Millennials en América Latina y el Caribe: ¿trabajar o estudiar?

La juventud es una etapa crítica en la que se toman decisiones trascendentales, en especial, en lo que se refiere al trabajo y el estudio. Entender qué hay detrás de la elección entre estudiar o trabajar, o la combinación de ambas, permite apoyar, mediante políticas públicas, un futuro mejor para la próxima generación de trabajadores en América Latina y el Caribe (ALC). Este objetivo es prioritario debido a la irrupción de nuevos adelantos tecnológicos en el mercado laboral que amenazan con automatizar tareas y ocupaciones.

Hasta el momento, los estudios que buscan develar los factores que afectan las decisiones de los jóvenes se han enfocado mayoritariamente en sus características sociodemográficas y las de sus familias, como la edad, el género, los ingresos, la composición del hogar y la paternidad y maternidad tempranas. Sin embargo, existe menos evidencia sobre el rol de otras dimensiones relevantes, como los son las habilidades cognitivas y no cognitivas, las actitudes, las expectativas, las aspiraciones y la información sobre el mercado laboral con la que cuentan los jóvenes. Ciertamente, la carencia de datos sobre estas dimensiones explica el foco de las investigaciones existentes y ha limitado la capacidad de ofrecer un mejor diagnóstico sobre los jóvenes en la región.

En el libro Millennials en América Latina y el Caribe: ¿trabajar o estudiar? indagamos acerca de estos factores menos tradicionales. Se trata de un proyecto que contó con la participación de más de 15.000 jóvenes de entre 15 y 24 años residentes principalmente en las zonas urbanas de nueve países: Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Haití, México, Paraguay, Perú y Uruguay. Para ello se realizaron dos relevamientos de datos, uno cuantitativo y otro cualitativo, que permiten comprender mejor las habilidades, expectativas y aspiraciones de los jóvenes, y el contexto en el que ellos se desarrollan.[1]

Los resultados muestran que, si bien hay variación a través de países, en promedio el 41% de los jóvenes de la región se dedica solamente a estudiar o capacitarse, el 21% trabaja, el 17% realiza ambas actividades y el 21% restante pertenece al grupo de los ninis, jóvenes que no estudian, trabajan ni se capacitan.

Los ninis son principalmente mujeres y personas que provienen de hogares de mayor vulnerabilidad económica. Un hallazgo central es que ellos están muy lejos de los estereotipos que los conciben como jóvenes ociosos que no realizan actividades valoradas por sus familias y entornos. Por el contrario, el estudio muestra que el 31% de los jóvenes en este grupo se encuentra buscando trabajo (en su mayoría hombres), un 64% se dedica a cuidar familiares (principalmente mujeres) y casi todos ayudan en las labores domésticas y/o en negocios familiares. Solo un 3% de los jóvenes nini no realiza ninguna de estas actividades y no tiene una discapacidad que lo limite.

Sumado a este hallazgo, el análisis cualitativo destacó que son los ninis quienes más enfatizan que la violencia y la inseguridad son un problema para su país, y que las drogas y el dinero fácil que ellas conllevan representan una amenaza real que los puede alejar de sus aspiraciones educativas y laborales. De esta forma, se puede entender que ser nini en ALC sería un intento por eludir los riesgos a los que los jóvenes se enfrentan en las calles, limitándolos a su espacio doméstico.

Se presenta también evidencia sobre las habilidades cognitivas de los jóvenes, por ejemplo, su capacidad para realizar correctamente cómputos matemáticos sencillos y útiles para la vida diaria como repartir un monto de dinero en partes iguales. Los resultados no son muy alentadores: alrededor de un 40% de los encuestados no fue capaz de realizar correctamente estos cálculos. En el caso de las habilidades técnicas, sin embargo, se observan algunos resultados más alentadores. Por ejemplo, destaca la facilidad con la que los jóvenes indican manejar dispositivos electrónicos, habilidad útil en el mercado laboral actual. Al mismo tiempo, sin embargo, menos de la cuarta parte de los encuestados declara hablar inglés con fluidez, una habilidad valiosa en un mundo globalizado.

El libro presenta también resultados sobre un conjunto de habilidades socioemocionales relevantes de los jóvenes. Entre otras, mide la autoestima -la percepción que tienen de sí mismos-, la autoeficacia -la capacidad para organizarse para cumplir sus metas- y la perseverancia -la capacidad de seguir adelante a pesar de los obstáculos-. Los jóvenes muestran altos niveles en estas tres habilidades en las escalas respectivas de medición.

Esta combinación de altas habilidades tecnológicas y socioemocionales es esperanzadora respecto de la capacidad de los jóvenes de insertarse exitosamente en un mercado laboral desafiante. Sin embargo, ello puede ser insuficiente si no se aborda con eficacia los importantes rezagos en habilidades cognitivas.

Asimismo, el estudio revela que los jóvenes de la región son, en general, optimistas acerca de su futuro. De hecho, aunque la cobertura actual de la educación superior en ALC se ubica en promedio en torno al 40%, una mayoría abrumadora de los encuestados (85%) aspira a completar la educación superior, e incluso declaran estar altamente seguros de que lo lograrán. Algo llamativo sobre estos resultados positivos es que en ellos se encuentran todos los jóvenes, independiente de su situación educativa y ocupacional.

Otro resultado importante es que los jóvenes no cuentan con suficiente información sobre la remuneración que pueden alcanzar por cada nivel de educación, lo que podría llevarlos a tomar decisiones equivocadas sobre su inversión en ella. En algunos casos, la fracción de jóvenes con información sesgada puede ser alta, como en Haití y México donde supera el 40%.

La región ha realizado avances relevantes, pero aún quedan retos por resolver. De la investigación se deducen al menos tres áreas específicas de intervención.

Una es reforzar el acceso a educación para el desarrollo de habilidades. Si bien la cobertura en educación se ha expandido enormemente en las últimas décadas, aún hay espacio para seguir mejorando la oferta de servicios y para facilitar el acceso (por ejemplo, a través de subsidios para transporte y una mayor oferta de centros de cuidado infantil).

Un segundo aspecto es reforzar la calidad y la pertinencia en el desarrollo de habilidades. Por un lado, las deficiencias en habilidades cognitivas son preocupantes. Por el otro, aun cuando detectamos altas habilidades socioemocionales, se debe enfatizar las carencias en otras habilidades que también son demandadas por los empleadores, como la responsabilidad, el trabajo en equipo y el liderazgo. El desarrollo de habilidades debe hacerse en conjunto con el sector privado para asegurar la pertinencia de la formación. Asimismo, se debe aprovechar las habilidades tecnológicas de los jóvenes, implementando plataformas digitales que multipliquen el acceso de manera costo-efectiva.

Finalmente, los altos niveles de desinformación con los que los jóvenes toman sus decisiones de estudio y trabajo son preocupantes. La implementación de observatorios laborales y servicios públicos de empleo puede jugar un rol clave en generar y entregar información adecuada. Estas intervenciones también pueden aprovechar el acceso y conocimiento tecnológico de los jóvenes, ofreciendo información a través de plataformas digitales, complementada con programas virtuales de mentoría y de orientación vocacional y laboral.

Para que los países de América Latina y el Caribe alcancen un desarrollo sostenible se requiere de economías más inclusivas y de un esfuerzo decidido por elevar el capital humano. Para ello, invertir en los jóvenes debe ser una prioridad. Brindar oportunidades a este sector tan relevante de la población no solo es bueno para sus propias perspectivas: también lo es para el desarrollo económico, la cohesión social y el bienestar general.

 

La publicación completa de los resultados de este estudio puede encontrarse en: www.iadb.org/millennials.

[1] Perú y Uruguay participaron en el estudio cuantitativo sobre la base de datos ya existentes (Young Lives/Niños del Milenio en Perú, y la Encuesta Longitudinal del Bienestar en Uruguay).