Desensillar hasta que aclare

Nota publicada originalmente el 30-11-2014 en el periódico Perfil.

Falta menos de un año: Argentina es un tembladeral donde se revolean expedientes y se evaporaron los diques de contención. Todos pueden ganar, todos pueden perder. ¿Todos? Casi: son tres los protagonistas, al menos hasta ahora. Su suerte depende del ciclo económico, de las preferencias de los ciudadanos, de la organización y la creatividad de las respectivas campañas, del clima que generen los resultados de las elecciones provinciales y, sobre todo, de las estrategias políticas que desplieguen, incluyendo la posibilidad de acuerdos a nivel local y nacional. Y, naturalmente, también de los múltiples escándalos de corrupción que tanto aturden y que amenazan con escalar.

Faltan once meses para las elecciones presidenciales, ocho y pico para las PASO, prácticamente nada, casi una eternidad. Todas las especulaciones son válidas, todas son etéreas. Se confunden deseos e intereses en la proyección de escenarios basados en información, a lo sumo, incompleta.

Balance. El año 2014 termina con una recesión sustantiva, una inflación anual de 40%, caída del salario real, creciente desempleo e intervención policíaca del mercado cambiario. Para revertir la situación, el Gobierno propone una receta singular: más de lo mismo, insistir con las medidas que nos trajeron hasta acá. Volver al endeudamiento para financiar parte del creciente déficit fiscal mientras se modera parcialmente la presión inflacionaria y la fuga al dólar constituye un parche razonable, pero sólo eso. Diciembre será un mes con emisión monetaria récord, y es una quimera que esta elite gastomaníaca se autolimite en un año electoral. A fuerza de atajos y torniquetes, y gracias al poder disuasivo y disciplinador que aún retiene el Poder Ejecutivo, tal vez se impida la tan temida corrida contra las reservas del Banco Central. De ese modo, el final del ciclo K evitaría un descalabro generalizado de la economía. Paradojas de la posmodernidad: el poder político subyuga a la patria financiera pero se desvanece frente a la “corporación” judicial.

Evadir el infierno no nos encamina al paraíso. Aun si hubiera un acuerdo con los fondos buitre durante el primer trimestre de 2015 (cada vez hay más escepticismo al respecto), y más allá del cambio de las expectativas en el mercado financiero, ¿cuánto podría impactar en la vida cotidiana de los votantes? Hay antecedentes de elecciones ganadas por candidatos oficialistas en contextos de estancamiento (como ocurrió recientemente con Dilma en Brasil, ahora reconvertida a la ortodoxia neoliberal). Sin embargo, dos años seguidos de caída en el producto bruto interno, incluyendo el ingreso disponible del votante medio, representan un obstáculo prácticamente insalvable. ¿Shock de gasto público de última hora? ¿Cambios en el impuesto a las ganancias junto al medio aguinaldo de junio? ¿Badaro para todos y todas? El Gobierno hará cualquier cosa para mejorar las chances de tener la mejor elección posible (y recordando la valija de Antonini Wilson y el “voto Buquebus” en Uruguay, los amigos del vecindario podrían a ayudar, y mucho). Cuidado: al populismo también le cabe la ley de los rendimientos decrecientes.

Inseguridad, inflación y empleo son y serán los temas más relevantes para la ciudadanía. Ningún candidato competitivo los podrá soslayar. ¿Podrán plantear ideas originales al respecto? Más allá de los qué, el debate podría derivar en los cómo y en los quiénes. En ese caso, el foco virará a la experiencia de gestión, la credibilidad y la calidad de los equipos de gobierno. Y en este plano, no todos los candidatos son tan parecidos.

Qué busca.Otra cuestión relevante: ¿cuáles serán los atributos personales que los argentinos buscarán en el próximo presidente? Capacidad para resolver problemas, honestidad, moderación, predisposición al diálogo… ¿Algo más? Hasta ahora, el foco tanto de los analistas como de los candidatos estuvo obsesivamente puesto en el eje cambio/continuidad. Se han hecho infinidad de inferencias suponiendo que el voto habrá de definirse de acuerdo a cómo evolucione el humor de la gente en ese sentido. Ninguna elección, en ningún país, se razona y se planifica de forma tan simplista.

El voto tiene componentes racionales, pero también otros simbólicos, emocionales, subjetivos. Miedo, esperanza, incertidumbre, tranquilidad, firmeza, fantasía; una multiplicidad de valores, sentimientos y alegorías se entremezclan a la hora de inclinarse por un candidato, fundamentalmente en elecciones presidenciales y en contextos donde las identidades político-partidarias (no sólo las ideologías) están absolutamente diluidas. Por eso, las estrategias de comunicación de las respectivas campañas tendrán un papel fundamental. Todavía no han sido desplegadas.

Tampoco sabemos demasiado sobre la construcción territorial efectiva que tendrán los presidenciables. Están trabajando en ese sentido, pero aún queda mucha tela por cortar. Es condición necesaria tener buena imagen positiva y una alta intención de voto. Pero de ninguna manera es suficiente: en un sistema de votación tan arcaico, opaco y sesgado hacia los grandes aparatos, hace falta un ejército de decenas de miles de fiscales muy entrenados para que los votos sean contabilizados. Tanto en las PASO como en las generales de octubre. De poco sirven las redes sociales frente a estos resabios de lo que Juan B. Justo denominaba “la política criolla”. Estas serán las elecciones más largas y caras de la historia contemporánea argentina. Ojo con el financiamiento, será un asunto de enorme relevancia, sobre todo entre las fuerzas de oposición.

Los sondeos de opinión siempre ejercen alguna influencia, pero tendremos un calendario electoral desdoblado, que aún debe definirse. Muchos distritos, entre ellos CABA, Catamarca, Córdoba, Neuquén, Salta, Santa Fe y Tierra del Fuego, elegirían sus autoridades en fechas diferentes a la elección nacional. Los respectivos resultados permitirán evaluar las fortalezas y debilidades de los candidatos nacionales y determinarán el momentum de las campañas.

En síntesis, en un contexto de semejante incertidumbre, no conviene proyectar linealmente datos parciales de la coyuntura. Tampoco hay que suponer que los candidatos se mantendrán inmóviles, al margen de cómo evolucionen los acontecimientos. Ejemplo: si el kirchnerismo en efecto tuviera chances de ganar en primera vuelta, ¿acaso la por ahora fragmentada oposición aceptará fatalmente ese destino? Los ciudadanos pueden corregir con su voto las dificultades de coordinación que arrastra la política. Pues, como dijo Perón, esto puede darse con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes.

Hablando del General, en vez de especular con tanto voluntarismo y liviandad en medio de un proceso tan dinámico y confuso, mucho más sensato es desensillar hasta que aclare.