De Rebelocracias y Reclutas: Instituciones y Participación en el Conflicto Armado Colombiano

Hay dos hipótesis dominantes sobre la participación individual en grupos armados ilegales. La “teoría de la avaricia” (greed theory), según la cual los integrantes de estas organizaciones se alistan motivados por incentivos materiales; es decir, volverse guerrillero o paramilitar es una forma más de empleo. La segunda es la llamada teoría del agravio (grievance theory), según la cual las personas deciden ingresar a un grupo armado por razones ideológicas.

El debate entre la teoría de la avaricia y la teoría del agravio ha ocupado muchas páginas en revistas y libros en los últimos años. A una larga lista de críticas teóricas[3] se suma la evidencia cualitativa recogida sobre varios estudios de caso, la cual sugiere que las motivaciones para ingresar a estos grupos son heterogéneas y que las historias de vida de muchos combatientes no se ajustan a las dos hipótesis dominantes. Recientemente, datos recogidos con encuestas a muestras representativas de antiguos combatientes y civiles en países como Sierra Leone y Colombia le han dado la razón a la evidencia cualitativa: los datos no se ajustan a la historia de la avaricia y del agravio[4]

En una investigación en curso abordo el tema del reclutamiento haciendo énfasis en el contexto institucional en que los reclutas toman la decisión de ingresar a un grupo armado. A pesar de la manera en que se suele pensar en las guerras civiles y los conflictos armados, las zonas donde los grupos insurgentes (y contrainsurgentes) están presentes no son siempre anárquicas y caóticas. Si bien la presencia de estos grupos lleva a una disrupción del orden, éste no es necesariamente suplantado por un desorden generalizado; en muchos casos se establece un nuevo orden basado en reglas claras (más o menos formales), que se hacen cumplir. De este modo, aunque hay períodos de desorden, es común encontrar zonas donde la conducta de la población civil está claramente regulada. Como en cualquier otro contexto, la toma de decisión de los individuos está condicionada de diferentes maneras por ese nuevo contexto institucional en el que viven.

Para diferenciar los distintos arreglos institucionales (formales e informales) que operan en zonas donde hay presencia de actores armados, propongo una tipología que diferencia, primero, entre orden y desorden; esto es, entre situaciones donde no hay reglas claras que regulen la conducta de civiles y combatientes (desorden) y situaciones donde dichas reglas sí existen (orden). Segundo, dado que este orden puede establecerse sobre la base de arreglos institucionales bien distintos, diferencio entre vigilancia y rebelocracia. En un orden de vigilancia el grupo armado crea reglas relacionadas con el orden público y el cobro de impuestos. En la rebelocracia, el grupo armado opera como el gobernante de hecho, regulando conductas que van más allá del pago de contribuciones y del orden público, interviniendo en los ámbitos económico, político y social. El grupo adopta, además, funciones centrales en la comunidad tales como dirimir conflictos sobre propiedad y regular servicios públicos. La violencia, desde luego, no dejar de estar presente y varía de un lugar a otro.

A pesar de lo poco que se habla de estas prácticas, existe abundante evidencia de la creación de rebelocracias por parte de grupos armados tan disímiles como los Tigres de Liberación del Eelam Tamil de Sri Lanka, el Ejército Nacional de Resistencia de Uganda, el Ejército Rojo de Mao, o Sendero Luminoso en Perú. En Colombia numerosos estudios han documentado la intervención de guerrilleros y paramilitares en la vida económica, social y política de diferentes comunidades[5]. Los datos que recogí sobre una muestra aleatoria de comunidades en diferentes regiones del país sugieren que, en efecto, las rebelocracias son muy comunes, como lo muestra la Figura 1.

Figura1. Orden social en zonas de presencia de grupos guerrilleros y paramilitares (datos agregados 1976-2002)

Para entender por qué los individuos deciden ingresar a un grupo armado propongo indagar por las diversas maneras en que estos distintos contextos pueden transformar las alternativas disponibles para los individuos, los payoffs asociados a ellas e incluso sus motivaciones o preferencias. De mi trabajo se derivan dos hipótesis centrales.

Primero, el reclutamiento es más probable en zonas donde hay presencia de al menos un grupo armado ilegal, independientemente de su conducta en la zona. Hay diversos mecanismos por los cuales la sola presencia de combatientes hace más probable que los individuos decidan ingresar al grupo que está presente o incluso al enemigo. Un ejemplo evidente es el uso de la violencia: si los combatientes de un grupo paramilitar usan la violencia contra la población civil, es más probable que haya personas en la zona decididas a ingresar a un grupo paramilitar o guerrillero para protegerse[6] o para buscar venganza. Otra vía por la que la presencia de grupos armados facilita el reclutamiento es “naturalizando” la opción de ser combatiente: es más probable que un joven considere dentro de su menú de opciones volverse  combatiente si vive en una zona donde hay combatientes. De otro lado, si la presencia de actores armados afecta negativamente la economía local, para los habitantes de estas zonas ingresar a un grupo armado tendría un costo de oportunidad menor.

En un trabajo colaborativo con Stathis Kalyvas, encuestamos a aproximadamente 830 desmovilizados de grupos guerrilleros y paramilitares en Colombia[7]. También hicimos una encuesta a 650 civiles en municipios donde los desmovilizados encuestados vivían en el momento de ingresar a un grupo armado por primera vez.[8] Nuestros datos sugieren que los combatientes suelen venir de lugares donde había presencia de grupos guerrilleros o paramilitares, como lo muestra la Figura 2.[9]

Figura 2. Presencia de guerrillas y paramilitares en el lugar de residencia de los reclutas en el momento de alistarse en un grupo armado

Mi segunda hipótesis es que si bien es cierto que los grupos armados siempre afectan la vida de la población civil, su capacidad para transformar las alternativas disponibles para los civiles, los payoffs asociados a ellas e incluso sus preferencias es mucho mayor en los lugares en que establecen rebelocracias. En estos lugares la intervención del actor armado en la vida de la comunidad crea numerosas razones por las que los civiles, en especial los jóvenes, pueden considerar que ingresar a un grupo armado les permitirá alcanzar sus objetivos. Los datos de la encuesta mencionada anteriormente sugieren que, en su mayoría, los reclutas vivían en una rebelocracia en el momento en que decidieron alistarse (Figura 3). Esta correlación entre rebelocracia y reclutamiento es robusta en distintos modelos en que se comparan guerrilleros, paramilitares y civiles, controlando por indicadores de ingreso, presencia estatal, polarización en la comunidad, confianza interpersonal, violencia y zona geográfica, entre otros.

Figura 3. Orden social en el lugar de residencia de reclutas en el momento de alistarse en un grupo armado

Los datos que recogí en una muestra aleatoria de comunidades en diferentes zonas del país sugieren un patrón similar. Con base en entrevistas a diferentes fuentes locales, codifiqué el tipo de presencia de los actores armados en la zona, el tipo de orden social que operó en el lugar y si en la comunidad hubo mucho reclutamiento o no. Como lo muestra la Figura 4, el porcentaje de comunidades donde hubo alto reclutamiento es mucho mayor en aquellos lugares donde operó una rebelocracia.

Figura 4. Orden social y reclutamiento en una muestra aleatoria de comunidades

Existen diversos mecanismos por los cuales la consolidación de una rebelocracia facilita el reclutamiento. Menciono algunos. Primero, al operar como gobernante de hecho el grupo se convierte en un actor supremamente poderoso, más allá de su capacidad de usar la violencia. Al ser el ente que dirime conflictos, aprueba nuevas actividades económicas, prohíbe eventos sociales y decide el curso de la vida política, el grupo armado se convierte en el centro de poder. Formar parte del grupo armado es percibido, por lo tanto, como una manera de acceder a dicho poder.

Otro mecanismo importante tiene que ver con el status que el grupo armado logra tener dentro de la comunidad. Esto es especialmente cierto en las comunidades donde había un gran vacío institucional antes de la llegada del grupo armado (un vacío que el grupo sabe explotar). Por ejemplo, cuando los guerrilleros o paramilitares eliminan los robos, las violaciones y las riñas callejeras, es común que la población local reconozca y valore estos cambios (aún si están acompañados de violencia ejercida por el mismo grupo armado). De hecho, la eficacia de las llamadas “limpiezas sociales” por parte de estos actores para obtener reconocimiento social ha sido destacada por diferentes autores[10]. Este status resulta muy atractivo especialmente para los jóvenes, un sector de la población para el que el reconocimiento de sus pares (y del sexo opuesto) es una de sus prioridades.

Estos resultados tienen varias implicaciones tanto a nivel teórico como empírico y de política pública. Teóricamente, sugieren que el análisis del comportamiento individual en zonas de conflicto, ya sea para explicar el reclutamiento, el desplazamiento, el comportamiento económico o la participación política, han dejado de lado un factor fundamental: la gran variación en el contexto institucional en que estos individuos toman dichas decisiones.  Del mismo modo, el análisis del comportamiento de los grupos armados se ha basado en supuestos muy simplistas sobre cómo buscan condicionar la conducta de la población civil con la violencia y la indoctrinación, dejando de lado la importancia de su papel como gobernantes de hecho.

A nivel empírico, estos resultados sugieren que los diversos análisis estadísticos que buscan evaluar el efecto de la presencia de actores armados sobre diferentes outcomes económicos como el empleo, la inversión o las finanzas públicas, o fenómenos políticos como la participación electoral, se basan en proxies dudosas. Por lo general, estos estudios usan datos sobre violencia. Pero resulta claro que donde más “mandan” estos grupos es donde menos violencia debe ser registrada, ya sea porque no la necesitan (tienen un control social que hace muy difícil la desobediencia) o porque es más difícil reportarla. Además, resulta claro que aún si la violencia es una buena proxy de presencia, es una medición que suma peras con manzanas: en la medida en que las instituciones importan, no basta con saber si un grupo armado está presente en la zona, sino si logró capturar las instituciones o no.

Por último, a nivel de política pública estos resultados sugieren que los supuestos sobre los que se basan las estrategias de contrainsurgencia y prevención de reclutamiento deberían tomar en serio a las instituciones locales. En lugar de pensar sólo en los incentivos materiales de los civiles, es importante mirar los vacíos institucionales que estos grupos logran explotar y les permite penetrar de un modo tan profundo la vida de las comunidades.[11]


[1] Este es un estimado conservador. A comienzos de la década del 2000 las FARC tenían alrededor de 25,000 combatientes, el ELN 6,000 (Gutiérrez 2003) y los paramilitares 15,000 (Gutiérrez 2008). A estos hay que sumar los de otros grupos guerrilleros desmovilizados en los ochenta y noventa y los integrantes de las llamadas BACRIM (los neo-paramilitares-narcotraficantes) que parecen tener al menos 5,000  miembros actualmente, según fuentes oficiales.

[2] Sánchez y Chacón (2006).

[4] Véase por ejemplo Arjona y Kalyvas (2008) http://www.anamarjona.net/docs/Arjona_Kalyvas_2008.pdf ; Humphreys y Weinstein (2008) http://www.columbia.edu/~mh2245/papers1/who_fights.pdf .

[5] Por ejemplo Gutiérrez y Barón, 2006. “Estado, control territorial paramilitar y orden político en Colombia”. En Gutiérrez, Wills, E. M. & Sánchez, G. (eds), Nuestra Guerra Sin Nombre: transformaciones del conflicto en Colombia. Bogotá: Norma.

[6] Kalyvas y Kocher (2007) argumentan que una de las motivaciones centrales para el reclutamiento es la búsqueda de seguridad. http://stathis.research.yale.edu/documents/WP.KalyvasKocher.pdf

[7] Los guerrilleros se desmovilizaron voluntariamente, por lo que los datos pueden no ser representativos de la población guerrillera en general. Entre los paramilitares, en cambio, algunos se desmovilizaron voluntariamente y otros lo hicieron siguiendo las órdenes de sus comandantes cuando éstos últimos pactaron con el gobierno su desmovilización.

[9] En un artículo reciente mostramos que la mayoría de combatientes suele ingresar al grupo armado presente en su zona (Arjona y Kalyvas 2011) (http://www.palgrave.com/products/title.aspx?pid=488965 )

[10] Por ejemplo Michael Taussig, 2003. Law in a Lawless Land: Diary of a “Limpiez” in Colombia. New York: New Press.

[11] Cabe preguntarse, desde luego, si la correlación entre rebelocracia y reclutamiento no es simplemente espuria: son los factores que explican la probabilidad de que se establezca una rebelocracia los mismos que llevan a un mayor reclutamiento? Estas es una de las preguntas que investigo en mi tesis doctoral.