¿POR QUÉ A LAS PIÑAS? Cómo se hace la política económica

La trompada que le pegó hace unos días la diputada Camaño al diputado Kunkel es un reflejo del funcionamiento de las instituciones argentinas y un reflejo de la calidad de sus dirigentes. Un estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo ubica al Congreso argentino empatando el último puesto con los de Guatemala y República Dominicana de los 18 parlamentos latinoamericanos analizados en términos de sus capacidades técnicas, su calidad, y su relevancia en la elaboración de políticas públicas. Entre otras cosas, los legisladores argentinos suelen tener menores niveles de educación (por ejemplo muy pocos con posgrado en el exterior) que sus pares de otros países, como Chile.

Esta diferencia en las características del capital humano en la esfera pública no se limitan al poder legislativo.  Luego de algún atisbo de selección positiva durante los años 90 y especialmente durante el gobierno de la Alianza, la Argentina retrocedió al paradigma en el cual los principales cargos de la administración pública están en manos de operadores políticos con poca sofisticación técnica o de técnicos de muy poco peso propio que pueden ser fácilmente manipulados y oportunamente reemplazados como fusibles cuando las cosas andan mal.  Nuevamente, la diferencia con lo que pasa en otras partes del continente no podría ser más abismal. Los equipos económicos en países como Colombia, Chile y México, aún bajo administraciones de distintos signos políticos, siempre se componen de profesionales de importantísima trayectoria y de gran reconocimiento internacional.  Para seguir con el contraste con los vecinos trasandinos, el Ministro de Hacienda (principal cargo económico en el gabinete chileno) durante todo el gobierno de Michelle Bachelet fue nada menos que Andrés Velasco, profesor de la Kennedy School of Government en Harvard y uno de los economistas más prestigiosos de América Latina. Luego de soportar intensas presiones políticas al principio de la administración Bachelet por negarse a utilizar las reservas acumuladas en el fondo anticíclico del cobre, se retiró luego de cuatro años de gestión con una altísima aceptación pública por el excelente manejo de las finanzas públicas chilenas en el contexto de la crisis internacional. Precisamente haber cumplido con los principios de los fondos anticíclicos, ahorrar en las buenas para los malos tiempos, fue la clave del éxito. Esas reservas pudieron utilizarse durante la crisis para estimular el gasto a través de subsidios y reducciones impositivas, políticas que tuvieron un considerable efecto social positivo.

Durante parte del tiempo en que Velasco lideraba las riendas de la economía chilena, el cargo equivalente en el caso argentino estuvo ocupado por una señora que en la memoria colectiva será recordada sólo porque guardaba dinero en una bolsita de supermercado en el baño del ministerio.

No es sorprendente, entonces, que en el último ranking de ministros de Economía de América Latina publicado por la revista América Economía, el ministro chileno (Velasco) es destacado entre los 5 mejores de la región, mientras que el ministro argentino (Bodou) es destacado entre los 5 peores.

Hace unos años, cuando un escándalo puso en tela de juicio a un presidente del Banco Central de Chile (su secretaria filtraba información), el presidente de turno se vio obligado a reemplazarlo por un muy prestigioso economista de signo político contrario.  Nuevamente, el contraste con lo que sucede en estos lares no podría ser mayor.  En un ranking reciente de Bancos Centrales en el World Competitiveness Yearbook el Banco Central Chileno figura como el 8vo mejor del mundo (1ro en América Latina) y el argentino como el 3ro peor dentro de los 59 países rankeados.

Yendo a temas más amplios, es muy difícil que se pueda construir políticas públicas coherentes, sensatas, bien pensadas, bien implementadas y por lo tanto efectivas en un contexto institucional y un espacio público como el que caracteriza a la Argentina.  Un país donde el debate serio está prácticamente ausente. Un país donde durante un mandato presidencial se privatiza y al siguiente se nacionaliza el sistema previsional y varios servicios públicos, utilizando exactamente la misma herramienta política de comprar los votos de los legisladores con concesiones fiscales para sus provincias de origen (en el mejor de los casos) y con sobres (en otros casos), y en ningún caso con una seria evaluación de virtudes y defectos del sistema previa ni una discusión técnica sobre posibles alternativas y sus impactos.  No es sorprendente que en el mismo estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, Chile apareciera como el que tiene las políticas públicas más coherentes, más efectivas y mejor implementadas, y que la Argentina ocupara el antepenúltimo puesto, superando solamente a Ecuador y Venezuela.

Como dijera hace poco una editorial de un prestigioso diario internacional, los gobiernos argentinos vienen y van, pero el legado de sus malas gestiones perdura durante generaciones.

Referencias:

América Economía, edición online (19 de noviembre de 2010) “Ranking de Ministros de Finanzas 2009

Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (2006) La política de las políticas públicas. Washington, BID.

IMD World Competitiveness Report (2003)

Spiller, Pablo y Mariano Tommasi (2007) The Institutional Foundations of Public Policy in Argentina. Cambridge University Press.

Tommasi, Mariano (2006) “Presidential Address: The Institutional Foundations of Public Policy

Tommasi, Mariano (2008) “Un país sin rumbo. Política, Políticas Públicas y Desarrollo en Argentina (con una leve comparación al caso chileno)” Mimeo, Universidad de San Andrés.