Finanzas Provinciales: Eurozonizándonos y Desestadounidizándonos

Las provincias argentinas están pasando por problemas financieros de gran gravedad. Sus premuras son tan grandes que algunas, como la provincia de Buenos Aires, no pueden hacer frente a sus compromisos corrientes de pagos a empleados públicos. En la cabeza de muchos gobernadores, la idea de emitir cuasi monedas es un fantasma que cada vez les cuesta más espantar. Algo está funcionando mal con nuestro pacto fiscal.

Dos dimensiones fundamentales a la hora de evaluar una unión fiscal son la automaticidad y la contraciclicalidad. Los arreglos fiscales de los Estados Unidos y Europa son dos modelos diametralmente opuestos que pueden hechar un poco de luz sobre lo que está pasando en nuestro país.

En los Estados Unidos, cada Estado individual está obligado por ley a mantener un presupuesto equilibrado. A cambio, el gobierno federal financia e implementa una importante red de estabilizadores automáticos. Entre ellos, encontramos un seguro de desempleo, programas de ayuda alimentaria y atención médica para familias de bajos ingresos (food stamps y medicaid, respectivamente), un sistema de salud para adultos mayores (medicare) y un sistema federal de jubilación con un sesgo altamente redistributivo (social security). Todos estos programas están financiados a nivel nacional con impuestos progresivos. Como resultado, si un Estado en particular, digamos Alabama, entra en recesión, sus habitantes automáticamente comienzan a recibir alivio económico y financiero del gobierno federal. Por supuesto, esta ayuda proviene de contribuciones que hacen otros Estados (aquellos con una mejor situación coyuntural) al gobierno central. Lo notable es que los habitantes de los Estados que acuden a ayudar a Alabama ni se dan cuenta que lo están haciendo. Y los habitantes de Alabama tampoco distinguen el origen preciso de la asistencia extra estatal que estan recibiendo. Es precisamente este sofisticado mecanismo de unión fiscal lo que hace que en la historia reciente no escuchemos que algún Estado norteamericano considere separarse de la unión del dólar creando su propia moneda. O que algunos estados protesten por tener que rescatar con dádivas a estados más cíclicamente vulnerables.

El arreglo fiscal europeo es el caso opuesto. Allí no existen ni impuestos ni transferencias implementadas a nivel federal. Cada país miembro de la eurozona implementa su propio sistema de impuestos y gastos. Esto quiere decir que no hay un sistema automático por el cual los países con menos problemas durante épocas de recesión, como Alemania y los Paises Bajos en la actual coyuntura, ayuden a los con más problemas, como los GIPS. Esta falta de federalismo fiscal tiene un agravante importante. La Comisión Europea, la institución encargada de los asuntos fiscales a nivel central, ha tenido un comportamiento altamente procíclico. En efecto, durante la fase expansiva del ultimo ciclo (2000 al 2008) fue permisiva con todo tipo de excesos fiscales en los países miembros (especialmente los emergentes). Desde el comienzo de la fase contractiva (del 2008 a esta parte), la Comisión Europea ha adoptado una posición igualmente procíclica, abogando por la austeridad fiscal en los países miembros con mayores dificultades. Dada la total ausencia de mecanismos estabilizadores automáticos, la ayuda de los estados menos afectados por la recesión a los más perjudicados llega en forma de dádivas explícitas, altamente condicionantes y ciertamente humillantes. El caso más concreto es el circo que acompaña a los salvatajes de Alemania a Grecia y España, con éstos jugando el rol de mendigos y aquella (corporizada en la Sra. Merkel) el de presidenta de la sociedad de beneficencia.

¿A cuál de estos dos sistemas se acerca más el arreglo fiscal argentino? Progresivamente, más al europeo que al norteamericano. En las últimas dos décadas, el sistema de coparticipación, que en su articulado contempla importantes mecanismos automáticos de redistribución, se ha vuelto letra muerta y ha sido reemplazado por políticas discrecionales de reparto de la masa tributaria. Consideren este dato: en 1993, las transferencias automáticas por coparticipación a las provincias representaba el 50 por ciento de los recursos tributarios nacionales sin contar seguridad social. En los últimos 15 años, este ratio a caído sin cesar, llegando en el 2009 (último dato del que dispongo) al 34 por ciento.

Nuestro esquema fiscal también se ha deteriorado significativamente en lo que hace a la contraciclicalidad. Aquí es menester no poner a toda la administración Kirchnerista en la misma bolsa. La política fiscal durante la administración del presidente Néstor Kirchner se preocupó bastante por acumular superavits durante aquellos años de vacas gordas (sobre este tema, miren la excelente entrada de Juan Pablo Nicolini titulada «¿Quién Controla a la Fiera?») Por el contrario, la actual gestión, particularmente desde la muerte del ex Presidente, ha optado por el desborde fiscal creciente, especialmente del gasto, independientemente del estado del ciclo económico (miren, por ejemplo, los informes del IARAF).

¿Que deberíamos hacer para aclarar el horizonte financiero de las provincias? Estadounidizarnos argentinamente. ¿Qué significa esto? Aquí van dos sugerencias básicas, una apuntando a la automaticidad y la otra a la contraciclicalidad: (1) Empezar por demandar que se observe la ley de coparticipación federal de impuestos, que es ciertamente una norma que dista de ser óptima (nos debemos una nueva), pero es mucho mejor que la ley de la dádiva. Nuestra voz y nuestro voto son, por supuesto, fundamentales. Pero también hace falta exigir coraje por parte de los gobernantes provinciales. En este sentido, es loable la iniciativa de Córdoba de llevar sus disputas financieras con la Nación a los estrados judiciales. (2) Exigir la construcción de un fondo de estabilización anticiclico al estilo del que mantienen Noruega con sus ingresos petroleros o Chile con los que obtiene de sus ventas de cobre. Un primer paso sería exigir al gobierno que rinda cuentas del uso que hace de la recaudación por retenciones al agro.

Mientras tanto, ¿qué deberíamos esperar para las finanzas provinciales? Pues un futuro tan opaco como el que enfrentan los países de la Europa periférica. Así como Grecia y España hoy dependen en gran parte de la voluntad de Merkel de proveer dádivas, también las provincias argentinas con problemas coyunturales dependen de la discrecionalidad de la presidenta Cristina Fernández.