La Triste Historia Reciente del Sistema Integrado de Estadísticas Nacionales en Argentina

Se le atribuye a Martin Lutero haber dicho que “una mentira es como una bola de nieve; cuanto más rueda, más grande se vuelve”. En cierta forma, esta frase se relaciona con la política sobre información estadística llevada a cabo por el Gobierno Nacional tras la intervención del INDEC en el año 2007.

Como hemos visto durante estos últimos siete años, ha habido grandes discrepancias entre la medición nacional de la tasa de inflación y las privadas. Por ejemplo, en las últimas estadísticas reveladas las diferencias son notables: mientras que la inflación oficial toma un valor del 24% anual para el año 2014, las estadísticas privadas alcanzan el 40%. Más aún, los economistas bien sabemos cómo dicha subestimación se traslada, en forma directa o indirecta, a otros indicadores macroeconómicos. No resulta extraño que, tras la intervención en el índice de precios del consumidor en el año 2007, se descontinuara la publicación del valor de la canasta básica de alimentos, la cual se utiliza para calcular la línea de pobreza e indigencia. Las distorsiones en las mediciones de precios terminan afectando también los cálculos del producto a través de diferentes canales. Por ello, la fiabilidad de las mediciones oficiales sobre variables tales como PBI, pobreza e indigencia están cuestionadas desde la intervención del INDEC. Ahora bien, recientemente se sumaron nuevas discrepancias sobre otras estadísticas oficiales (tal vez no relacionadas en forma tan directa con la tasa de inflación) como es el caso del nivel de empleo. Si bien los datos del INDEC muestran una caída en la tasa de empleo (del 42.9% en el tercer trimestre de 2013 al 41.3%), hay discrepancias sobre los valores absolutos del empleo y la desocupación. En cierta forma, se podría decir que las variables mencionadas (inflación, PBI, pobreza, empleo y desempleo) forman una gran “bola de nieve” de mentiras que ha creado el gobierno en los últimos años.

Lamentablemente para el gobierno, llega un punto en el que la bola de nieve se vuelve tan grande que es imposible de esconder porque la realidad no acompaña el relato oficial. Las mentiras estadísticas resultan evidentes cuando la gran bola de nieve empieza a quebrantarse porque las mentiras acumuladas comienzan a generar inconsistencias evidentes. Quizás el caso más divulgado fue cuando el INDEC informó que el costo de alimentarse por día era de 6 pesos. Pero también existen otros casos que reflejan la inconsistencia de los datos que presenta el gobierno. Por ejemplo, mostrando un índice de pobreza que es menor al de Suecia. En última instancia, lo que termina ocurriendo es que llega un punto en el que las mentiras, para ser sostenidas, llevan a otras mentiras, las cuales terminan revelándose por su gran incongruencia. Volviendo al caso del índice de pobreza, validar su reducción extrema necesita la alteración de otras variables socioeconómicas. Lamentablemente, no sería extraño que ese sea el caso, y se estén afectando o se terminen afectando otras estadísticas relacionadas como, por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil (la cual está estrechamente ligada a la tasa de pobreza).

En síntesis, el problema de mentir con las estadísticas es que la correlación que existe entre las variables socioeconómicas termina generando que una mentira se transforme en muchas mentiras hasta llegar a un punto en el que la realidad ni la lógica acompañan los datos oficiales. Como escribió Gabriel García Márquez en El coronel no tiene quien le escriba: “Lo peor de la mala situación es que lo obliga a uno a decir mentiras”.

Finalmente, el gobierno K se acostumbró a falsear las estadísticas. Una vez pagado el costo político de que una buena parte de la sociedad no creyese en las estadísticas oficiales, ya no encontró ninguna razón para decir la verdad, y así fue como terminó de destruir el sistema de estadísticas nacionales.