Migración interna en Colombia: una estrategia efectiva para encontrar un mejor futuro

Las acciones políticas contra la migración internacional han resurgido durante los últimos meses y han mostrado su lado más oscuro. Miles de refugiados sirios y de otros países huyen de la violencia y encuentran barreras físicas y mentales para entrar a los países europeos. Venezuela expulsa a miles de colombianos con intereses políticos y genera una crisis humanitaria. Donald Trump, candidato republicano, gana adeptos con un discurso en contra de los migrantes y peligrosamente xenofóbico.

Todos estas posiciones ignoran la realidad de la migración. La migración es una estrategia extrema para salir de la pobreza o evitar morir por la violencia del conflicto armado. Pero la migración requiere inversiones e implica costos económicos y sociales. Sólo algunos podrán entonces aprovechar la migración como estrategia de supervivencia o de progreso económico. Entender las motivaciones de la migración y sus beneficios es crucial para evitar estigmatizaciones y diseñar políticas que refuercen las dimensiones positivas de la migración económica y reduzcan las negativas de la migración forzada.

La crisis reciente con Venezuela es sólo una pequeña dimensión de la historia reciente de la migración en Colombia. Millones de colombianos han migrado dentro de Colombia durante las últimas décadas para buscar mejores oportunidades económicas o huir de la violencia del conflicto armado. Estimaciones de Robert Lucas (2015) calculan que la tasa de migración interna colombiana, sin incluir la temporal, es del 36.2%, cifra mucho mayor que la tasa de los países en desarrollo (11.2%) y la latinoamericana (18.2%). Durante el periodo de 1985 a 2015, 6.9 millones de personas se desplazaron por el conflicto armado, lo cual equivale al 14.3% de la población en Colombia y al segundo número más alto de desplazados en el mundo después de Siria.

En un estudio que estamos haciendo con Ana Arjona, Juan Camilo Cárdenas, Patricia Justino y Laura Montenegro, financiado por el IDRC, analizamos cuáles factores están asociados con la decisión de migrar, el rol que juega el conflicto armado en esta decisión y los retornos a corto plazo de migrar. Para esto, usamos la muestra rural de la Encuesta Longitudinal Colombiana de la Universidad de los Andes (ELCA) que recoge información de los migrantes antes y después de la migración. La línea de base de la ELCA rural se aplicó en 2010 en cuatro regiones de Colombia, dos de las cuales han estado inmersas en el conflicto colombiano durante décadas. En 2013, la ELCA volvió a encuestar a los hogares y siguió a los hogares migrantes. La tasa de erosión de la ELCA es baja, sólo un 3%, y por esto sus datos son ideales para entender las dinámicas de la migración en Colombia. El estudio complementa los datos con información cualitativa y cuantitativa recogida por Ana Arjona en las veredas de la ELCA y que permiten caracterizar el control de los grupos armados en cada vereda.

Los migrantes son personas con bajos costos de oportunidad de hacerlo y con capacidades para extraer mayores retornos de la migración. Los resultados muestran que son personas con mayores niveles educativos, con tierras menos valiosas (sin propiedad formal y sin fuentes de agua) y con menos cabezas de ganado grande. Existe otro grupo de personas que no migran presumiblemente por imposibilidad de financiar el proceso: los hogares encabezados por mujeres, con un menor número de personas en edad de trabajar (18 a 65 años) y con animales pequeños (reflejo de bajos ingresos). Estos resultados muestran que las personas en los extremos de la distribución de ingresos y oportunidades económicas no migran: los más ricos y los más pobres de las áreas rurales. Los más ricos por sus altos costos de oportunidad y los más pobres por restricciones a migrar.

Los retornos en el corto plazo a la migración rural-urbana son altos. El incremento en el consumo per cápita atribuible a la migración equivale a un poco más de un 31% del consumo per cápita promedio en áreas rurales. Migrar es entonces una estrategia exitosa. Las mayores oportunidades económicas en las áreas urbanas redundan en mayores ingresos y en últimas en un mayor bienestar para quienes deciden o pueden migrar. Sin embargo, encontramos un grupo de hogares que migran a áreas rurales y no ganan con la migración. Muchos de estos hogares pueden ser población desplazada que está dispuesta a transar caídas en ingresos por una mayor seguridad.

Y otros resultados de nuestro estudio apuntan en esta dirección. Primero, ser víctima de la violencia causa migración. La victimización causa además más migración a áreas rurales de los hogares con mejores tierras, es decir de hogares que no hubiesen migrado en ausencia de la violencia y mucho menos a  otras área rurales. Segundo, hogares que viven en veredas con más violencia generalizada y con un fuerte control de los grupos armados ilegales migran a otras regiones rurales, migración que, como explique, no genera retornos en el corto plazo. Las personas migran pese a tener caídas en sus ingresos para reducir los riesgos de la violencia y el conflicto armado.

La migración es entonces una estrategia fundamental de los hogares para progresar y salir de la pobreza así como para huir de la guerra y sobrevivir a la violencia del conflicto armado. Migrar es un proceso difícil y costoso, no sólo en términos económicos sino sociales y sicológicos. Las personas dejan atrás sus familias y sus entornos para llegar a nuevas ciudades. Ese riesgo rinde sus frutos. Los migrantes económicos logran mejorar sus condiciones económicas y los migrantes forzados logran salvar sus vidas.

Frenar la migración es coartar la libertad de las personas para buscar un mejor futuro y para sobrevivir la violencia de la guerra.