No lo soñeeeeee…………

El plan original para este post era presentar el monitor fiscal, con mi amigo Luis Maselli. Pero hace unos diez días, ya había decidido defaultear, para escribir sobre la estrategia argentina luego de la decisión de la Corte Suprema de Justicia de USA. Y si, dada la relevancia y la actualidad del tema. Iba a escribir porque pienso que no hay que negociar ahora con los holdouts y que hay que buscar una manera de pagar a todos aquellos que aceptaron el canje en su momento en una jurisdicción alternativa. Pero también voy a defaultear en esa segunda idea, la que elaboraré el mes que viene.

Voy a limitarme a una reflexión de cortísimo plazo, empapado por las sensaciones de estos días futboleros, con implicancias del verdadero largo plazo, el que realmente importa.

Por cuestiones de trabajo, estuve en Río desde el domingo pasado hasta el jueves. Trabajé el domingo, el lunes, el miércoles… pero el martes, a las 11:50 estaba en el FIFA Fan Fest de Río, ocupando mi lugar frente a la pantalla gigante, ahí en Copacabana. La fiesta ya había empezado afuera: saltos, gritos a los ritmos futboleros de siempre, banderas al aire. Al rato, un ñato en el escenario soltó el micrófono que había usado con escasísima capacidad de convocatoria y empezó a poner un poco de música. Y sabía lo que hacía. Arrancó con algunas obvias, como el “Marado, Marado,..” de Rodrigo, entonado por todo el mundo.

Y enseguida, empezaron a sonar Los Redondos, igualito al título de este post. Inmediatamente, el rito se inició. La gente se levantó, alzó todo lo que tenía apoyado en la arena y se despejó el gran círculo que nadie osaba pisotear. Hasta que llegó el momento correcto y el pogo se armó en el medio, impecable. Un delirante entro con la cámara de fotos, se le voló y hubo que armar un pequeño círculo en medio del pogo para ver si la encontrábamos. Sí, pero llena de arena, no sé cómo habrán salido las fotos. Cuando el ultimo acorde de los Redondos dio a paso a alguna otra cosa, reaparecieron los clásicos y a aguantar 120 minutos de angustia, liberados finalmente a través de ese maravilloso zurdazo de fideo, uno de esos que ya no veremos más, lamentablemente, en este mundial. Voló por los aires una pata de mis anteojos oscuros y en medio de los saltos, despareció mi alpargata izquierda. A quién le importaba. Más tarde, en la playa, encontré una ojota izquierda, que queda bastante bien con mi alpargata derecha.

Con la celeste y blanca puesta, la garganta ronca, mi alpargata vieja y mi ojota nueva, caminaba por Copacabana, de vuelta, con la sensación de haber sido parte de ese contingente celeste y blanco que había copado Río. Que había funcionado con una coordinación notable, como si nos conociéramos de siempre. Los habituales del lugar me decían que no habían visto a ningún otro caso así en todo el mundial.

La certeza de que si pudiéramos hacer la mitad de eso para organizarnos como país, donde todos encontremos nuestro lugar bajo el sol, nuestra realidad política y económica sería muy distinta dejó un sabor raro, en esa grandiosa noche en Copacabana. La ilusión de largo plazo, la seguiremos elaborando en este blog. Pero no hoy. La de corto plazo esta puesta en San Pablo el miércoles.

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