Tecnología para el Desarrollo Productivo

En colaboración con Laura Jaitman (University College London)

En la actualidad estamos viviendo una revolución tecnológica aplicada a varias áreas: la salud, la producción de bienes y servicios, la educación, entre otras. Las nuevas tecnologías son una herramienta fundamental para el progreso y además cada vez se observa con mayor atención su potencialidad para el desarrollo económico. En esta línea el BID publicó recientemente un interesante libro “Conexiones del desarrollo: Impacto de las nuevas tecnologías de la información” editado por Alberto Chong, en donde se estudian diversos programas basados en la aplicación de nuevas tecnologías para fomentar el crecimiento económico y disminuir la pobreza.

Entre los programas incluidos en el libro, hoy voy a concentrarme en la evaluación del programa TRAZ.AR, que realicé con Laura Jaitman y constituye la primera evaluación de impacto de tecnología aplicada al sector agropecuario, más específicamente a la actividad ganadera. Este programa resulta muy interesante porque nos enseña varias cosas: cómo se puede mejorar la situación económica de pequeños productores rurales a través de la innovación tecnológica y a su vez qué importante es la estabilidad en las reglas de juego y en las políticas sectoriales para que estas intervenciones sean costo-efectivas.

El programa TRAZ.AR se llevó a cabo entre 2004 y 2006 en la provincia de Santa Fe y apuntó a mejorar la situación de los pequeños y medianos productores. En general estos productores sólo participan del primer eslabón de la cadena de producción de carne, siendo criadores, invernadores o productores de ciclo completo. Por su escala, venden animales al frigorífico más cercano o a remates/ferias a través de comisionistas.

El objetivo principal del programa TRAZ.AR fue la aplicación de técnicas de identificación y registros de animales –trazabilidad-, para que los ganaderos pudieran agregar valor a su producto y eventualmente venderlo a nichos de alto valor como la Unión Europea (la trazabilidad es requisito necesario para exportar allí), y de este modo aumentar la rentabilidad de sus establecimientos.

En principio 200 productores de la zona fueron sensibilizados sobre las ventajas de la trazabilidad y sólo 40 optaron por el programa. La trazabilidad se aplica en el sector ganadero para conocer la procedencia del animal, y los lugares por donde se desplazó hasta llegar al consumidor final. En el caso de los beneficiarios la identificación de los animales se realizó mediante el sistema RFID (radio frequency identification) que almacena la información en un chip portado por cada animal. Cada productor tiene un bastón que hace las veces de antena y capta la información del chip, y está conectado a una computadora de mano donde se guarda la información relativa a cada animal y luego se transfiere a un servidor central.

El programa se inició en 2004 cuando se vislumbraba un ciclo positivo para la ganadería con fuerte demanda interna y externa, luego de décadas de estancamiento. Los 40 beneficiarios se nuclearon en una cooperativa, PROGAN, que les permitió asociarse y comercializar su producción en manera conjunta.

¿Qué pasó? Lamentablemente, en 2005 comenzaron a implementarse políticas sumamente desfavorables para el sector (ver acá). Frente a la decisión gubernamental de anteponer el abastecimiento interno a los mercados de exportación y de intervenir en el mercado de la carne en forma descoordinada e ineficiente, los productores tendieron a modificar sus percepciones respecto del futuro de la actividad; en particular ello se refleja en el tipo de animal a producir y consecuentemente en el perfil de las demandas tecnológicas y productivas. Esta situación impactó negativamente en la expansión del programa TRAZ.AR dada la desmotivación en un sector limitado en su rentabilidad, sin previsibilidad e imposibilitado a exportar su producción.

Los beneficiarios contaron con el servicio de trazabilidad y capacitación en forma gratuita por dos años. Al finalizar el programa aquellos interesados en seguir contando con el servicio debían pagar una módica suma por animal por año. De los 40 beneficiarios, al cabo de sólo dos años 24 de ellos decidieron continuar. Aquellos que abandonaron el programa fueron en general los más pequeños, que no poseían capital suficiente para sobrellevar estos malos años a la espera de los años de vacas gordas.

¿Qué efectos tuvo el programa? Para contestar esta pregunta, se tomó a los 40 beneficiarios como grupo de tratamiento (independientemente de que luego algunos dejaron de utilizar TRAZ.AR) y se seleccionó a 40 productores de Santa Fe, con características similares antes del tratamiento, como grupo de control. Se aplicó el estimador de diferencias-en diferencias, metodología estándar de evaluación de impacto en el caso de no contar con un diseño experimental.

Si medimos el resultado del programa según sus objetivos principales: aumentar competitividad y rentabilidad de los pequeños/medianos ganaderos, observamos que fue exitoso. La cooperativa PROGAN pudo obtener una porción de la cuota Hilton (exportaciones a la Unión Europea) y colocó embarques a varios países en tanto las restricciones de las políticas nacionales lo permitieron. Asimismo, los productores asociados aumentaron su rentabilidad al aportar su producción a la cooperativa en lugar de venderla por su cuenta al frigorífico más cercano que constituye su costo de oportunidad (y era la práctica usual antes del programa). Obtuvieron un diferencial de precios de hasta el 20% en el ciclo 2008/2009 por vender a PROGAN.

Figura 1. Diferencial de precios por vender a PROGAN en vez de a los frigoríficos de la zona

Fuente: Elaboración propia en base a datos de PROGAN y datos de frigoríficos de Santa Fe

En cuanto al impacto en el stock de ganado, se observa que en 2003 el grupo de tratamiento tenía una escala promedio de 897 cabezas, en tanto los establecimientos del grupo control contaban en promedio con 853 animales (diferencia no significativa estadísticamente). Durante el programa el stock de los beneficiarios aumentó levemente y tuvo una leve contracción para el grupo control. Luego, en la fase más adversa de las políticas ganaderas, a las que se sumó la sequía, ambos grupos sufrieron una caída del stock, pero del doble de magnitud en el grupo de control (14.9% contra 9% en beneficiarios).

Figura 2. Algunos Indicadores Ganaderos –grupo de Tratamiento y Control

Fuente: Elaboración propia en base a encuestas

Según nuestras estimaciones, concluimos que los beneficiarios originarios experimentaron un aumento promedio del stock de ganado de 15% en relación a los no-beneficiaros. La reducción del stock en ambos grupos se explica por un efecto negativo significativo agregado captado por la caída ocurrida entre 2003 y 2010 del orden del 20%. También se observaron efectos positivos en el empleo calificado y se evidenció cierta sustitución de peones rurales por empleados más capacitados.

Asimismo hubo un cambio muy significativo en el conocimiento del negocio por parte de los ganaderos. De pasar a vender animales, se convirtieron en empresarios del sector cárnico a través de su cooperativa. Además, dados los problemas para exportar decidieron abrir una carnicería boutique en Santa Fe en donde abastecen al mercado interno con cortes de alta calidad, especialmente cuando por distorsiones en las exportaciones sus embarques quedan varados en el país. Los beneficiarios reportaron percibir aumentos significativamente mayores que el grupo de control en la eficiencia y rentabilidad de sus establecimientos y en la disminución del riesgo de cobro.

Esta experiencia exitosa fue replicada en Nicaragua y en otras provincias como Entre Ríos y Chaco. Los resultados son alentadores, pero no categóricos. Este es un ejemplo que muestra que la aplicación de tecnologías para reducir la pobreza rural podría ser una herramienta muy útil de cara al futuro.