Pensiones a la deriva en el Perú

Hay dos datos que aunque queramos no vamos a poder cambiar. El primero es que estamos en la mayoría de países muy cerca al final del bono demográfico. En simple, crecen cada vez menos el grupo de personas en edad de trabajar que lo que crecen los grupos que no están en edad de trabajar (niños y jubilables).  El reciente informe del BID sobre Ahorrar para Desarrollarse (Editado por Eduardo Cavallo y Tomás Serebrisky, Junio 2016)  muestra la situación para cada uno de los países.  En el caso del Perú, que está un poco mejor que el promedio de América Latina, nos queda unos 15 años para que esto nos pase. A partir de entonces, de manera irreversible tendremos un creciente grupo de personas que dependerán de esa minoría de trabajadores activos.

A este dato, hay que sumarle otro dato demográfico muy asociado al primero. Nuestros viejos serán cada vez más viejos. Es decir, nuestra población adulta mayor vivirá más años. La esperanza de vida de la región seguirá al alza y en particular la esperanza de vida de quienes alcanzan edad para jubilarse. Un tercer dato que parece difícil de cambiar es que además de que las personas vivirán más, el costo de salud de dichas personas será crecientemente mayor.

La combinación de estos tres datos generará una presión muy compleja de atender en una región que no se ha caracterizado por tener sistemas de pensiones que respondan a esta realidad cambiante y desafiante.  Para empezar, cuatro de cada diez adultos que llegan a edad de jubilación en América Latina, no tendrán jubilación. Es decir, dependerán de si razonablemente anticiparon cuales serían sus necesidades de gasto en dicha etapa y acumularon recursos suficientes. O, por el contrario, dependerán de sus familias para velar por sus necesidades. Además, dos de los seis que reciben pensión, la reciben por la generosidad de las llamadas pensiones no contributivas. Pensiones donde todos contribuyeron (con sus impuestos) menos el que la recibe. Los sistemas de reparto, donde aún  existen,  requerirían profundos cambios paramétricos para soportar los cambios demográficos que he señalado. Típicamente, sus beneficios terminan siendo ajustados a la baja para que más puedan recibir algo. Algo, que claramente es y será insuficiente.

La región no está respondiendo bien frente a estos retos y eso va a tener un impacto considerable en la política y en la economía política de los siguientes gobiernos.  Hoy, quizás si descontamos El Salvador, el peor ejemplo es Perú. Frente al problema de que en el diseño inicial la reforma del sistema de pensiones no incluyó un esquema de pensión mínima por privilegiar un menor costo fiscal de transición, una gran parte de la primera generación de jubilados -de un sistema que aún sólo tiene 23 años- tiene pensiones claramente inadecuadas.  Los diferentes gobiernos, no hicieron nada para corregir esta situación. No hubo ninguna alerta temprana, no hubo ningún beneficio para complementar con ahorro voluntario. Nada.

El Congreso que en pocos días se despide optó por una solución que no resuelve el problema de las bajas pensiones. El Congreso aprobó que cualquier jubilado pueda retirar casi la totalidad (95.5%, para evitar quedarse sin cobertura de salud) de sus fondos acumulados con fin previsional en una sola armada y hacer lo que considere mejor. Luego de escasos dos meses es triste ver cómo los congresistas creen haber resuelto el problema. Claro que no es lo mismo recibir 10000 dólares en un solo pago que a lo largo del resto de nuestras vidas. La literatura económica muy claramente señala que la gente preferirá el cash a la renta vitalicia. Basta leer los innumerables ejemplos en libros recientes como el de Thaler (Misbehaving: The Making of Behavioral Economics, 2015) para entender cómo le cuesta al ser humano tomar la decisión correcta y no sucumbir a la tentación.

Lo cierto, es que esta decisión pone las pensiones en el Perú a la deriva. La suerte es que en una semana habrá cambio de gobierno y esto permitirá repensar lo hecho, atacar los verdaderos problemas del sistema de pensiones en el Perú. Ojalá al cabo de unos años, podamos ver que en efecto, la mayoría de los trabajadores peruanos se jubila con una pensión adecuada a sus necesidades, sin importar si sus empleos fueron o no formales, y sin comprometer la tan arduamente defendida sostenibilidad fiscal.