Salud, Economía y  Empleo en México: el Flagelo de la Pandemia

Por Luis Rubalcava Peñafiel, Profesor Afiliado de la División de Economía en el Centro de Investigación y Docencia Económicas A.C

Agradezco la generosidad de Graciela Teruel, directora del EQUIDE en la Universidad Iberoamericana, CDMX; y a Víctor Pérez, coordinador de la EnCOVID-19, haberme facilitado la información para escribir el presente blog.

 

La Pandemia  del virus SAR-COV2  ha sido devastadora a nivel mundial. En el ámbito de la salud, el empleo y la economía de las familias, por decir lo menos, ha exacervado y hecho más evidentes las desigualdades sociales al interior de cada país, y entre las naciones.  En Latinoamérica, se espera que la Pandemia provoque la peor crisis económica que se tenga registro, haciendo retroceder los avances de combate a la pobreza de las últimas dos décadas. Peor aún, nos encontramos en un momento en que el mundo no avisora una recuperación a niveles pre-Covid  en el corto y posiblemente en el mediano plazo, pues falta un largo recorrido para que los esfuerzos de vacunación, desarrollo y disponiblidad de tratamientos médicos efectivos existan y se distribuyan a un porcentaje importante de la población.

En el caso de México, las acciones de distanciamiento social adoptadas para contener la Pandemia del COVID-19 han llevado a una paralización de la actividad económica cuya magnitud y efectos apenas empezamos a esbozar.  Sólo en el 2020, se calcula que el Producto Interno Bruto retrocedió en el órden del 9 por ciento.  Resulta entonces crucial recoger información estadística a  nivel de la población que nos permita conocer los costos que la Pandemia está imponiendo en el bienestar de las familias, los niveles de pobreza y la desigualdad social. No hacerlo, implicará evitar comprender el verdadero sufrimiento, y lo que es peor, estar imposibilitados de diseñar políticas públicas y programas sociales que ayudena a mitigar el histórico choque de este virus.

Ante esta coyuntura, la Universidad Iberoamericana, A. C., a través del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE), emprendió la tarea de diseñar y levantar una encuesta que permitiera diagnosticar los efectos de esta crisis en el bienestar de los hogares mexicanos, no sólo en el ámbito del empleo y la ocupación, sino también en los ingresos, la alimentación y la salud mental, entre otras dimensiones de la calidad de vida. La Encuesta de Seguimiento de los Efectos del COVID-19 en el Bienestar de los Hogares Mexicanos (EnCOVID-19) inició su primer levantamiento de corte transversal en abril del año pasado, continuando con levantamientos mensuales hasta agosto del 2020 y posteriormente, de forma bimensual e ininterrumpida, hasta el momento de escribir estas líneas.  La EnCOVID-19 es una estupenda fuente estadística para analizar la dimensión de los efectos de la Pandemia en México pues cuenta con diversas fortalezas: la inclusión en un solo instrumento de las cuatro dimensiones del bienestar que hemos mencionado y además, porque parte de una muestra representativa a nivel nacional.

En este espacio, presento algunos de los hayazgos en términos del impacto sobre salud mental; los efectos colaterales en la atención médica como consecuencia de la saturación de los servicios de salud; y cifras crudas sobre el impacto que el COVID-19 inflinge día a día en la economía de las familias mexicanas.

Es de todos conocido el efecto devastador de la Pandemia en la salud  de la población a nivel mundial. El número de casos infectados y de fallecimientos crece día con día. Sin embargo, poco se habla de los efectos colaterales que en otros ámbitos de la salud la Pandemia impone. Por ejemplo, ante la saturación de los servicios de salud por atender la Emergencia, al cierre del año pasado, 12 de cada diez hogares en México reportaron haber dejado de recibir atención médica por una enfermedad distinta al COVID-19. Las razones: 40% por suspención de la atención médica; 34% por miedo al contagio; y 13% por reprogramación del servicio o falta de médicos. Estos números son impactantes por sí solos, pero vislumbran un panorama de mayor desolación hacia adelante en la salud pública del país, ante el inmenente disparo de la prevalencia de padecimientos y enfermedades que se han dejado de atender.

Por otro lado, en cuestión de salud mental, uno de cada tres adultos en México presenta ansiedad. La angustia de ser contagiado, tener a un familiar o amigo enfermo o fallecido y los estragos en la economía familiar, están impactando severamente el estado emocional de la población.

La Pandemia también ha devastado a la economía familiar. El confinamiento voluntario y el paro seccionado de sectores completos de la economía del País, ha generado que un porcentaje importante de la población deje de asistir a sus centros de trabajo con la consecuente reducción o pérdida de sus ingresos; aún incluso sin necesariamente haber sido la persona formalmente despedida. De acuerdo con la EnCOVID-19 en mayo de 2020 –en el momento de mayor desocupación por el confinamiento– 8.9 millones de mexicanos declararon haber perdido su trabajo; y peor aún, no estar en condiciones de salir a buscar empleo a pesar de no contar ya con su fuente de ingresos. Esta situación ha afectado principalmente a los trabajadores de nivel socioeconómico bajo, exascervando la desigualdad en una sociedad ya de por sí desigual. Algunos números más: entre quienes han sido afectados  63% obtuvieron menos ingresos,  23% les retiraron prestaciones o beneficios y sólo 35% pudo trabajar desde casa al menos un día a la semana. Por si fuera poco, de mayo a diciembre del 2020, una tercera parte de los hogares entrevistados mencionaron haber perdido más del 50% de sus ingresos.

Lo que narramos aquí, es sólo una mínuscula radiografía del efecto de la Pandemia en México. Lo triste y preocupante, es que esta situación es generalizable a otros paises de Latinoamérica que, como en el caso de México, sus sistemas de protección social son limitados y el margen de política monetaria y fiscal para implementar medidas anticíclicas es acotado. Es entonces imperante, que sociedad y gobiernos encuentren las pautas que permitan restablecer las condiciones de salud previas a la aparición del SAR-COV2. De lo contrario, el empobrecimiento y el incremento en la desigualdad de la sociedad será de dimensiones apocalípticas.