácilmente identificar los determinantes comunes que hacen que todas suban o bajen, como el viento de cola, y focalizarnos en las diferencias entre países que reflejarían el efecto de cuestiones puramente nacionales, como la política local. Por último, este es un precio que alguien paga, no sujeto a cómputo por parte del gobierno. Y si el mismo revela una expectativa muy pesimista, un incrédulo puede comprar para realizar una ganancia cuando se muestre que éste tenía razón.

 

El gráfico reporta la evolución del valor de las empresas entre 2003 y 2012, ajustados por la inflación real y con base $100 en mayo de 2003, el mes de asunción de Néstor Kirchner. La línea roja muestra el índice bursátil argentino mientras que la azul muestra el promedio de los índices de Brasil, Chile, Colombia, México y Perú. La empresa típica que valía $100 cuando asumió Néstor, llegó a valer $352 en marzo de 2007. Este es un crecimiento absolutamente formidable –y también formidablemente parecido al de la empresa típica de otros países de la región. O sea, si las condiciones internacionales fueron muy benignas para todos, durante este lapso Argentina logró aprovecharlas igual que sus vecinos.

La historia difiere entre marzo de 2007 y octubre de 2012. Durante este tiempo las empresas argentinas perdieron 59% de su valor real, llegando a valer $143 al final de la muestra, mientras que en el resto de la región subieron 40%. Interpreto que esta gran caída respecto de la región refleja una opinión muy negativa sobre nuestra política económica por parte de quienes tienen capacidad de hacer inversiones. Esto es más allá de que sus empresas hayan ganado mucha plata en años recientes y más allá también de lo que los empresarios digan en los despachos y actos oficiales. Los precios revelan ácidamente la verdadera disposición a invertir el dinero propio.

El mundo fue más benigno con Néstor que con Cristina

A menudo se argumenta que Néstor y Cristina gozaron de gran bonanza externa. El gráfico sugiere que esta afirmación es injusta: a Cristina le tocó operar en un mundo muchísimo más peliagudo que a Néstor. Durante la gestión de Néstor, el valor de la firma típica de América Latina subió de $100 a $429. Durante la gestión de Cristina, la empresa típica de América Latina subió de $429 a $492 (15% en el último caso comparado con 329% en el anterior). El resto de la región le pudo sacar mucho menos jugo al mundo en que le tocó vivir durante la presidencia de Cristina que durante la presidencia de Néstor, entre otras cosas porque la bonanza externa fue menor para todos. No hay duda de que a Cristina le tocó presidir en un momento peor que a Néstor. Pero tampoco hay duda de que, desde el punto de vista de los inversores, otros países de la región lograron capear el temporal mejor que nosotros entre 2007 y 2012.

Interpretación oficialista

Desde una óptica oficialista uno podría argumentar que la política implementada durante 2007-2012 tuvo el doble mérito de haber crecido mucho más que la región y a la vez que los frutos de dicha bonanza no hayan sido apropiados por las grandes empresas que cotizan en bolsa sino por el resto de la economía: trabajadores y pequeñas y medianas empresas. En tal óptica, la caída de Argentina que muestra el gráfico sería un corolario natural del objetivo redistributivo del gobierno. Sin embargo, una primera aproximación al tema sugiere que indicadores de progreso social como salario real, índice de pobreza, riesgo alimentario, generación de empleos de calidad, etc. dejan de mejorar a partir de 2007 y en muchos casos se deterioran. En síntesis, los presuntos beneficiados por la redistribución no están mejor cuando nuestras empresas se desvalorizan respecto de la región.

Este barómetro tampoco es perfecto

Como todo barómetro este tampoco es perfecto. Su falencia más importante es que no incorpora el valor presente de los salarios futuros sino sólo el valor actual de las utilidades empresarias futuras. Un gran crecimiento del PBI como el observado de 2003 a 2011 seguramente permitió a las familias pobres inversiones en la salud y educación de sus hijos que a la larga redundarán en mayores salarios para éstos. Lamentablemente no existe una medida del valor presente de las utilidades más los salarios que permitiría una solución definitiva del dilema.

Otra crítica es que nuestros minúsculos mercados bursátiles no son representativos de la economía. Aquí la clave es que de la bolsa sólo tomamos los precios, no las cantidades producidas por las firmas que allí cotizan. Si bien la ferretería de su barrio es una minúscula fracción del sector de la construcción del país, el precio del tornillo que allí se vende es similar al de otras ferreterías de barrios parecidos. Y la clave es que los precios a los cuales se venden las empresas de la economía real que no cotizan en bolsa toman como referencia las valuaciones de las que sí cotizan. Y eso es lo que importa para este análisis.

En conclusión, una medida sensible a los efectos de largo plazo de la política económica da un panorama muy distinto sobre su bondad que el crecimiento del PBI. Nuestros vecinos lograron sacarle mucho más provecho que nosotros a la bonanza mundial. Son las empresas las que pueden invertir y generar los puestos de trabajo que a la larga hacen sustentable el progreso social. Y aquí tenemos como sociedad una gran tarea pendiente para que los argentinos podamos seguir disfrutando de un alto crecimiento durante muchos años por venir.

Una versión editada de esta nota fue publicada en la p.4 del Suplemento IECO del diario Clarín el 18-Nov-2012.