Heterogeneidad de la informalidad laboral y políticas para enfrentarla

La informalidad en América Latina es un problema de grandes dimensiones. La tasa de informalidad promedio de los 13 principales países es del 46%, lo que significa que en ellos hay cerca de 130 millones de trabajadores informales. Estas estadísticas son particularmente preocupantes dada la incidencia de informalidad en la población vulnerable de la región: el 75% de los trabajadores con bajos niveles de educación, el 50% de las mujeres trabajadoras y 55% de los jóvenes ocupados son trabajadores informales.

En diciembre del 2012, el Congreso colombiano aprobó una reforma tributaria que redujo del 29.5% al 16% los impuestos a la nómina pagaderos por empleadores de trabajadores que ganaran entre uno y diez salarios mínimos, excluyendo el gobierno y las ONG’s. La fuente fiscal de estos recursos fue reemplazada por un impuesto a las utilidades. El espíritu de esta medida era promover el empleo formal, sustituyendo un impuesto al trabajo por un impuesto al capital. Las contribuciones pagaderas directamente por los trabajadores no fueron afectadas.

Como parte de un programa de trabajo sobre informalidad que venimos realizando en Fedesarrollo, en un trabajo reciente utilizamos un modelo de diferencias en diferencias con matching para aislar el efecto de la reforma del impacto que pudieron tener sobre la informalidad el crecimiento económico y otros cambios macroeconómicos o regulatorios. De acuerdo con los resultados obtenidos, la reforma indujo una reducción de 7,7 puntos porcentuales en la tasa de informalidad de los trabajadores cobijados por la misma. Teniendo en cuenta que estos trabajadores eran el 44% de los ocupados, el efecto sobre la tasa de informalidad, aislando otros efectos, habría sido de 3.4 puntos porcentuales. Estos resultados son similares a los obtenidos por estudios previos del impacto de los impuestos a la nómina sobre la informalidad en Colombia y a los que obtuvieron trabajos recientemente comisionados por el BID para analizar esta reforma en particular.

En el ejercicio mencionado también analizamos los efectos distributivos de la reforma. De acuerdo con nuestras estimaciones, el efecto fue relativamente mayor sobre los trabajadores con estudios de educación media. Lo anterior se explica por cuanto la reforma relajó una restricción que tallaba particularmente alrededor del salario mínimo. El efecto fue menor sobre los trabajadores con educación terciaria, cuyo nivel de formalización ha sido tradicionalmente más alto y para quienes la informalidad está posiblemente vinculada en menor grado con factores asociados con los sobrecostos laborales. Así mismo, en el otro extremo, el efecto también fue relativamente menor para los trabajadores con niveles muy bajos de educación, para las mujeres, para los jóvenes y para la población mayor. Estos resultados pueden explicarse porque en promedio esos trabajadores ganan un salario muy bajo que no alcanza el umbral en el cual la reducción de los costos laborales pueda hacer la diferencia en términos de contratación. En los casos de las mujeres y de la población mayor, además, el menor impacto de la reducción en los sobrecostos laborales sobre sus tasas de informalidad puede estar vinculado con las ventajas que puede ofrecer la informalidad en términos de, por ejemplo, acceso a horarios flexibles.

Así, aunque los resultados nos permitieron por un lado ratificar el enorme avance que constituyó la reforma mencionada en términos de formalización de los mercados laborales, por otro lado nos hicieron reflexionar sobre la necesidad de enfrentar el problema de la informalidad laboral con políticas complementarias, de carácter más integral y que pueden ser muy diferentes dependiendo de los grupos sociales sobre los cuales se quiera obtener resultados. El problema de la informalidad es tan generalizado en América Latina, y en Colombia en particular, que no puede asumirse homogeneidad de los individuos. No puede tratarse de igual forma al trabajador que vende dulces en la esquina y al alto ejecutivo que evade impuestos. En este sentido es indispensable reconocer la heterogeneidad de la informalidad, tal como lo viene haciendo la literatura sobre el tema en los últimos años.

En un trabajo en proceso dividimos la informalidad en cuatro tipos, que recogen de cierta manera los acercamientos al tema de informalidad que se encuentran en la literatura. Cada uno de estos grupos responde a razones diferentes para permanecer en la condición de informalidad:

  1. Informalidad inducida, que es el resultado de barreras regulatorias y discriminatorias sobre la formalidad. Se trata de trabajadores para los cuales una reducción de las barreras de entrada al mercado laboral puede hacer la diferencia en la probabilidad de ser contratados. Nos referimos a las barreras que surgen de salarios mínimos artificialmente altos y de sobrecostos a la nómina -que reducen la demanda por trabajadores por parte del sector formal-, pero también aquellas asociadas con discriminación. De acuerdo con nuestros cálculos, sólo el 29% de la población informal en Colombia corresponde al grupo de la informalidad inducida. Dentro de estos trabajadores encontramos a hombres, con educación media, que tienen entre 25 y 50 años y trabajan en ciudades poco productivas. Estos resultados son consistentes con nuestros hallazgos sobre el impacto distributivo de la reforma tributaria de 2012. Para enfrentar la informalidad en este grupo se requerirían mayores esfuerzos en la reducción de los impuestos a la nómina, evitar incrementos desmedidos en el salario mínimo, reducción de otros costos de contratación y políticas afirmativas que reduzcan la discriminación en contra de la mujer y de las minorías étnicas.
  1. Informalidad voluntaria que es el resultado de una escogencia por parte de los propios trabajadores. Se incluyen acá aquellos trabajadores que, teniendo una productividad similar o superior a la del sector formal, realizan un análisis costo-beneficio y deciden ser informales. En el caso de Colombia, este grupo podemos identificarlo con base en una encuesta de hogares que indagaba a los trabajadores informales (i) si aceptarían un trabajo formal con prestaciones y un salario mayor, y (ii) si entre las razones para ser informal se encontraba la imposibilidad de encontrar un trabajo formal. La informalidad voluntaria representa en nuestros cálculos el 23% de la población informal en Colombia. Dentro de los trabajadores de este grupo prevalece la educación terciaria y la incidencia es mayor en las ciudades más productivas, la población mayor de 50 años y entre las mujeres que se describen en la encuesta como cónyuges. Para enfrentar este tipo de informalidad, las políticas más acertadas parecen ser las de monitoreo y control, así como la flexibilización del trabajo formal en aspectos tales como la facilitación del trabajo de tiempo parcial y la posibilidad de cotizar pensiones inferiores al salario mínimo.
  1. Informalidad de subsistencia, que se refiere a aquellos trabajadores que, aunque quieren trabajar en el sector formal, tienen una productividad marginal tan baja que tendrían que hacer “cola” para acceder a los pocos trabajos formales de muy baja productividad que ofrece el mercado. La productividad de estos trabajadores es muy inferior al nivel en el cual la remoción de los impuestos a la nómina o unos menores ajustes en el salario mínimo legal harían alguna diferencia significativa en su contratación. En el caso de Colombia, nosotros consideramos en este grupo a los trabajadores que teniendo preferencias por la formalidad, ganan menos de la mitad del costo de su contratación en el sector formal (que en Colombia es 1.5 veces el salario mínimo). Estimamos que el 35% de los trabajadores informales en el país corresponden a la informalidad de subsistencia y dentro de este grupo encontramos a trabajadores vulnerables con educación primaria o menos, mujeres y jóvenes. La incidencia de este tipo de informalidad también es mayor en ciudades pequeñas de baja productividad y en áreas rurales. En ausencia de un seguro de desempleo, la informalidad de subsistencia funciona como un colchón social, que genera una alternativa de vida para una población que no puede darse el lujo de quedar desempleada. Si se quiere controlar la informalidad en este grupo en el corto plazo con medidas policivas por ejemplo, se requería sustituir de alguna manera el ingreso que reciben, para no causar un problema social mayor. En el largo plazo, las políticas educativas y el incremento general en la productividad parecen ser la única alternativa para enfrentar este tipo de informalidad.
  1. Informalidad Mixta, que corresponde a aquellos trabajadores de muy baja productividad que al mismo tiempo manifiestan de alguna forma su preferencia por la informalidad, asimilándose en este sentido a la informalidad voluntaria. Este grupo representaría el 13% de la población informal en Colombia. Dentro de estos trabajadores encontramos mujeres (en particular aquellas que se registran como cónyuges), jóvenes y trabajadores de más de 50 años. Dado que estos grupos son precisamente los que más ayudas reciben del Estado, es probable que su informalidad esté relacionada con los inventivos ocultos a la informalidad que puede estar causando la política social. Otras causas de la informalidad en este grupo pueden estar relacionadas con los costos asociados al tiempo de transporte asociados a desplazarse hacia los centros de formalidad, y la falta de ayudas para el cuidado de los niños.

En resumen, la informalidad es un fenómeno de tales dimensiones en América Latina que no puede enfrentarse con un solo instrumento; es necesario aplicar instrumentos diversos focalizados sobre los diferentes grupos socioeconómicos, los cuales a su vez se encuentran íntimamente vinculados con los niveles educativos de cada uno de ellos.

Por Cristina Fernández y Leonardo Villar[1]

[1] Investigadora y Director Ejecutivo de Fedesarrollo, respectivamente.