Populismo con la maternidad

 

La extensión de la licencia de maternidad perjudica a las mujeres y refuerza el machismo. Es hora de discutir la extensión de las licencias de paternidad.

La licencia de maternidad en Colombia fue extendida de 14 a 18 semanas por decisión unánime del Senado de la República el pasado 6 de diciembre.  ¿Que oposición podría tener una medida que intenta beneficiar a las mujeres y mejorar el cuidado infantil?

Desafortunadamente, las buenas intenciones de los legisladores a menudo tienen consecuencias imprevistas. En 2011 la licencia de maternidad se extendió de 12 a 14 semanas, con los mismos argumentos que ahora. Y, ¿qué ocurrió? Pues que aumentó la discriminación laboral contra las mujeres en las edades de mayor fertilidad porque para muchas empresas es difícil conseguir y entrenar remplazos de personal de forma temporal, sin incurrir en complicaciones administrativas, riesgos laborales y costos extras. Como resultado, las mujeres en el grupo de alta fertilidad están ahora participando menos en el mercado laboral, se están ocupando más en el sector informal y las que son empleadas están ganando menos. Estas son las conclusiones de un cuidadoso estudio[1] de Natalia Ramírez, Ana María Tribín y Carmiña Vargas que analizó las consecuencias de la Ley 1468 de 2011.

Así, aunque el pequeño grupo de mujeres que tienen buenos empleos resultó beneficiado, la mayoría silenciosa de las mujeres menos afortunadas salió perjudicada. Actualmente hay tal discriminación laboral contra las mujeres jóvenes con bajos niveles de educación que se considera normal como condición para ser contratadas que presenten un certificado médico donde conste que no están embarazadas. Las colombianas jóvenes que tienen poca educación están condenadas a la informalidad o a empleos inestables. Y la mayoría no cuentan con ingreso ni protección alguna para la maternidad.

Aparte de estos lamentables efectos laborales, las licencias de maternidad refuerzan el machismo, en contra de lo que argumentaba Tatiana Cabello, ponente del debate en la Cámara de Representantes de la Ley que acaba de aprobarse.[2] Basta ver el tono sexista como presentó la noticia la revista Semana: la ley ayudará a “garantizar mayor presencia de la madre con su recién nacido”, y a que se tome conciencia de “de lo que significa ser mamá y (…) del tiempo que le debemos dedicar a nuestros niños”. Para rematar, hablan de “descanso después del parto”, como si el cuidado de un recién nacido fuera una vacación.

En el artículo de Ramírez, Tribín y Vargas, que será publicado próximamente en un libro sobre desempleo femenino, ellas proponen un conjunto de medidas legislativas y de política pública dirigidas a socializar los costos de la maternidad de forma más efectiva y a modificar las percepciones culturales de la maternidad y la crianza.

Según las autoras es necesario un pacto social que promueva un sentido de responsabilidad por el cuidado infantil en todos los miembros de la sociedad. Esto implica cambios culturales, legales e institucionales para que ambos padres compartan las responsabilidades de cuidado de los hijos, y también requiere expandir la red pública de apoyo al cuidado infantil.

Sin embargo, las autoras consideran que es difícil socializar estos costos y que se requieren políticas más ambiciosas. Su propuesta central, sin duda polémica, consiste en extender a los hombres licencias de paternidad en condiciones semejantes a las que se otorgan hoy a las mujeres, así como incentivos para que los padres las disfruten. Una opción es que las licencias puedan ser aprovechadas solo en la medida en que ambos padres las tomen, o haya bonificaciones para los padres que las soliciten; hay ejemplos exitosos de este tipo en Alemania, Polonia y Suecia. Dichas medidas pueden ayudar a cambiar las actitudes sociales sobre el cuidado infantil, como lo sugiere la evidencia internacional.

Se trata de una propuesta polémica, por diversas razones. En primer lugar, porque puede elevar el costo del empleo formal, lo que atentaría contra la eficiencia de la economía y los ingresos de los trabajadores. Sin embargo, este efecto puede mitigarse o eliminarse completamente si las licencias actuales son compartidas entre padres y madres o si la extensión para los padres es limitada. Otros riesgos importantes consisten en que las empresas decidan discriminar también contra los maridos de las mujeres en edades más fértiles, por razones semejantes, y que si no hay cambio en las conductas la presencia de los hombres en el hogar se convierta en una carga adicional para las mujeres. Como es imposible establecer por anticipado la importancia de estos riesgos, sería conveniente experimentar en forma controlada en alguna ciudad para poder evaluar los resultados antes de convertir estas propuestas en legislación nacional (en los países desarrollados ha sido también un proceso lento). Las ciudades más indicadas para experimentar con las licencias de paternidad son aquellas donde hay indicios más fuertes de que la cultura del hogar desalienta el trabajo de las mujeres, especialmente cuando tienen niños menores, como es el caso de las ciudades de la costa atlántica, que presentan las mayores brechas de género en la participación laboral y el desempleo.

Como advierten Ramírez, Tribín y Vargas, para que las licencias de paternidad tengan alguna posibilidad de éxito es necesario que se hagan campañas educativas y de persuasión a fin de cambiar el rol de los hombres en el hogar. Los cambios culturales pueden propiciarse con iniciativas como el programa “Equipares” del Ministerio de Trabajo, que incluyó comerciales de televisión para resaltar el papel del hombre en la crianza de los hijos. En sí mismas, las campañas educativas son una propuesta relevante debido a la importancia de los factores culturales en las dificultades que enfrentan las mujeres para conciliar el trabajo fuera del hogar con las responsabilidades del cuidado de los niños y el manejo del hogar. Sin embargo, más que promover una reingeniería social que puede carecer de justificación política, las entidades del Estado deben propiciar y facilitar la discusión pública sobre el rol de la mujer.  Para ese fin es preciso mejorar la difusión de la información y de las investigaciones sobre las dificultades laborales de las mujeres y sobre la eficacia de los programas y las acciones políticas.

 

 

Nota: una versión más breve de artículo fue publicada originalmente por la revista Dinero del 15 de diciembre de 2016. El autor agradece las valiosas sugerencias de  Natalia Ramírez, Ana María Tribín y Carmiña Vargas para este artículo.

[1] Natalia Ramírez, Ana María Tribín y Carmiña Vargas, “Maternidad y mrcado laboral: el impacto de la legislación”, en Arango, L.E., Castellani, F. y Lora, E, Desempleo Femenino en Colombia, Bogotá: Banco de la República y Banco Interamericano de Desarrollo, 2017.

[2] En los debates del Senado fue ponente Iván Duque.