Una pandemia desigual

A Matías le vino de perilla la pandemia. A sus 6 años, la escuela lo aburría. Con el congelamiento de las clases, sus padres vieron una oportunidad. Trabajando desde la casa, mamá y papá con estudios de posgrado, se volcaron al niño. Lo sacaron del colegio (las clases virtuales eran broma) y se dedicaron a educarlo. Al principio no fue fácil, pero luego de 9 meses Matías se comunica bien en tres idiomas, vuela en las matemáticas y mejoró su nivel de lectura. La socialización era un desafío, pero la familia encontró a otras en la misma. Se organizaron recreos en el barrio y santo remedio. Con un Estado atado de manos, la respuesta de la familia funcionó. Es un caso particular, pero ilustra un tema general.

La discusión respecto de los efectos de la pandemia ha estado centrada en el corto plazo. La pérdida de empleos y el golpe al crecimiento son el foco de atención, anticipándose un rápido deterioro de la distribución de ingresos. Con algo de suerte, la recuperación de 2021 debería mitigar algo. Pero el congelamiento de la educación… eso sí es letal. Con millones sin clases, con un mundo político que evita el tema, la igualdad de oportunidades parece hoy un barco sin capitán.

Y para comenzar a meter miedo, la evidencia internacional empieza a demostrar el impacto de las circunstancias. Tanto en EE. UU, Bélgica y Holanda, todos países con mejores condiciones educacionales, los datos demuestran caídas en los niveles de aprendizaje y de los estudiantes sin acceso a salas de clases. Y los efectos son más pronunciados entre los de hogares de menores ingresos. ¿ Por qué? Todo indica que estos no cuentan con soportes que compensen la ausencia del profesor, siendo sus niños más proclives a sustituir el tiempo educacional con actividades de menor productividad (videojuegos y TV).

Todo lo anterior es ampliado por los ajustes en los métodos de crianza. Aquí el contraste por el nivel de educación de los padres es incluso más marcado, pues entran a jugar desde la posibilidad de teletrabajar hasta el acceso a redes, factores que habilitan y potencian una eficiente inversión parental en el capital humano del menor. ¿ Efectos? Durante 2020, por ejemplo, alumnos secundarios en vecindarios más educados/acomodados de los EE.UU.
han mejorado el desempeño académico, situación diametralmente distinta a la de quienes están al otro lado de la distribución (Agostinelli et al, 2020).

Rawls planteó que “la justa igualdad de oportunidades solo puede ser llevada a cabo imperfectamente, al menos mientras exista la institución de la familia”. La pandemia amplificó tal imperfección y Matías se benefició. No faltarán quienes crean que para batallar con estas nuevas brechas lo apropiado sea nivelar para abajo. Sería un error. El esfuerzo, particularmente el público, tiene que estar ahora sí en invertir en calidad. Y hay que hacerlo rápido para recuperar a los perjudicados. Si el desafío precovid del país en educación ya era grande, a partir de 2021 será monumental.  Aquí se puede inscribir una vacuna en contra de la desigualdad.

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