Tarifas y guerras comerciales: ¿Puede Argentina terminar beneficiada?

 Por Emilio Espino[1]

Existen discusiones recurrentes en torno a alternativas de políticas económicas que llevan a reestablecer un debate tanto sobre las protecciones comerciales por medio de tarifas como sus consecuencias en relación con una potencial escalada proteccionista, o “guerra comercial”.

La administración Trump ha instrumentado medidas que apuntan a aumentar las tarifas de un amplio abanico de bienes con la intención de solucionar desequilibrios bilaterales que, entiende su gobierno, son la fuente generadora del déficit comercial norteamericano. Esta nueva (aunque no ciertamente inesperada) ola de proteccionismo ha sido muy mal acogida y aparenta desatar represalias por parte de las economías que se sienten perjudicadas, en particular China.

En esta breve nota repasaremos el efecto doméstico de la implementación de tarifas y analizaremos las consecuencias de potenciales represalias tanto a nivel global como a nivel local. Esto último motivado por el hecho de que Argentina, en principio, parecería no estar alcanzada por las nuevas restricciones que se imponen en esta movida neo-proteccionista.[2]

 

  1. El efecto de las tarifas: ganadores y perdedores

Los beneficios del comercio de bienes son ampliamente conocidos. Hay actividades (producir ciertos bienes o servicios) que son mejor realizadas por otros que, muchas veces, viven en otros países. Vale la pena recordar la tradicional representación gráfica que aprendemos en los cursos de comercio internacional, dentro de un enfoque de equilibrio parcial, para entender el impacto de una tarifa. Cuando se impone una tarifa proporcional t, el precio del bien en el mercado doméstico que se comercia a p* en el mercado internacional pasa a ser, aproximadamente, p*(1 + t).

Los beneficios para los productores -que vienen dados por A- se incrementan, ya que venden más bienes; y el gobierno aumenta su recaudación en C. Todo esto a expensas de los consumidores: ellos pierden, al enfrentar un precio mas alto, A + B + C + D, medidos en términos de la caída del exceso de demanda. Esto ilustra de manera simple y elocuente que para beneficiar (“proteger”) a los productores de un determinado bien, la sociedad paga un costo neto de B + D.

Aquí, B es la ineficiencia productiva dado que se producen bienes a un costo (marginal) superior a lo que habría que resignar (p*) si se los compra directamente en el exterior. Es decir, se utilizan recursos domésticos para producir bienes ineficientemente. Por otro lado, D representa los costos netos que ceden los consumidores por, precisamente, consumir menos.

Este simple ejercicio ilustra que: (a) para proteger a los productores y trabajadores de un sector especifico, la tarifa redistribuye a favor de los productores y del gobierno desde los consumidores; (b) más aún, los precios relativos domésticos, otras cosas igual, cambian a favor del sector protegido y sus trabajadores, desfavoreciendo a todos los otros sectores.

La moraleja de (a) y (b) es sencilla pero contundente: proteger a unos implica desproteger a todos los otros. Siempre.

La pregunta es, entonces, ¿por qué un país querría imponer restricciones al comercio por medio de tarifas que encarecen los bienes protegidos y/o favorecen su sustitución por otros de menor calidad, todo esto teniendo efectos netos negativos? Algunos de los argumentos típicos son: (i) proteger sectores y trabajos que, bajo algún criterio arbitrario, son vitales para la economía y que están sujetos a competencia “desleal” desde otras economías (por ejemplo, porque las subsidian); (ii) seguridad nacional (por ejemplo, las industrias de defensa); (iii) aquellos argumentos vinculados a las “industrias nacientes”, que sostienen que las etapas iniciales de ciertas nuevas industrias necesitan protección. Cualquiera sea la razón, es evidente que hay un redireccionamiento de las políticas comerciales de las grandes economías hacia más proteccionismo.

 

  1. Represalias y guerras comerciales.

Hemos visto que la imposición de tarifas puede tener un impacto negativo neto en la economía doméstica. Pero la intensidad de éste puede ser mucho peor si los socios comerciales afectados reaccionan. Es decir, si hay represalias por parte de aquellos que se ven perjudicados, desembocando potencialmente en una guerra comercial.

De hecho, esto es lo que podría estar sucediendo. En primer lugar, el gobierno de EE. UU. ha decidido imponer tarifas en respuesta (entre otros argumentos) a lo que considera una transferencia forzada de tecnología norteamericana a compañías extranjeras. La decisión unilateral de la administración Trump fue imponer tarifas del 25% sobre el acero y el 10% sobre el aluminio como también aumentos de tarifas para otros bienes de origen chino. Efectivamente, las economías perjudicadas han respondido a estas medidas. Las autoridades chinas, por ejemplo, adelantaron que impondrán un arancel del 25% sobre unos 50.000 millones de dólares de las importaciones provenientes de EE. UU. a bienes como soja, automóviles, productos químicos y aviones.[3]

Estas últimas medidas y contestaciones, sumadas a los anuncios de otras en la misma línea, arrojan la impresión de que una guerra comercial es significativamente más plausible, lo que podría tener serias consecuencias para la economía global. Esta escalada proteccionista, se sospecha, tendría impacto no sólo en el flujo de bienes sino también -y esto es lo que podría ser mucho peor- en el flujo de inversiones, amplificando el impacto recesivo a nivel global. Un signo de esto fue la fuerte reacción negativa de los mercados de valores alrededor del mundo ante la decisión de la administración Trump y la posterior reacción del gobierno chino. Estimaciones previas sugieren que un incremento permanente del 10% de las tarifas americanas sobre todas las importaciones resultarían en una caída permanente del producto del orden del 1%. (International  Fund).

 

  1. Efecto de la guerra de tarifas sobre los países “no perjudicados”.

La situación descrita abre interrogantes sobre el impacto doméstico que podría tener una guerra comercial entre Estados Unidos y China, entre otros. Por un lado. están los aspectos negativos globales mencionados. Pero por otro, algunos analistas sugieren que pueden aparecer oportunidades beneficiosas para Argentina, sobre todo en lo que respecta a la exportación de su principal producto agrícola, la soja.

El caso es particular ya que dentro de esta escala de neo-proteccionismo, la economía argentina parece estar exenta. Por ejemplo, el gobierno negocia para no ser alcanzado con los nuevos gravámenes del gobierno norteamericano para el acero, y el gobierno chino evalúa comprar más soja a Argentina (y a otros países como Brasil). En esta situación de cierto “privilegio” es interesante preguntarse, ¿podría la economía argentina salir beneficiada?

Para entender esto en detalle, es oportuno repensar el problema en un contexto en el que se imponen tarifas especificas a un determinado país, pero donde además hay un tercer país que permanece exento. Es decir, no es alcanzado en forma directa por la imposición de una nueva tarifa.

Consideremos a los tres países: EE. UU. (E), China (C) y Argentina (A), en un contexto donde hay dos bienes: soja (s) y otros (o), con origen perfectamente identificable. Imaginemos un equilibrio inicial de libre comercio donde C importa s desde E y además E es un exportador neto de s. El país A puede ser exportador o importador.

Analicemos qué sucede en A si C decide imponer una tarifa t al bien s producido en E. Para hacer el ejercicio interesante, supongamos que re-etiquetar los bienes es prohibitivamente costoso.[4] Consideremos dos casos, dependiendo de la (elasticidad de la) oferta de bienes s en el país A.

Caso 1. Supongamos que en el equilibrio inicial de libre comercio, el país A produce lo suficiente como para abastecer la demanda de s por parte del país C al precio relativo internacional p* (del bien s en términos de o). En este caso, la imposición de una tarifa impuesta por C a los bienes producidos por E no tendrá ningún impacto salvo en el flujo de comercio. Esto es, los precios relativos permanecerán inalterados. Lo único que cambia es que las importaciones de C provenientes de E son reemplazadas por importaciones desde A. Por otro lado, A importará s desde E para mantener su consumo de equilibrio inalterado, y esto es precisamente lo que E deja de exportar a C para ahora exportarlo a al país A. Por lo tanto, Argentina exporta e importa más pero su posición neta no cambia. Entonces, la tarifa no tiene impacto ni en los precios ni en el bienestar de ninguna de las economías involucradas.

Caso 2. Supongamos, alternativamente, que el país A en el equilibrio inicial de libre comercio no produce lo suficiente como para abastecer la demanda de s por parte del país C al precio p*. En este caso, la tarifa específica a los bienes producidos en E sí impactará tanto en los precios relativos como en el bienestar de las economías involucradas. Veamos esto en más detalle.

Asumamos, para simplificar, que los precios pre-tarifa no cambian.[5] Dado que A no puede abastecer la demanda de C, entonces el precio relativo que enfrentaran los consumidores y los productores de C será (1+t)p*, de manera similar a una situación en la que existe un régimen con tarifa uniforme. Sin embargo, dado que no hay restricciones tarifarias entre A y E, los consumidores de A podrán comerciar bienes con E a precios relativos p*.  Ahora, A exporta todos los bienes que produce al precio (1+t)p*al país C, y los importa del país E al precio p*.  La siguiente figura ilustra esta situación:

En el equilibrio de libre comercio inicial, A se encontraba produciendo en P0 y consumiendo en U0. Luego de la introducción de la tarifa por parte de C para los bienes de E, A vende sus bienes a los precios (1+t)p* y así produce en P, vendiendo todos sus bienes s a C, por lo que el valor de su producción se traslada del punto V0 al punto V. La nueva restricción presupuestaria pasa por este punto a los precios que consume, p*, lo que le permite consumir (importando desde el país E) en el punto U. La economía A utiliza esta diferencia entre los precios a los que compra con respecto a los precios a los que vende para tener una mejora en términos de bienestar, ya el que valor de su producción sube del punto V0 a V, permitiéndole alcanzar un nivel de consumo U0, superior a U.

Este breve análisis pone en evidencia que el equilibrio resultante en este ejercicio es idéntico a que C imponga una tarifa uniforme simultáneamente con una transferencia que subsidie la producción del país A.[6] Es en este sentido que una economía como Argentina podría verse beneficiada por la adopción de tarifas especificas en países sobre bienes de los que somos exportadores netos.

 

  1. Comentarios finales

En conclusión, una economía como la Argentina puede verse afectada por la imposición de tarifas por parte de países como EE. UU. y China. Por un lado, las consecuencias a nivel global de una guerra comercial no son alentadoras. Por otro lado, si la actual administración logra obtener las ventajas comerciales a las que aspira, es posible lograr, a nivel doméstico, obtener algunos beneficios de esta escalada neo-proteccionista, que mitiguen las consecuencias descritas.

 

Referencias

 

  • Grant W. Gardner and Kent P. Kimbrough, 1990. “The Economics of Country-Specific Tariffs”, International Economic Review, 31, No. 3, pp. 575-588.

 

 

[1] Agradezco la colaboración de Matias Cersosimo.

[2] La discusión sobre el efecto de las tarifas no nos es ajena de hecho. La actual administración parece estar planteando, por diversos motivos, la necesidad de una reducción a la protección vía baja de aranceles a la importación.

[3] China no es el único país que ha reaccionado: la Unión Europea ha anunciado que analiza medidas similares para ciertos productos norteamericanos.

[4] De otra manera, la imposición de la tarifa no tendría ningún impacto ya que si se pudiera seria como cambiar el origen.

[5] El análisis sin este supuesto es similar, aunque algo más intricado. Los detalles se pueden ver en Gardner and. Kimbrough (1990).

[6] En el caso más general, si los países no son necesariamente pequeños, los términos de intercambio pueden cambiar. Sin embargo, si la propensión marginal a consumir s en C es mas alta que la de A, el resultado si bien es atenuado, va en el mismo sentido.