La Década Perdida

En la historia hay siglos cortos, como el que va desde la Primera Guerra Mundial a la caída del muro de Berlín, y décadas largas, como la década K que termina en Argentina el 10 de diciembre. Si bien ahora es políticamente correcto decir que no todo ha estado mal durante este período, no tengo dudas que la década K es una década perdida, y en mi opinión, imperdonablemente perdida. Como ya exprese acá, hemos perdido una gran oportunidad histórica. Esta década de extrema bonanza externa lamentablemente no fue utilizada para mejorar las instituciones republicanas y capitalistas, profundizar el proceso de integración al mundo, desarrollar la infraestructura del país, y mejorar el sistema educativo y de salud.

Antes de proseguir es importante hacer explícito que la visión que expondré podría decirse que es histórica-contrafactual, la cual apela, de una forma u otra, a ciertas leyes de comportamiento. Los procesos históricos no pueden analizarse simplemente a partir de la periodización de los distintos gobiernos. La larga agonía de la Argentina Peronista no es otra cosa que la consecuencia de la sociedad inviable creada por el Peronismo. Por supuesto, uno podría imaginar el ocaso del modelo de sustitución de importaciones sin la tablita de Martínez de Hoz, pero esa otra ventana para pensar la historia también es contrafactual.

Notemos nuevamente que estos años han sido inmejorables desde el punto de vista externo. El costo del crédito ha sido relativamente bajo y hay que remontarse al menos un siglo atrás para encontrar un shock de ingresos asociado al boom de términos de intercambios tan favorable como el acaecido durante buena parte de la gestión K.

Un país crece cuando expande su frontera de posibilidades de producción, esto es, cuando invierte e innova de forma de poder producir más por habitante y mejorar así la calidad de vida de los mismos. Muchas veces, un país se recupera dado que no estaba utilizando plenamente su capacidad productiva, como ocurrió durante la agonía y crisis de la convertibilidad. Esa recuperación, aunque valiosa, no implica crecimiento en el sentido que le dimos acá porque no es el resultado de una expansión de la frontera productiva. Refleja simplemente un movimiento hacia la frontera existente. Más aún, es natural que ocurra una vez que los motivos (financieros) que llevaron a la crisis se resuelven, lo que en Argentina venía ocurriendo desde el último período del gobierno de Duhalde.

Resulta interesante entonces comparar la performance de un país con la de Estados Unidos, pues este último nos da una idea de cómo se movió la frontera tecnológica. Cuando hacemos este ejercicio, estamos considerando una expansión de la frontera de posibilidades productivas más allá de la que se esperaría tomando en cuenta la expansión tecnológica mundial. Ello no es un dato despreciable, pero no implica un proceso de catch up.

Más aún, la estrategia populista impulsada por los gobiernos Kirchneristas no solo estimuló el consumo sino que, también, indujo un importante retroceso en la infraestructura productiva, especialmente en el área energética, donde el país pasó de un superávit de comercio energético a un déficit significativo. Más generalmente, se ha distorsionado el sistema de incentivos capitalistas, afectando la asignación de factores estática y dinámicamente.

Lamentablemente, tampoco podemos decir que se haya inducido una reducción importante de la pobreza en el siguiente sentido. Queremos comparar la tasa de pobreza actual con la prevaleciente en 1998, cuando se alcanzó el máximo nivel de riqueza nacional antes de la crisis en la que resultó la salida de la convertibilidad (por supuesto, esta comparación es menos obvia que la realizada para la riqueza potencial ajustada por cambio tecnológico internacional discutida anteriormente). En ese entonces, la tasa de pobreza (para los individuos) era aproximadamente 26%. Hoy es difícil saber cuál es la tasa de pobreza pues el gobierno K destruyó el sistema de estadísticas nacionales tratando de ocultar una de las inflaciones más altas del mundo. Martín González Rozada calculó una tasa de pobreza comparable a aquella reportada anteriormente para el segundo semestre de 2014 y obtuvo una tasa igual a 26.5%. De acuerdo a esta medida, entonces, la gestión K no indujo una reducción causal en la tasa de pobreza. Incluso, la tasa de pobreza sería aún mayor a los precios relativos de equilibrio (ya que el Gobierno ha mantenido un tipo de cambio real muy atrasado y a esta altura insostenible ‒el Banco Central ya no posee reservas disponibles para mantenerlo).

Hemos escrito bastante últimamente sobre el nivel record de déficit fiscal que deja el Gobierno: 7% del producto. Este déficit tampoco es sostenible. No solo el nivel del gasto público es record sino que la calidad de los bienes públicos (educación, salud, seguridad y justicia), si algo, no ha mejorado. Además, muchos gobiernos provinciales se encuentran en una situación financiera muy delicada.

Dejando la economía de lado, las cosas no han ido mejor. Nos aislamos del mundo desarrollado (política no solo económicamente) y se afectó seriamente la vida republicana de diversas maneras. Finalmente, el narcotráfico ha penetrado diferentes estamentos de la sociedad al punto de haberse convertido en una amenaza institucional.

Los desafíos que enfrenta el nuevo gobierno se han agravado con el tiempo, pero no son nuevos. En esencia, son los mismos que exponía en una nota publicada en Ámbito Financiero el 14 de julio de 2009:

Primero, diría que se debe recuperar la previsibilidad de las reglas de juego en Argentina. Obviamente, sin solvencia fiscal este objetivo no es alcanzable, por lo cual, esta es una condición necesaria. Segundo, profundizar la inserción de la economía en el mundo. Tercero, reacomodar los precios relativos. Hay muchísimo desorden microeconómico en la economía Argentina. Por último, recuperar la capacidad de gestión del Estado. Se habla mucho del rol del Estado en la economía, pero éste es incapaz de proveer apropiadamente hasta algunos de los bienes públicos básicos.”

Si bien la situación macroeconómica actual es considerablemente más delicada que en 2009, claramente los problemas que debemos enfrentar no se generaron únicamente en los últimos cuatro años. Son el resultado de la década K. Eso sí, hay que reconocerle al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que ha sabido mantenerse a flote desde enero de 2013. Al igual que el Menemismo, logró pasarle las papas calientes al próximo gobierno.