Autocontrol y el Análisis Económico de las Adicciones  

Galiani15abril

En una entrada anterior presentamos el modelo canónico del crimen y enfatizamos el rol de la conducta racional en el mismo (ver también, Una Introducción al Análisis Económico del Crimen). Pero, ¿no hay acaso un elemento de irracionalidad en las actividades ilegales? El consumo de drogas, sin ir más lejos, suele estar penalizado, y tiene un componente adictivo. ¿Son las conductas adictivas racionales? Como mínimo, resulta útil considerar el caso en que lo son. Naturalmente, el artículo seminal sobre la teoría de la adicción racional fue escrito también por Gary Becker (junto a Kevin Murphy: Becker y Murphy, 1988). Este estudio modela la adicción como la implementación de un plan de consumo intertemporal óptimo, diseñado bajo plena certeza e información perfecta.

Primero, es necesario definir qué significa una adicción en términos económicos. Consideremos, por ejemplo, el consumo de drogas. Becker y Murphy (1988) indican que una persona es potencialmente adicta a un bien si un aumento en el consumo corriente de ese bien incrementa su consumo futuro. En efecto, típicamente se considera que los bienes adictivos crean dependencia. Esto significa que cuanto más haya consumido un adicto en el pasado, mayor será su tentación presente por consumir. Pero también se sabe que los bienes adictivos reducen el bienestar del adicto. Por lo tanto, cuanto más haya consumido un adicto en el pasado, menor será su nivel de bienestar actual. Es interesante notar que la definición económica de la adicción describe el comportamiento, no lo condena.

Analizar la adicción como un problema económico de consumo nos permite plantar los tipos de preguntas en que los economistas se especializan. Un adicto racional elegirá compensar los beneficios a corto plazo con los costos a largo plazo. Sin embargo, si los adictos están haciendo estas compensaciones ‒que es un supuesto fuerte para empezar‒ tenemos que abordar con precisión cómo comparan los costos futuros con los beneficios actuales. Esta comparación se encuentra en el núcleo de la teoría económica de la adicción. Por lo general, se considera que los adictos son más impacientes que los individuos no adictos (técnicamente, los adictos tienen un menor factor de descuento, el cual es una medida de la tasa de preferencia temporal de una persona). De forma similar, se cree que los delincuentes, en general, son más cortoplacistas que los individuos que no delinquen. Y un criminal muy enfocado al presente no es fácil de disuadir. Aun así, es importante notar que no hay un nivel de impaciencia “bueno o malo”. Una tasa de preferencia temporal es precisamente eso, una preferencia.

El modelo de Becker y Murphy asume que el consumidor sabe exactamente cómo le va a afectar el bien, y que la razón por la que consume más y más («se vuelve adicto») es que ese es el patrón de consumo que maximiza su utilidad descontada. Conoce que el consumo del bien adictivo va a cambiar sus preferencias, alterando tanto su nivel futuro de utilidad como la utilidad marginal del consumo futuro del bien adictivo. El modelo también supone que las preferencias de los consumidores son consistentes temporalmente, es decir que la elección que el individuo hace entre dos resultados futuros será la elección que realice cuando los resultados futuros se conviertan en opciones presentes.

Este modelo implica que el consumo presente de bienes adictivos depende no sólo del consumo pasado sino también del consumo futuro. En la literatura empírica, Gruber y Koszegi (2001) por ejemplo, evalúan si el aumento esperado en el precio de los cigarrillos el año próximo conduce a un menor consumo en el presente, como es de esperar en el modelo de adicción racional. Los autores encuentran que ese es el caso, y por lo tanto el comportamiento en el consumo de cigarrillos sería consistente con el modelo de la adicción racional.

Una modificación importante del modelo de adicción racional supone que los consumidores no tienen preferencias consistentes temporalmente. Una forma simple de introducir esta característica en un modelo es levantando el supuesto tradicional de descuento temporal exponencial. Un modelo alternativo, entones asume que las personas utilizan un descuento hiperbólico y por tanto, que ellas exhiben preferencias temporales inconsistentes. Estos supuestos se traducen en que los individuos son relativamente pacientes entre dos períodos futuros, pero relativamente impacientes entre el período actual y el siguiente. Con el tiempo, los períodos futuros se convierten en el período actual y siguiente, y las personas con preferencias temporales inconsistentes pasan de ser relativamente pacientes entre ellos a ser relativamente impacientes. Además, algunas personas pueden reconocer que son temporalmente inconsistentes mientras que otras no. Esto genera tres diferentes tipos de consumidores potenciales de un bien adictivo (A, B y C) aun cuando el bienestar y los costos que derivan de su consumo sea el mismo.

Supongamos que el individuo A, con preferencias temporales consistentes, decide que es en su mejor interés empezar a consumir drogas hoy con la intención de dejar de consumirlas en un tiempo futuro. Entonces, A va a seguir ese plan. Supongamos que B, quien tiene una tasa de preferencia temporal inconsistente y además es ingenuo, decide la misma trayectoria de consumo que A. Sin embargo, en el futuro, B se encontrará con que no quiere dejar de consumir drogas. En definitiva, B no va a seguir ese plan. Finalmente asumamos que C también es inconsistente en el tiempo, pero no ingenuo: él es consciente de que su tasa de preferencia temporal es inconsistente. Al consumidor C también le gustaría consumir drogas en el presente, pero es consciente de que en el fututo no será capaz de dejarlas y, por lo tanto, basándose en su capacidad de autocontrol asumimos que decidirá abstenerse de consumir drogas en el presente. Tenemos entonces tres personas diferentes y tres comportamientos diferentes. Mientras esto es solo una simple historia, es útil para ilustrar cómo el comportamiento de un consumidor potencialmente adicto depende de un número importante de factores. No todos los adictos potenciales son iguales, y este hecho complica el diseño de políticas públicas tanto para la prevención del consumo como para su tratamiento.

Hay muchas maneras de modelar formalmente un comportamiento adictivo. Un modelo muy importante en la literatura es el propuesto por O’Donoghue y Rabin (1999). Simplificando, la esencia de ese modelo es capturada en los tres tipos de comportamientos ejemplificados anteriormente. Sin embargo, basándose en este modelo, es interesante analizar más profundamente el comportamiento del individuo C.

C, temporalmente inconsistente pero sofisticado, se enfrenta a una compleja disyuntiva intertemporal y reconoce dos patrones contradictorios. Por un lado, un aumento futuro en el consumo de drogas puede conducirlo a aumentar su consumo actual. Este es el caso pesimista. Por otro lado, una reducción en el consumo presente puede llevarlo a una reducción en su consumo futuro, dándole un incentivo para practicar autocontrol. Ambos efectos son posibles dependiendo de cómo es realmente C.

Una cuestión estrechamente relacionada a la inconsistencia temporal es entonces el problema de autocontrol. Una manera de lidiar con el autocontrol es encontrar maneras de comprometerse a acciones futuras. Es decir, una persona puede buscar una estrategia que haga que sea más costoso desviarse de la acción deseada en el futuro.

En conclusión, la conducta adictiva puede variar a través de los adictos, y esto puede tener implicaciones para las políticas públicas. En particular, el autocontrol aparece como un rasgo deseable que las personas posean. De hecho, los hacedores de políticas están considerando programas a gran escala destinados a incentivar el autocontrol con el fin de mejorar la salud y el ingreso de los ciudadanos, y reducir la delincuencia. Por ejemplo, Moffitt et al. (2010) estudian una cohorte de 1,000 niños desde su nacimiento hasta los 32 años en Nueva Zelanda, y muestran que el autocontrol en la infancia es capaz de predecir la salud física, el abuso de sustancias, las finanzas personales, y su involucramiento en actos delictivos.

En una línea similar, Heckman y Kautz (2013) consideran al autocontrol ‒junto a la confianza, la atención, la autoestima y resistencia a la adversidad, entre otras‒ como una habilidad del carácter o personalidad del individuo. Estos autores, mediante una revisión detallada de artículos empíricos en economía y psicología muestran que las habilidades cognitivas y del carácter de los individuos son importantes predictores del comportamiento criminal. En particular, señalan que las intervenciones dirigidas a mejorar las habilidades de la personalidad han demostrado ser eficaces en la reducción de la delincuencia. En este sentido, Heckman y Kautz concluyen que el desarrollo de habilidades es un proceso dinámico, en el que los primeros años de vida de un individuo son fundamentales, y que la construcción de una base inicial de habilidades que promuevan el aprendizaje posterior y la participación en la escuela y en la sociedad es la mejor estrategia para inducir estas habilidades tan importantes en la adolescencia y la vida adulta de las personas.