Por qué los economistas tienen razón: las expectativas racionales y el principio de incertidumbre en la economía. Parte I

Traducido por Mariano Spector del original en inglés

En física el principio de incertidumbre de Heisenberg establece un límite a nuestra capacidad de conocer simultáneamente ciertos hechos, tales como la posición y la velocidad de una partícula. La teoría que capta esta idea es una teoría probabilística: en la mecánica cuántica sólo las probabilidades de los resultados pueden ser conocidas de antemano. Extrañamente, se espera más de los economistas. Mucho se ha hablado de la incapacidad de prever la crisis actual – algunos dicen que es una crisis de la economía; otros dicen que surge de la hipótesis de «expectativas racionales». Por el contrario: la imposibilidad de predecir de manera confiable una crisis es un principio fundamental de la economía.

La analogía con la física es instructiva. El principio de incertidumbre de Heisenberg surge porque el observador interfiere con el sistema. Esto es más pronunciado en economía: un analista que hace pronósticos que son creídos por el público tendrá un impacto en el comportamiento de la misma gente que está analizando. ¿No debería haber un principio de incertidumbre en la economía? Lo hay – y la tan denostada teoría de las expectativas racionales es la herramienta que utilizan los economistas para explicar la relación entre analista y analizado.

Por supuesto, las crisis se pueden predecir. Si todos los años digo «habrá una crisis este año», eventualmente estaré en lo cierto. Si 100 personas escojen un año cada uno, entonces necesariamente alguno de ellos tendrá razon. Un método fiable de predecir una crisis debe ser una regla que cualquiera (o al menos cualquiera que posea los conocimientos técnicos necesarios) pueda aplicar y llegar a la misma conclusión correcta que cualquier otra persona que utilice el mismo método. El principio de incertidumbre en economía surge de un hecho muy simple: todos somos actores en la economía y los modelos que utilizamos determinan cómo nos comportamos. Si se descubre que un modelo es correcto, entonces cambiaremos nuestro comportamiento según nuestra nueva comprensión de la realidad – y cuando un número suficientemente grande de gente lo hace, el modelo original deja de ser correcto. En este sentido, el comportamiento humano futuro es necesariamente incierto.

Tomemos un ejemplo: ¿cómo podríamos predecir un colapso de la bolsa? Supongamos que dos psicólogos conductuales (llamémoslos «Kahneman y Tversky») producen un modelo de «sesgos cognitivos» que predice cuándo ocurrirá una crisis financiera. El modelo nos dice que el mercado de valores colapsará el 28 de octubre. Dado que el modelo es confiable y tiene un historial perfecto, creemos naturalmente esta predicción. ¿Qué haríamos entonces? Venderíamos nuestras acciones el 27 de octubre. Pero, por supuesto, si mucha gente hace esto, la bolsa caerá el 27 de octubre y no el 28. Así que este modelo aparentemente fiable estará errado.

Nótese el énfasis en los modelos, o al menos en las reglas, que en principio se pueden aplicar. Cuidado con los oráculos. Supongamos que Warren Buffet siempre puede predecir el día de la caída de la bolsa y tiene la amabilidad de avisarnos con antelación. Si no puede -o no quiere- decirnos cómo lo hace, tenemos dos problemas. En primer lugar, que finalmente va a morir – ¿dónde nos encontraremos entonces? En segundo lugar, ¿cómo podemos saber si realmente es un oráculo, o si es sólo la persona que tuvo suerte entre otras cien (o mil, o un millón) que dijeron algo al azar y resultaron estar en lo cierto? Si conociésemos la regla, la podríamos aplicar tanto a datos históricos como a nuevos datos que vayan apareciendo. La probabilidad de que una regla siempre haya estado en lo correcto a pesar de ser errónea es naturalmente muy pequeña. Para tomar un ejemplo: la teoría de la gravedad fue muy controvertida cuando se la propuso por primera vez. Sin embargo, ¿quién creería hoy que la predicción de la trayectoria de una bala de cañon podría estar equivocada? Ciertamente, yo no me animaría a pararme allí donde la teoría dice que la bala caerá. ¿Acaso alguien habría hoy escuchado hablar de Newton si éste se hubiese limitado a hacer predicciones sobre las trayectorias de las balas sin revelar su método?

Los mercados financieros proporcionan buenos ejemplos. ¿Ha habido acaso brillantes físicos que, utilizando poderosas computadoras, hayan descubierto cómo predecir el comportamiento de la bolsa? Tal vez – pero por supuesto, si hay patrones predecibles en los precios de las acciones, con el tiempo estos brillantes físicos los harán desaparecer. Una de las principales observaciones teóricas de las finanzas es que los precios del mercado de valores son relativamente impredecibles – y esto está respaldado por décadas de evidencia. Esto no quiere decir que no sea posible sacar provecho de una observación perspicaz – sólo que el inversor astuto cuenta su dinero rápidamente y luego de seis meses sigue adelante.

El principio de incertidumbre no sólo se aplica a los mercados bursátiles. Supongamos que un politólogo inteligente fuese capaz de predecir que habrá una revolución en Libia y que terminará el 11 de octubre de 2011 con la muerte de Muammar Gaddafi. ¿Se hará realidad dicha predicción? Si Gaddafi confía en aquel pronóstico, tal vez no – no hay duda de que abandonará el país mucho antes de esa fecha, y mientras que la revolución habrá tenido éxito, su desenlace habrá sido mucho más rápido y pacífico.

El principio de incertidumbre en economía conduce directamente a la teoría de expectativas racionales. Así como el principio de incertidumbre en física es consistente con las predicciones probabilísticas de la mecánica cuántica (hay una probabilidad del 20% de que esta partícula aparezca en tal lugar con tal velocidad), el principio de incertidumbre en economía es consistente con las predicciones probabilísticas de las expectativas racionales (hay un 3% de probabilidad de una caída de la bolsa el 28 de octubre).

Prestar atención a aquello que la teoría de las expectativas racionales NO dice: a menudo se la confunde con la previsión perfecta – lo que significa que podemos anticipar perfectamente lo que sucederá en el futuro. Aunque la previsión perfecta es ampliamente utilizada por los economistas para el estudio de fenómenos tales como crecimiento a largo plazo, donde el énfasis no está en la incertidumbre, no es la teoría utilizada por los economistas para el estudio de las recesiones, las crisis o el ciclo económico. La teoría más ampliamente utilizada se denomina Equilibrio General Dinámico Estocástico (DSGE por sus siglas en inglés). Notar que la palabra «estocástico» – que significa aleatorio – muestra que esta teoría refleja la aleatoriedad que está necesariamente presente debido al principio de incertidumbre.

En un lenguaje sencillo, expectativas racionales quiere decir: «si la gente cree esta predicción, será verdad.» Por el contrario, si una teoría no es de expectativas racionales, nos dirá: «si la gente cree esta predicción, no será verdad.» Obviamente, una teoría como esa tiene una utilidad limitada. O dicho de otro modo: si una teoría es correcta, con el tiempo la mayoría de la gente la creerá, por lo que debe ser necesariamente de expectativas racionales. Cualquier otra teoría tiene la propiedad de que la gente debe siempre desconfiar de ella, incluso cuando sea apoyada de forma abrumadora por la evidencia – porque tan pronto sea creída, se vuelve errónea.

Entonces, ¿demuestra la crisis que las expectativas racionales y el comportamiento racional son malos supuestos para la formulación de la política económica? ¿Deberíamos tal vez recurrir a modelos de comportamiento irracional para entender cómo lidiar con la caída del mercado de inmobiliario o la crisis económica griega? Esta alternativa nos llevaría a construir sobre cimientos de arena. Nos llevaría a crear políticas e instituciones económicas con la propiedad de que tan pronto como son correctamente entendidas, dejan de funcionar.