Un Muro en Memoria de Gary S. Becker

(foto: Francois Gourio)

Falleció un líder intelectual de las ciencias sociales: Gary S. Becker. En su honor, Foco Economico lo recuerda con un muro de memorias. Escribe una nota introductoria Iván Werning, seguida de reflexiones y recuerdos de Gary recolectadas de sus muchos alumnos y colegas Mariano Tommasi, Sebastián Edwards, Julio Elías, Daniel Gómez Gaviria, Esteban Rossi Hansberg, Francisco Buera, Constantino Hevia, Sergio Urzua, Rodrigo  Garcia-Verdu, Luis Garicano, Fernando Alvarez y muchos más. Invitamos a los lectores a compartir alguna anécdota personal en los comentarios.
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Perdimos uno de los más grandes y originales economistas del siglo XX. Gary S. Becker revolucionó la ciencia Económica y tuvo enorme impacto en varias otras ciencias sociales, como sociología y derecho. En 1992 fue premiado con el Premio en Economía en memoria a Alfred Nobel.

Su tesis doctoral en Chicago, aprobada en 1955 y publicada como libro en 1957, analizó la discriminación racial y fue escrita en medio de un creciente movimiento de derechos civiles que tendría su apogeo entre fines de los 50s y mediado de los 60s. Luego, en plena época de Mad Men y la segunda ola del movimiento feminista, se volcó al estudio del capital humano y más tarde a la economía de la familia, con implicancias, entre otras cosas, para las decisiones de carrera y fertilidad de las mujeres. A la par de la Naranja Mecánica y en el medio de una ola de crimen en EEUU, nos dio una nueva forma de pensar, mucho más optimista, sobre crimen y criminales: no es una enfermedad incurable. Podría seguir, pero no cabe acá cubrir toda su vasta obra o biografía (Para más información ver los links: anuncio oficial de la University of ChicagoPremio Nobel, tributo de Jim Heckman). Becker nos enseñó a expandir nuestros horizontes y estudiar temas que estaban, hasta entonces, fuera de la esfera del análisis económico.
 
Como toda gran revolución científica, Becker generó más preguntas que respuestas y abrió la puerta a investigadores posteriores. Por ejemplo, en su análisis sobre el crimen, Becker no deduce que la única o mejor solución sea elevar las penas, y pone hincapié también en la probabilidad de que el criminal sea aprehendido. Tampoco ignora la importancia de variables sociales, ya que su análisis pone de manifiesto la importancia del costo de oportunidad de delinquir. Finalmente, sobre la encarcelación advierte sobre sus altos costos sociales. En definitiva, Becker dejó un marco lleno de posibilidades para que otros vayan completando el cuadro con estudios empíricos y teóricos.
 
Becker fue pionero y tuvo la visión de incorporar altruismo, amor y odio a su análisis. Según el contexto, trabajaba con los deseos humanos más variados. Por ejemplo, en un articulo estudió los efectos que tendría el hecho que la gente prefiere comer en un restaurante donde es difícil conseguir mesa. En otros artículos exploró las implicancias de que los individuos presten atención a sus estatus social. Por tanto, es totalmente errado sugerir que sus modelos nos reducen a frías, egoístas y simples maquinas calculadoras. Calculadoras sí, frías, egoístas y simples, no.
 
Becker mismo era un persona muy racional y calculadora, pero también muy cálida y comprometida con sus alumnos, y muy querido por ellos. Es que ademas de ser un obsesivo investigador, se volcaba a la docencia con pasión. Becker tenia un gran amor por la Teoría de los Precios y sentía la gran responsabilidad de transmitir ese legado (que a su vez venia de Stigler y Friedman antes que él). De tan intenso, desde lejos, podía resultarle intimidante para los alumnos. Sin embargo, mucho más fácil hubiera sido acostarse en sus laureles, dedicarse al jet-set de speakers internacionales (Davos, etc.), pasearse por los canales de televisión, como hacen muchos con sus logros tan destacados. Para la mayoría de los mortales, eso mucho más fácil y tentador, en vez de andar molestándose a los 70 años largos de dictar clases a un montón de novatos del primer año del doctorado. Lo mismo puede decirse de su dedicación y generosidad como mentor de tesis. Incansable. El legado de esta labor es incalculable y seguramente se va a notar en este muro.
 
En lo personal, cuando era estudiante y cuando trabajé con él, Gary me abrió mucho la cabeza. Yo fui a estudiar un doctorado con la intención, como casi todos los argentinos sacudidos con tantas crisis, de especializarme en macroeconomía. Si bien también tuve la oportunidad de aprender muchísima macro, lo que no me esperaba y me noqueó en el primer round fue la micro de Gary Becker. Me introdujo a otro conjunto de ideas y métodos que me cambiaron para siempre. Influyeron en las preguntas que encaré, más ligadas a desigualdad, un poco menos macro, y también en la forma de encarar y pensar cualquier tema económico. Sin Gary sería otro economista, y le estoy infinitamente agradecido.
 
Para terminar, agrego una anécdota personal que no viene demasiado al caso, pero que se me pegó para siempre. Algo dice de Gary como persona, creo. La primera vez que me invitó a cenar a su casa, fui con una buena dosis de nervios, ya que todavía no lo conocía mucho a nivel más personal. Cuando llegué a su puerta, toque el timbre, pasé la botella de vino que traía (muy, muy modesto, y que me avergonzaba un poco) de una mano a otra y (¡paf!) se me resbaló y cayó en el umbral. Estallo el vidrio en mil pedazos y se desparramó todo su contenido sobre el piso, la puerta, una alfombra, las paredes, y… Gary. Obviamente, yo me quería morir o desaparecer. ¿La reacción de Gary? Buscó una escoba, pala y trapos y se la pasó 10 minutos limpiando todo él. Mientras tanto, su mujer, Guity, me consolaba y distraía. Gary se mataba de risa.
 
Lo voy a extrañar mucho, como compás intelectual y sobre todo como amigo.
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Links:
Steven Levitt relata una anécdota muy graciosa de Guity Becker, la mujer de Gary.
En Focoeconomico hay muchas entradas relacionados al trabajo de Becker o algunos de los debates de los que participó. Algunos ejemplos:
Crimen y castigo
Incentivos
Capital humano
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  Conocí a Becker en 1993 en una conferencia que ofreció en la Universidad Di Tella. Al final de la conferencia nos acercamos con un amigo para tomarnos una foto con él. Nunca imaginé que unos años más tarde iba a estar junto a Becker, trabajando en la búsqueda de una solución efectiva para el tremendo problema del faltante de órganos para trasplantes. Fui su alumno, ayudante,  asistente y co-autor. El primer problema de Becker que me tocó trabajar como alumno fue, increíblemente, sobre el faltante de riñones para trasplantes. Luego de los ataques terroristas del 9/11, me tocó resolver como ayudante de prácticos un problema en el que se utilizaba el enfoque económico para analizar los ataques suicidas y otro sobre los efectos de los controles en los aeropuertos sobre el bienestar, teniendo en cuenta el costo del tiempo de los pasajeros y otras variables. No había límite para el aparato económico de Becker en su búsqueda de mejoras para la sociedad. Observar a Becker atacando un problema económico era como ver a Maradona dejando a los ingleses en el camino, haciendo fácil lo extremadamente difícil. En todo el proceso, Becker te hacía sentir fundamental en el trabajo. Era Maradona agradeciéndole a Enrique por su «pase gol». Gary Becker trabajaba los 7 días de la semana de forma dura, apasionada e intensa. Pasé muchos domingos trabajando en su oficina junto a él. Sherwin Rosen, el genial economista de Chicago de los mercados implícitos, de la economía de las superestrellas, fallecido en 2001,  solía decir que para representar las preferencias de Gary Becker había que utilizar trabajo en los dos ejes, en lugar del tradicional ocio y consumo que se aplica para el común de los individuos. Becker creía fervientemente en la colaboración interdisciplinaria y la practicaba de forma activa. Uno de los primeros lugares en donde presentamos nuestro trabajo sobre el análisis del mercado de órganos para trasplantes fue ante una audiencia de médicos. Nuestra propuesta de pagar a los donantes de riñones para alentar la oferta de riñones fue recibida de manera sumamente hostil, en particular por el cirujano de trasplantes que hacía de comentarista. En ningún momento Gary Becker perdió la calma, por el contrario, de manera gentil y amable respondió de forma efectiva a cada una de las críticas, que en algunos casos eran a los gritos. Ese era su estilo, era un verdadero caballero. Actualmente nos encontrábamos trabajando en una extensión de nuestro trabajo sobre el faltante de órganos. El pasado diciembre almorcé con Becker en la escuela de negocios y trabajamos sobre un artículo para el Wall Street Journal, Cash for Kidneys: The Case for a Market for Organs. Al despedirme le di un fuerte abrazo, sin saber que sería nuestro último encuentro.

Julio J. Elías
Universidad del CEMA

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En esa época, Gary Becker impartía su famoso curso de Teoría de Precios inmediatamente después de almuerzo. Nosotros, los estudiantes latinoamericanos, lo reverenciábamos y también le temíamos.  Llegábamos temprano al salón en el Divinity School, y copábamos la primera fila para escucharlo mejor, para no perdernos ni una sola de sus palabra. Gary aparecía a la hora exacta, vestido con un elegante saco de tweed, una corbata entretejida — la que casi siempre era de color granate –, su melena desmelenada, y una sonrisa un tanto irónica. Traía una carpeta con un atado de páginas amarillas repletas de notas, las que nunca consultaba. El documento que sí miraba con frecuencia era la lista de estudiantes registrados en la cátedra. Escogía un nombre al azar, y cuando el escogido se identificaba, le hacía una pregunta: «¿Por qué, cuando cambió la ley de divorcio en California, no aumentó el número de casos?»  Eran estas preguntas las que nos producían pánico. No conocíamos la ley de divorcio, apenas sabíamos dónde estaba California, y, lo peor, no teníamos idea cómo aplicar sus lecciones a ese tipo de casos. Como nos sentábamos en la primera fila, el estudiante elegido para contestar los famosos «why», casi siempre se encontraba detrás de nosotros. En cuanto Becker hacía la pregunta nos volteábamos para presenciar como el desdichado balbuceaba una respuesta casi siempre inadecuada. Recuerdo que un día el elegido fue nuestro amigo colombiano Tarcisio Castañeda, quien, como siempre, se encontraba en la primera fila, bajo las propias narices del maestro. Con el dedo índice sobre la lista Gary dijo, «¿Castañeda?» Inmediatamente, y cómo un resorte, Tarcisio se volteó, buscando al interpelado condiscípulo. Cuando el mentado alumno no apareció, fue el propio Castañeda quien le dijo a Becker, «He is absent,» y luego lo repitió un par de veces. Ante esa ausencia, el profesor no tuvo otra alternativa que buscar un sustituto, y la pregunta recayó sobre un «gringo» que, con una seguridad abismaste, profirió una respuesta largamente incorrecta. (Algo que a los de nuestro grupo les produjo un mal disimulado regocijo). Muchos años después, cuando le conté la historia, Gary no podía parar de reírse. Se sorprendió de que le tuviéramos miedo, y recordó muchísimos nombres de latinoamericanos — muchos de ellos estudiantes que nunca volvió a ver — con cariño. Gary Becker fue un gran economista. Un académico brillante y original, con una enorme curiosidad sobre el mundo. Pero más que eso, fue un maestro generoso y dedicado a sus estudiantes. Haberlo conocido fue un honor; haber estudiado con él fue un privilegio. Lo vamos a extrañar.

Sebastián Edwards
University of California, Los Angeles

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Al estudiante, Gary le demandaba la capacidad de sintetizar los elementos fundamentales de problemas sociales para poder tener respuesta claras a preguntas importantes. Esto es lo que uno debía hacer en los trabajos prácticos de su clase en el primer trimestre del doctorado en Chicago. De mas esta decir que aun después de trabajar dos días seguidos, y pasar una noche sin dormir cada semana, uno no podía terminarlos. Ni siquiera como ayudante de trabajos prácticos en el segundo año era simple solucionar los problemas que cada semana Gary Becker y Kevin Murphy planteaban. Solo después de trabajar dos días, y juntarse con ellos por una hora cada semana donde Gary discutía apasionadamente la mejor estrategia para encarar el problema, empezábamos a tener una idea mas clara del arte de escribir un modelo que describa exitosamente el comportamiento social. `Boot camp’ intelectual es quizás la forma mas acertada de resumirlo. Gary fue enormemente generoso con sus estudiantes. En cierta forma sus estudiantes fueron todos los alumnos que pasaron por Chicago, estuviese Gary en su comité de tesis, o fuesen del enorme grupo de estudiantes que se beneficiaron de sus palabras durante reuniones en su oficina, y aprendiendo de sus agudas criticas al presentar en seminarios. Yo fui un alumno del segundo grupo. Gary era siempre respetuoso, cálido, franco y alegre. Cada primavera, al final del trimestre, Gary y Guity abrían su casa para recibir a todos los participantes del seminario de aplicaciones de la economía. Recuerdo con alegría el jardín de la casa, la oportunidad de conversar informalmente con profesores, las risas. Durante las reuniones semanales de los seminarios de aplicaciones de la economía y elección racional era donde Gary transmitía mas vivamente la importancia del compromiso con el debate profundo y riguroso de las ideas. Las discusiones eran siempre tan intensas que la mayoría de los que “presentaban” sus trabajos difícilmente podían pasar de la introducción… Recordare siempre a Gary recostado sobre el asiento, medio torcido, con la mano en el aire como queriendo sintetizar lo esencial.

Francsico Buera Federal
Reserve Bank of Chicago

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Tuve el privilegio de ser su ayudante de cátedra y tener la posibilidad de discutir los temas con él todas las semanas, por encima de la pila desordenada de papeles que caracterizaba su escritorio.

¿Qué más puedo agregar a lo mucho y bueno que ya dirán otros colegas en este blog y en otros lugares?  ¿Qué decir de Gary que no se haya dicho?  En vez de recurrir a mis propias palabras, recurro a las del maestro en sí mismo, quien escribió las siguientes líneas a modo de prefacio del libro The New Economics of Human Behavior en honor a su obra, que edité junto a Kathryn Ierulli y que publicó Cambridge University Press originalmente en 1995 y en su traducción al castellano como Economía y Sociedad en el 2000.

Al parecer, Jacob Viner, el gran economista de Chicago y Princeton, definió una vez la economía como aquello que los economistas “hacen”. En esta definición se determina el ámbito de un campo de estudio por la materia que abarcan las teorías dominantes en ese campo. Y según esta definición, la economía ha cambiado enormemente en las últimas cuatro décadas, porque lo que los economistas  “hacen” ha experimentado una revolución. (seguir leyendo este texto)

Gary S. Becker (1995) A medida que iba tipeando estas palabras que reflejan algunos aspectos del pensamiento y de la personalidad de Gary Becker, no pude dejar de emocionarme con el recuerdo de su persona, ni de sorprenderme por verificar una vez más cuánto ha influido Gary en mi propia manera de decidir y de abordar mis temas de investigación.  Gracias, maestro.

Mariano Tommasi
Universidad de San Andrés

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La muerte de Gary Becker afecta, necesariamente, a todos los economistas. No importa la especialidad ni la escuela de donde vengan. Sus ideas y su forma de pensar en problemas económicos han permeado de tal manera la profesión que es impensable hablar de economía sin, a veces sin darse cuenta, utilizar sus ideas y conceptos. Mi relación con Becker no fue muy cercana. Fue mi maestro en Chicago, e interactué con él varias veces en seminarios que di en Chicago. También recuerdo hablar con él, sobre la liberalización de las drogas, en un viaje a México para celebrar los 50 años del ITAM. La memoria de cada interacción, de cada uno de sus comentarios en mis seminarios, esta sorprendentemente viva. La manera de pensar, de utilizar la economía como una forma consistente de interpretar el mundo en cada momento, sin atajos ni muletas. Fiel a las consecuencias. El ser economista las 24 horas, no sólo en las horas de trabajo. 

Chicago, y sobre todo Becker, nos sumergió a sus estudiantes en esta manera de ser economistas. Si hay algo que nos distingue es la idea de que aplicar el razonamiento económico es válido en todo momento. La economía como herramienta útil, no como forma retórica. El sumergir a los estudiantes en esto, necesitaba un tratamiento rudo en el primer curso de Price Theory. El paciente estaba enfermo. Tenía demasiadas estupideces y confusiones en su cabeza. ¿Prueba de ello? El cero que acaba de sacar en el último problem set de Becker. ¡Pasó 3 días haciéndolo y saco cero!  Tiene que olvidarlo todo y reconstruir, poco a poco, con bases sólidas. Muchos fuimos pacientes, muchos más deberían serlo. Gracias Gary 

Esteban Rossi-Hansberg
Princeton University

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Alguna vez le preguntaron a un futbolista que cuál había sido el mejor gol de su carrera, a lo cual el rápidamente contestó que era el gol que aún estaba por anotar. Algo similar ocurría con Gary Becker, ya que nunca descansó en sus laureles. Inclusive después de haber alcanzado todos los honores a los que puede aspirar un economista, continuó trabajando hasta sus últimos días. Becker siempre mostró un gran interés por el desarrollo económico de América Latina y tuvo gran cercanía con los estudiantes que proveníamos de la región. En una de sus columnas en Businessweek publicada en 1999 sugería que debería “sobornarse” a los padres de familia de los países en desarrollo para que mantuviesen a sus hijos inscritos en la escuela. Con ello y con su obra magistral Human Capital: A Theoretical and Empirical Analysis, with Special Reference to Education, ayudó a dar parte del soporte intelectual a los programas de trasferencias en efectivo condicionadas como Bolsa Familia, Oportunidades, Familias en Acción y tantos otros programas allende de la región. Aunque no es bien conocido, Becker se reunió antes de que comenzara Bolsa Escola con el Senador Cristobam Buarque, quien fuera uno de los impulsores pioneros de este tipo de programas en la región. Asimismo, durante la transición de gobiernos y partidos en México en el año 2000, Becker habló con Vicente Fox en su calidad de presidente electo para tratar de persuadirlo de los beneficios de continuar el programa. Yo siempre recordaré entrañablemente al Profesor Becker por haber sido una de las tantas personas a las que nos dio una oportunidad de aprender de su sabiduría y erudición a través de sus artículos, libros, cursos y conferencias, pero, sobre todo, de su actitud de estar siempre buscando «anotar el siguiente gol.”

Rodrigo García-Verdú
Fondo Monetario Internacional

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Para quienes pasamos por Chicago, Econ301: Price Theory I con Gary Becker marcaba un antes y un después. A diferencia del “modelo” convencional utilizado en los programas de doctorado para un curso de microeconomía de primer año, la dificultad de la clase no se encontraba en las sofisticaciones matemáticas. No, para nada. ParaBecker la economía era simple e instintiva. Utilizaba la intuición para demostrar el poder de la ciencia que lo apasionaba y así, sin previo aviso, te transformaba. No creo haber aprendido más economía que debatiendo y analizando sus afamados problem sets. No recuerdo haberme entretenido más que escuchando sus implacables e impecables cuestionamientos ante el más mínimo comentario irreflexivos de algún alumno. Por cierto, esto también aplicaba a cualquiera de sus invitados al seminario Applications of Economics, sin importar que tan “grande” fuese. Por su perfección, para muchos fue simplemente imposible no fascinarse de la economía según Gary Becker: ¿cómo no encantarse con la idea que ésta permite entender el comportamiento humano independiente de su expresión? ¿cómo no admirar la ciencia tras, por ejemplo, “The Economic Approach to Human Behavior” o “A Treatise on the Family”? Gary Becker desplazó la frontera del conocimiento y su visión marcó a generaciones.  Él no solo continuó la célebre tradición de la escuela de Chicago, sino que la elevó a un nuevo sitial. Su partida representa una enorme pérdida para la profesión. Es responsabilidad de quienes lo conocimos y admiramos educar a las siguientes generaciones respecto de su legado. Sin duda habrá un Chicago pre y post Gary Becker.

Sergio Urzua
University of Maryland

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El domingo, al enterarme de la muerte de Gary Becker, sentí una tristeza enorme. Creo, sin riesgo a equivocarme, que hubo pocos economistas en el Siglo XX—muy pocos, contados con los dedos de una mano—tan influyentes como Becker. No me voy a detener en su excepcional contribución a nuestro conocimiento, tanto dentro de la economía como en muchas otras áreas de las ciencias sociales. Baste con mencionar como ejemplo que Gary fue el inventor del concepto y de la teoría del capital humano para comenzar a vislumbrar su genial intelecto. Quiero dedicar las líneas que siguen a lo que percibí durante mi estadía en Chicago; otros podrán resumir mejor que yo su contribución a la ciencia. Tuve la enorme fortuna de tomar su monumental curso de Teoría de los Precios I—dictada junto con Kevin Murphy—en el año 2001 y de ser su ayudante para la materia en el año siguiente. Becker fue un hombre que amaba el conocimiento y no se contentaba con describir el comportamiento humano—de cualquier índole. Buscaba entenderlo, racionalizarlo. Su enfática posición a favor de la libertad económica estuvo siempre fundamentada por un riguroso análisis económico. Lejos de ser un curso estándar de doctorado, Teoría de los Precios I nos enseñó que podemos usar las herramientas económicas para analizar todo tipo de decisiones y comportamientos humanos. Desde decisiones puramente económicas, como cuanto invertir o trabajar, hasta cuestiones que, a primera vista, poco tienen que ver con la economía, como la elección de pareja, discriminación, crimen, religiosidad, etc. Becker entendió mejor que nadie que cualquier decisión o comportamiento humano se puede describir y analizar en un formato estándar, el de la elección sujeta a restricciones. Pero junto con su genio, Becker siempre mostró una enorme calidez humana, humor y carisma. A pesar de su prominente posición dentro del departamento de Economía, Becker—que bien entendía las restricciones temporales—fue uno de los profesores más disponibles y que más tiempo dedicó a sus estudiantes. Famosas fueron las reuniones anuales que organizaba en su casa para sus estudiantes y colegas, y sus participaciones en los Skit Shows, donde graciosamente se entretenía y reía de sí mismo. Sin lugar a dudas, somos muchos los que lo extrañaremos.

Constantino Hevia
Universidad Torcuato Di Tella

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El famoso profesor de derecho, Kingsfield, de la película y serie de televisión “Paper Chase,” les dice a  sus estudiantes de primer año «You come in here with a skull full of mush; and if you survive, you leave thinking like a lawyer.» Gary Becker fue para muchos economistas de Chicago el Kingsfield de la economía. Teoría de Precios, su curso de microeconomía del primer año del doctorado muy diferente al clásico Mascolell-Whinston-Green de otros programas, era el curso donde uno de verdad aprendía a pensar como economista y donde de alguna manera muchos nos volvíamos economistas de Chicago. Aprendíamos a ver la economía no como un área de estudio, sino como una forma de ver la vida. Una caja de herramientas poderosa para entender el mundo y hacerlo un mejor sitio reconociendo la pluralidad de motivaciones humanas y rechazando la visión limitada del ser humano egoísta, únicamente interesado en lograr el máximo beneficio pecuniario.

Hace un par de meses le escribí a Becker, junto con profesores de la Universidad de los Andes,  invitándolo a venir a Colombia a discutir el libro de Michael Sandel sobre ética y economía y a discutir desarrollos recientes en la política de lucha contra las drogas. A sus 83 años, y a pesar de estar ya con quebrantos de salud, Becker se mostró interesadísimo en venir a Bogotá y discutir sobre estos dos grandes temas. Su generosidad y curiosidad intelectual eran ilimitadas. Después de un corto periodo de duelo, todos volveremos a trabajar en la economía que nos dejó Becker: una disciplina amplia, sofisticada, enfocada en entender el mundo y contribuir a volverlo un mejor sitio. Gracias Profesor Becker, y ¡buen viento y buena mar!

Daniel Gómez Gaviria
Fedesarrollo

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Ivan Werning me ha pedido algunas anécdotas personales para Becker. Aquí va.

1. La clase de Teoría de Precios, 301, en la que Becker sucedía a Viner, Knight, Friedman y Stigler era el terror. No, no nos gritaba, ni se enfadaba nunca. Simplemente, formulaba una pregunta de teoría de precios aplicada al mundo concebido de la forma más general (¿por qué desciende la fertilidad cuando suben los ingresos? ¿puede la demanda ser creciente en el precio cuando a la gente le importa lo que consuman los demás? ¿por qué cuando sube la renta sube la obesidad más en los que tienen menos ingresos?) pasaba con mucha deliberación su dedo por la lista y decía uno de nuestros nombres. A nosotros, los empollones, acostumbrados cada uno a ser el mejor de la clase en el pasado, se nos paralizaba el cerebro. Sólo cuando el nombre no era el tuyo descubrías que la pregunta no era tan difícil, aunque la repregunta era invariablemente penetrante. Si el nombre era el tuyo, acabose. Imposible responder, con el terror, fruto de la admiración y el respeto profundo que teníamos a su intelecto, lo impedía. La clase era un placer intelectualmente, pero sólo la segunda vez  que la tomé, somo su profesor ayudante, pude descubrir eso. La primera, la clase era simplemente el boot camp (el “campo de entrenamiento” de reclutas) intelectual, donde nos enseñaba Becker, en sólo 10 semanas, a pensar como economistas, a olvidar la disciplina de lo cómodo, o lo políticamente correcto y a pensar con rigor y con disciplina. (Por cierto, nos enseñaba con la ayuda de dos ayudantes, uno de ellos, Tano Santos, se convirtió luego en mi coautor y amigo en la profesión)

2. Ser su ayudante de docencia (teaching assistant) fue lo mejor que me pudo pasar. No por lo que aprendí de teoría de precios, que también, sino por verle pensar, y mejor aún, por verle trabajar. No era su impresionante capacidad intelectual lo que admiraba, sino su capacidad de trabajo, su dedicación, su pasión. El venía con un problema nuevo el lunes, que nos daba a sus ayudantes (Marco Basetto y yo) para que resolviéramos y viéramos si la pregunta se entendía etc. Ibamos a su oficina el martes, lo discutíamos con él y se lo entragaba a los alumnos. Nos juntábamos aún otra vez más para discutir la corrección- presentábamos nuestra solución en su pizarra, y él la criticaba y completaba  Luego, la clase en la que discutíamos las soluciones con los estudiantes, siempre complicada dado precisamente que el problema era fresco y había siempre matices que no habíamos ni considerado (cómo no los iba a haber con estudiantes en esos años como Ivan Werning, Antoinette Schoar, Guy Saidenberg o Esteban Rossi-Hansberg).  Total: varias horas de trabajo para él, quizás un día, entre escribir y rescribir los problemas, vernos a nosotros, discutir la corrección.¿Cuántos profesores elaboran problemas nuevos cada año, con un coste de varias horas, en un curso que han enseñado 30 años, con lo fácil que es sacar un problema del cajón y dárselo a los ayudantes en una reunión de 5 minutos?

También descubrí, corrigiendo con él el examen final, sus prioridades, un secreto quizás guardado entre sus muchos ayudantes. Marco y yo (los ayudantes) corregíamos desde las mates, desde el formalismo, a la Mas-Colell. A él lo que le interesaban eran las ideas. En su pregunta larga se podían conseguir puntos muy baratos, sin más que contar lo que nosotros hubiéramos considerado “rollo”, que en realidad era la economía, la intuición. En las nuestras, las de los ayudantes, los puntos estaban caros, había que resolver el problema con precisión y formalismo. El resultado era el óptimo, como no podía ser menos con Becker: la mayoría de los puntos logrados venían de la parte de Becker en el examen, es decir, en realidad, de la economía y las intuiciones.

De él he aprendido la disciplina del trabajo bien hecho, del artesano que mira con orgullo algo en lo que ha trabajado con cuidado y dedicación. El valor de las ideas novedosas, aunque a veces no del todo pulidas. El respeto a los demás, que no quiere decir el asentamiento papapanatas a las ideas absurdas o no bien pensadas. El valor del combate intelectual, del que uno debe ser capaz de separar su ego para poder entrar, con rigor, a evaluar todos los supuestos débiles o medio pensados. Para Becker, y para nosotros sus alumnos, al final del día, al final de la vida, lo importante no son los premios ni los honores ni salir en la tele y ser “importante”. Lo importante son las ideas, lo importante es lo que uno haya sido capaz de crear. Y creo que Becker, más que nadie, ha sido capaz de crear un edificio intelectual que perdurará más allá que el de ninguno de sus contemporáneos. Eso, y lo que ha dejado en nosotros. Le echaré, ya le echo, muchísimo de menos.

Luis  Garicano
London School of Economics

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No tuve la suerte de ser alumno de Gary –aunque, despues de tener tenure y siendo su “colega”, o mejor dicho trabajando de algo parecido en el mismo edificio, tome su clase como oyente. De hecho mi tesis doctoral –como la de tantos otros- es sobre un tema basado directamente en una idea de Gary. El titulo de mi tesis es un poquito un juego de palabras (Social mobility: the Barro-Becker children meet the Laitner-Loury dynasties), asi que cuando lo conoci a Gary (yo era assitant prof en Penn) me dio entre miedo y un poco de verguenza, pero como siempre Gary fue muy amable y generoso –aunque critico!. Luego como mi colega en Chicago simpre fue un ejemplo en todo sentido.  Sus intervenciones en el famoso applications workshop y en las clases son bien conocidas. Yo puedo agregar que la calidad de sus discusiones en las reunions de profesores, ya sea sobre contrataciones o sobre cualquier otro tema eran increibles. Siempre jugzgando si el trabajo de una persona era sobre un tema importante, si las razones eran las correctas, si era consistente con un amplio conjunto de evidencia. Era incredible que no importaba si la persona de la que hablabamos habia recibido el Nobel, la Clark medal, o si trabajaba en una Universidad poco conocida o si era economista o no: cual es el argumento, cual es la evidencia empirica, porque la contribucion es importante. Como todos los que lo trataron saben que era intimidante hablar con Gary, porque no dejaba pasar una. Pero a la vez nunca utilizaba su prestigio en un argumento. La presencia de Gary sera imposible de reemplazar para nuestro departamento en particular, y para las ciencias sociales en general.
Para los que conozcan el applications workshop, ayer fue el primero sin Gary (estuvo Barro), y con la silla de la punta izquierda, cerca del pizarron vacia. No creo que vuelva a ocuparse nunca.
Fernando Alvarez
University of Chicago.
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Una guerra que se autodestruye

Como en muchos otros casos, Gary Becker fue uno de los primeros economistas en incursionar en los temas de mercados ilegales y las políticas para enfrentarlos. Con un régimen global de drogas estrictamente prohibicionista, marcado por las convenciones de Naciones Unidas de 1961 y 1988, la gran mayoría de los países del mundo se ha embarcado en reprimir los diferentes eslabones de los mercados de sustancias psicoactivas usando herramientas de política criminal como el encarcelamiento a los consumidores y micro traficantes, el combate abierto a los carteles de drogas y otras medidas que buscan interrumpir por la fuerza el funcionamiento de estos mercados. Becker y sus co-autores (Kevin Murphy y Michael Grossman) mostraron que si la demanda por drogas es inelástica a cambios en los precios (como suele ser el caso dado que estamos hablando de sustancia que generan adicción o dependencia), las políticas enfocadas en reducir la oferta pueden ser muy inefectivas ya que tienen una capacidad muy limitada de reducir las cantidades transadas y, en cambio, sí aumentan mucho los precios. Con esto, una interpretación a la teoría de Becker sobre las políticas para enfrentar los mercados de drogas es que las políticas de reducción de oferta terminan autodestruyéndose, pues al aumentar mucho los precios incentivan a mas productores a entrar en el mercado y esto hace cada vez más costoso enfrentar estos mercados.

No creo que Becker estuviera a favor de una legalización total y sin ninguna regulación de las drogas hoy consideradas ilegales. De hecho, en su artículo seminal sobre este tema y en algunas piezas de opinión posteriores, Becker proponía corregir con impuestos las posibles externalidades generadas por el consumo de drogas. En el caso de la Marihuana, que es una droga para la cual se ha demostrado que sin ser una sustancia psicoactiva libre de riesgos, genera muchos menos daños y efectos farmacológicos que sustancias legalizadas pero reguladas como el alcohol, Becker estuvo a favor de su legalización regulada, donde algunas normas básicas como la prohibición de su venta a menores de edad o a mujeres embarazadas deberían cumplirse. Lastimosamente, Becker murió antes de ver un cambio sustancial en la política mundial de drogas.

Daniel Mejía
Universidad de los Andes

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Con enorme tristeza recibí la noticia de la muerte del Profesor Becker, con quien había intercambiado un último correo para Navidad. Gary Becker fue el economista más importante e influyente de los últimos 50 años, y su trabajo no solo redefinió la manera en que entendemos la economía como ciencia social, sino que tuvo un impacto significativo en otras disciplinas como el derecho y la sociología. Becker mostró como el instrumental económico podía ser una herramienta poderosa y relevante para entender temas anteriormente ajenos a la economía, como las decisiones de matrimonio, la tasa de natalidad, o la discriminación contra las minorías. Para Becker, la economía era una herramienta para tratar de entender el comportamiento humano en todas sus dimensiones.

Tuve el honor de ser su ayudante en Price Theory y en Human Capital. En Price Theory, al igual que los alumnos, recibíamos los problemas semanales un martes, y también teníamos que resolverlos, para juntarnos con Becker y Murphy el jueves a discutir nuestras soluciones antes de preséntaselas a la clase al día siguiente. Cada una de esas tareas implicó muchas horas de quebrarse la cabeza, pero esa oportunidad de discutir una hora cara a cara con Becker un problema económico distinto cada semana ha sido la mejor experiencia de aprendizaje que he tenido.

Gary Becker era una muy buena persona, cálida y amena, pese que en una primera impresión podía parecer duro. Siempre tenía la mejor disposición a conversar con alumnos y colegas. Era siempre incisivo, pero nunca de manera destructiva. Tenía la virtud de entender de inmediato lo esencial de un problema, y de dar respuestas profundas usando un instrumental básico. Con su muerte, Chicago y la economía como ciencia social sufren una pérdida irreparable. Los que aprendimos de él, como economista y como persona, lamentamos su partida, y haremos lo posible por mantener su legado.

Matías Tapia
U. Católica de Chile

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Veo la espléndida y entrañable  foto de Gary Becker que abre esta entrada, sonriendo, bate en mano esperando el “pitch” en el césped del Midway y sonrío por la extraña coincidencia: supe de su fallecimiento por un correo triste y apresurado de Luis Garicano que me llegó durante un partido de beisbol al que asistí con mi hijo  en Yankee Stadium.

Llegué a Chicago en Agosto del año 1991 para realizar mis estudios de doctorado, sabiendo lo justo de economía. La primera clase era por supuesto la suya de Price Theory. Para todos nosotros aquella clase era simplemente una experiencia aterradora, como comenta Luis, fascinante y sobre todo reveladora. Como economista había un antes y un después de su clase. Hasta entonces la economía había sido para mi una serie algo desconectada de modelos que ilustraban esta o aquella situación. En su clase, la experiencia más fascinante que he tenido como estudiante, uno quedaba simplemente impresionado del enorme poder de la lógica económica para entender la realidad social; estupefacto de la enorme convicción con la que Gary Becker utilizaba los fundamentos básicos de la economía para entender problemas que afectaban cada rincón de dicha realidad social. Era un antes y un después porque una vez absorbidas el raudal de ideas que era su curso uno quedaba contagiado del entusiasmo de Becker por la economía como herramienta y preparado para el enorme viaje intelectual que es la investigación; lo que había empezado como una aventura acotada se había convertido en una sin limites donde todo lo concerniente a lo social  era sujeto de investigación económica.  Esa convicción en el poder de la lógica económica, “tan de Chicago”, se la  debó en gran medida a él.

Cuando él y Jose Scheinkman me pidieron a mi y a Giorgio Topa que fuésemos sus ayudantes en sus cursos de Price Theory  tuve la oportunidad de conocerlo mejor y apreciar su enorme humanidad y sentido del humor. Fue una experiencia exigente pero increíble.

 

La anécdota que recuerdo sin embargo de Becker no viene de mis años de estudiante sino de cuando ya era profesor en la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago, ahora Booth. Recuerdo una comida en el “faculty club” en la mesa de Merton Miller, siempre llena de gente.  A mi lado había un sitio vacío que tomó Becker, uniéndose inmediatamente a la conversación que iba sobre temas de finanzas. En un momento de la conversación, y en un aparte, le hice un comentario sobre un tema de regulación financiera, si no recuerdo mal. Apareció esa media sonrisa suya que surgía cuando no estaba del todo de acuerdo con su interlocutor. Empezamos a debatir y a debatir y a debatir. El resto de los comensales se marchaban de uno en uno pero no él, que no cejaba en su intento de llegar al fondo de la cuestión. Nos quedamos solos en la mesa. No me iba a dejar irme sin que cerrásemos el tema que sinceramente no recuerdo bien, ni la conclusión, pero sí la impresión que me dejó su enorme seriedad y dedicación: la economía era una cosa seria y las ideas más todavía. También la admiración que me producía su inagotable curiosidad por entenderlo todo, por agotar los argumentos y ver hasta donde nos pueden llevar; y lo divertido que era hablar con él. Fue una clase más.

Tano Santos
Universidad de Columbia, Nueva York

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Conocí a Gary Becker en 1984 como alumno de su legendario curso de Teoría de Precios. Yo acaba de terminar mi Licenciatura en Economía y llegué a Chicago con la errónea idea de que sabía algo de economía. Es en ese primer semestre del 84 cuando cursé simultáneamente la materia de Gary junto a la de Lucas que le dije a mi entonces flamante esposa Verónica que se olvidara de verme, al menos, por un par de meses. Las clases de Gary eran, como lo dijeron muchos, fascinantes así como temibles por las incisivas y profundas preguntas que nosotros debíamos responder. En mi caso debo decir recuerdo haber respondido a varias de ella con escasa fortuna… Lo “seguí” a Gary durante ese año puesto que en ese momento era el Chairman del exigente Core Exam en Price Theory. Cimenté una relación más personal con Gary cuando empecé a armar la Universidad Torcuato Di Tella en 1990. Gary disertó en la Di Tella en dos oportunidades, la primera en 1993 y desde entonces tuve la fortuna de poder verlo y conversar con él en mis entonces frecuentes viajes a Chicago. En una cena en su casa, me introdujo a un colega famoso del Departamento de Sociología, un “pope” en Educación , James Coleman, con quien también discurrimos largamente acerca de la idea de la Universidad.

Luego descubrimos que teníamos una pasión en común: el tenis. Me invitó un par de veces a jugar con él en el Quadrangle Club y luego lo hicimos en Buenos Aires. Ya en Paris, como Presidente de la AUP, en 2006, Gary acepta con una generosidad excepcional estar un par de semanas como el Delamater Visiting Professor en el Departamento de Economía. Se instala en el Hotel Lutetia con Guity y luego de asegurarse que tuviera mail en su suite, llega su segunda prioridad del día: “Gerry vamos a tener tenis?” (Are we going to have tennis? O algo así). En ese día frío en Paris, reservé la cancha, lo pasé a buscar por el hotel y para mi sorpresa, y la de los que transitaban por el lobby, se me aparece Gary “enfundado” en el pijama que reparten en las compañías aéreas cuando se viaja en primera, diciendo simplemente: “esto va a andar, es tipo jogging, no traje nada pero juguemos”. Así yo iba caminando por las elegantes calles de Paris hacia el Luxemburgo al lado de un genio, totalmente desacomplejado, entrando a la cancha en pijama. Fue sin duda, la atracción del día. Y esta vez, no por su genio como economista e intelectual.

Mucho de lo importante y lo excepcional sobre Gary fue dicho ya por mis colegas. Muchas gracias Gary por tus enseñanzas y por tu inagotable generosidad. Hasta siempre,

Gerardo della Paolera
Universidad de San Andrés

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Hablando en tono suave, con pausas para dejar fluir el argumento, dejando de lado sus notas por un rato, desparramaba la tiza de manera casi desordenada por el pizarrón.  De pronto, sin que el tono o el ritmo cambien,  se daba vuelta, nos miraba y cerraba el argumento con una frase corta y precisa.  Y la luz se hacía. La profundidad del argumento aparecía en nuestro cerebro con una claridad tan notable, que parecía que lo sabíamos desde siempre. Desde ese momento,  estaba claro que nunca más íbamos a mirar el mundo de la misma forma.  La mera posibilidad de que yo, alguna vez, pudiera generar algo parecido en la cabeza de un estudiante, me definió como profesor de por vida.

Gary lo hacía sin pretensiones, desde la sencillez. La misma sencillez que lo llevo a aceptar una invitación a dar una charla en Buenos Aires cuando desde la Di Tella lanzamos el LICIP (Laboratorio de Investigaciones sobre Crimen, Instituciones y Políticas).  El aprovecho un viaje que tenía a un país vecino para la visita. Cambio el pasaje con sus millas y cuando el ultimo día, después de desayunar con el antes de que se fuera al aeropuerto, lo acompañe a hacer el check- out,  intento pagar el hotel con su tarjeta de crédito.

Estamos un poco más solos sin Gary.

Juan Pablo Nicolini
Universidad Torcuato Di Tella

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Prompted by Iván, I decided to overcome the discomfort of being an intruder – language wise – and to write a first non-Spanish entry into this beautiful wall.

It is difficult to exaggerate the impact that Gary had on social sciences in the postwar period. His importance to the history of economic thought has been rightly praised here and elsewhere over the last few days. In my view, his contribution amounts to the actual creation of modern economics as we conceive it today. But, as remarkable as it may seem, Gary was also unequivocally one of the most important theorists in the histories of, among others, demography and criminology, areas which, from the perspective of his career and overall contribution to economics, he just flirted with.

On the personal side, it is impossible to exaggerate the influence that Gary had on me, both intellectually and in the way I see the profession. I share with many here very fond memories of working with him – as an RA, TA, advisee, and co-author – and of learning so much and in so many ways that it is difficult to reconstruct it clearly. I truly feel privileged for having had this opportunity. Leaving his office after meetings, which sometimes lasted over an hour, I often wondered – and still do – whether that was really a socially efficient allocation of his time. I guess I would rather never know the answer to this question.

Apart from his intellectual prowess, Gary was a rare brand of individual in many other less recognized aspects. He was a true master – as in the relationship between master and apprentice – and overflowed intellectual honesty. Very much aware of his weight on the profession, he never dared to push an opinion, a paper, a student, or whatever it might be, based on anything other than intellectual substance. He never abused his position or his reputation and had absolute disregard for arguments based on any type of authority. All these were attitudes that came at a personal cost and that, for the most part, are alien to our profession nowadays. Gary wished to instil critical sense into students, so that they would be able follow their own way and have their independent view and career.

One of my fondest memories of him was after I had graduated from Chicago and had just moved to Maryland. I was back at Chicago to present our joint paper with Tom Philipson at the Applications Workshop. We were working on a revision, so we spent most of the morning and the afternoon discussing several details and passages of the paper. We did not agree on a couple of things, and I insisted that my view was the right one. After a series of back and forth exchanges, with a broad and almost proud smile on his face, he said: “Well, there is little more than a year that you left here and you’re already full of opinions???” and then burst into a pleasant and friendly laugh. For me, that was a rite of passage. That was my professional coming of age.

The last time I saw Gary in person was more than two years ago, on December of 2011. I was back at the Applications Workshop once more, this time to present an empirical paper, but, unfortunately, he was not on my side of the court. I dodged jabs and hooks from left and right and barely survived the ninety-minute talk – in the applications, maybe it should be called a “listen” instead of a “talk.” In the end, Gary approached me and said: “I know it’s an empirical paper, but I wish you had put more economics into it.” I felt a strange déjà-vu, as if taken back to the first year Price Theory class. Gary will never stop pushing us and all future generations to put more economics into it.

Rodrigo R. Soares
Sao Paulo School of Economics – FGV

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The first image that comes back to my mind is one of Becker in front of the blackboard, with his illegible, always slanted scribblings. How much time Danilo and I (always together on this) spent writing on that blackboard, abusing his patience, until he raised from the chair, erased everything, and went at it: reformulating the problem and playing with first order conditions with great energy, and total genius (his lightning-speed brain was legendary). How much time trying to understand what he was doing. It’s during one of these spurs of energy, at the board, computing a derivative which kept coming out with the wrong sign (according to him) that he let go: «sometimes algebra does not catch up with intuition.» That’s when we understood: he wasn’t using math to check his intuition, but rather he was using intuition to check math. He wasn’t sold on math, yet.

The second image is that of his smile and his pose, almost all stretched-out on the chair, at seminars. How much did he enjoy doing economics at seminars, the Mondays’ Applications seminar in my recollection (why didn’t I go more often to the Rationality seminar?). That seminar carries a strong reputation in the profession: it is cruel, reputations are shattered there, it is often a blood-bath, but the discussion was always first rate. I have gone to about a 100 of them (I just computed) – I have seen cockfights (Becker was never involved, the cockfights were mostly about winning his approval) but mostly I learned what it means to do economics, to «think as an economist» (a phrase Becker loved very much), to take it very seriously, as if it matters (it does), as if lives depended on it (they do, in a sense). Very intense but an amazing learning ground for somebody starting a career in research.

And then comes Econ 301. I took and then TA’ed his Econ 301, with Danilo, of course. That class, the first of the graduate education in Chicago back then, was the one where we students would learn what economics is and how it is done. Certainly the best and hardest class I have ever taken in my life, notwithstanding the lack of any attention to Hilbert spaces and Riesz Separation Theorems (one can go back to those later on). TA’ing it meant doing it again, and it wasn’t easier the second time: Danilo and I would spend the whole damn week trying to solve the crazy-hard problem sets and then we would go discuss them with Becker every week on his board (that’s when he would erase our desperate attempts and start again). No doubts I am an economist because of Econ 301, because of Gary Becker’s passion, vision and because of his slanted scribblings on the blackboard.

(More at the italian blog noisefromamerika.)

Alberto Bisin
New York University

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I first met Professor Becker in September 1991, when I started taking his Price Theory class. Alberto and Danilo were his TAs (a show within the show!). I was at the same time intimidated, scared, puzzled, and completely blown away by his lectures (let alone his legendary problem sets!). His lectures were peppered with «why?»‘s, rapid-fire questions aimed each time at a different student. Gary did not suffer fools, and was always quick to correct a flawed argument, but at the same time he was always kind, encouraging, intellectually humble. I remember once in the heat of a discussion I exclaimed «but women are much more likely to be pregnant than men!», at which he chuckled his famous chuckle and without missing a beat he went on to explain why my statement – while undoubtedly true – was only part of the answer.

I then went on to be a TA for Gary’s class myself, with Tano, and I have wonderful (fond, yet terrifying) memories of discussing each week’s problem set in Gary’s office on the 5th floor of the old economics department (at 1126 east 59th street). You had to be at the top of your game, because he would invariably expose any flaws in your reasoning with his lightning-quick mind. But at the same time he was a true teacher, patient, always helping you get to the correct answer by yourself, always encouraging you to use your intellect to analyze the question to the best of your abilities. Gary was also a member of my thesis committee, and even though he could not offer advice on the subtleties of the econometric issues, his intuition was always correct, and his insights were invaluable in pointing me in the right direction, pushing me to always think about the fundamental forces inducing a certain behavior – incentives, constraints, «prices».

But my best memories of him are more personal. He always encouraged me, even when I doubted myself. He had a wonderful sense of humor. He was blunt, but kind. He was humble, yet he never compromised on intellectual honesty and was not afraid to hold unpopular positions. He always made time for me, as a student. He sent me a very nice personal note when I told him I was getting married, extolling the virtues of assortative matching. He had a wonderfully quaint way of saying «so long» at the end of every conversation. I last saw Gary in February 2011, at a conference in honor of his 80th birthday in Chicago (thank you Alberto for pushing me to go). At the conference dinner he was a bit tired, but always lucid and with his sharp sense of humor untouched. Even in the midst of all the conference proceedings he took the time to ask me about my current research and had insightful comments (and sharp questions!) about it. My father (a big fan of his) had asked me to tell him that he was looking forward to his 90th birthday celebrations. Gary chuckled…

(More at the italian blog noisefromamerika.)

Giorgio Topa
Federal Reserve Bank of New York

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I could talk, like many other former students and teaching assistants, about his famous “price theory” class (ec301). It was probably the only first-year economics graduate class in the country that tried to get students to think through real issues, spelled out in words not equations, rather than simply study a particular technique or model. And it required so much work both as a student and as a teaching assistant! I am still proud today that I wrote a problem set for this class – though it was not nearly as interesting as the ones that he wrote!

His interest for the counterintuitive insights that simple economic theory could provide was infectious – for instance, I still remember today that higher input wages can benefit even a competitive industry. But many economists like these insights. What set Becker apart, I think, is that his mastery of theory served a higher purpose – he cared about reality, and not just reality but important issues, and he saw issues through a broad historical perspective. And there was a seriousness of purpose about him, which contributed greatly to his charisma.

Even though I was not working in my dissertation on issues related to his work, I would often attend, just for fun, one of the research workshops he organized. I have some fond memories from the Rational Choice seminar, which was held in the evening, and where Becker and Posner would stand face-to-face and discuss with the speaker of the day topics ranging from bounded rationality to the death penalty.

I want to tell a little story to illustrate both his gentlemanly character and his passion for economics. During the winter of my second year at the U of C (around 2002), I went to a concert at the Chicago Symphony Orchestra with a classmate. At intermission, we saw Gary and his wife and he offered to drive us back to Hyde Park, which was much appreciated given the cold and snowy weather. On the drive back, he started asking us questions about the minimum wage in France, and thinking through the implications. But he became so enthralled in his line of thought that he drove by my building without stopping. I started anxiously wondering when he would conclude his reasoning, so I could get off – the further he drove, the longer I would have to trek back in the snow! Luckily he soon realized he had forgotten to stop, and apologetically offered to drive around the block again, with his characteristic kindness.

François Gourio
Federal Reserve Bank of Chicago

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Gary Becker’s contributions to economics have been deep, transformative, and far reaching. As many others wrote, Gary opened up not one, but many different, prolific, and important fields. He has changed the way our profession thinks about the world and has had raised the tone of the economics discussions in the United States and around the world.

On a personal note, I would like to share my experience as Gary’s student and reflect on his role in helping making me the economist that I am today.

Regarding my experience as a student, I arrived at the University of Chicago in Fall 1994. I only knew a little econometrics and some basic Micro. That was it. During the course of the first week of classes, I went from nervous to completely terrified, as the full realization of my ignorance sank in. Not only my background was not up to par, but I also understood very little spoken English. Much of what Gary said went right over my head. He called my name with a question perhaps once or twice, I was paralyzed with fear and I do not know what I mumbled in reply to his question. So I started working on his problem sets very hard. Very, very hard, with Marco Cagetti, Ana Fernandez, Rogerio Oliveira and a few others. The first year (and pretty much the second one) were just a struggle to pass the exams and survive. I knew I was learning a lot, and I was very satisfied about this. In particular, one lecture by Gary still stand in my mind, the one on discrimination. A light went on, and a completely new way of thinking came to me. In general, however, it was such a struggle that it took me a long time to realize to what extent that Gary changed the way I think and made me the economist that I am today.

Gary was a committee member for my dissertation. He was always encouraging, supportive, and insightful. His kindness was an enormous help given the paralyzing fear I felt in exposing my ideas and results to him. I have always seen him as a gentleman and a man of impeccable kindness and manners. In that regard, too, he is an example that I remind myself of very often.

Regarding the way Gary helped me become the economist I am today, first comes the importance of recognizing whether something is a good and important question, one really worth investigating. By teaching me how to think, Gary helped me develop that skill. Related to this, is determining what are the key elements needed in your model to answer your question. Gary had an uncanny ability to focus on what is really important to answer a question, without obscuring the answer with a kitchen sink of details and obfuscation. Related to this quality has always been his utmost level of intellectual honesty and seriousness, which is an example I strive to follow every day. Finally, there is the hard work and passion., without which nothing can come to fruition.

Every time I remember that Gary passed I feel an immense sense of loss, for me, for all of us in the profession, and for the world. We have been robbed of him too soon. I missed his 80th birthday celebration and I was really hoping to somehow make up for this by going to his 90th one. However, as Gary always was a very positive and balanced person, I try to find solace on the many gifts that he has given all of us during his incredibly productive life, day in and day out.

Mariacristina de Nardi
University College London

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Su curso de micro hacía que la experiencia del doctorado en economía en la Universidad de Chicago sea única. Con única me refiero a literalmente única en comparación con los demás programas en las demás universidades. En las últimas 2-3 décadas los programas de doctorado en economía han evolucionado de forma muy similar y homogénea, con un fuerte énfasis en la formalización matemática. El primer año suele ser un estudio riguroso de los fundamentos microeconómicos, las teorías del consumidor y de la firma, la teoría del equilibrio general, y teoría de los juegos. En Chicago durante más de 20 años no ha sido así. En lugar de comenzar el programa con un intenso estudio profundo aunque pasivo de esas teorías estándar, el estudiante se enfrentaba con el desafío de preguntas novedosas sobre la vida cotidiana, enfocándose en temas que nadie había estudiado antes y mucho menos modelado matemáticamente. El grueso del esfuerzo del primer curso de micro, dado por Gary Becker, estaba en los trabajos prácticos semanales (‘problem sets’). Se esperaba que los estudiantes desarrollen la conceptualización del problema del mundo real en cuestión a través de un modelo matemático basado en fundamentos micro. La solución matemática de tal modelo debía producir implicancias económicas necesarias para responder las preguntas y entender el fenómeno en estudio. No había libro ni trabajo de investigación que tuviese la respuesta, ni la forma de conceptualizar la situación. Si un estudiante buscaba el asesoramiento de estudiantes más avanzados que habían tomado el curso años atrás, la respuesta usual era “¿Un trabajo práctico de Becker? No, no, perdón, pero tendría que sentarme horas a pensarlo en serio… No.” Los trabajos prácticos de los años anteriores (y las respuestas correctas) eran bienes preciados, y por eso copias de tales circulan, pero nunca contenían la respuesta del actual ni ayudaban a encontrarla. Los viejos trabajos prácticos, como los libros y trabajos de investigación de Becker ayudaban a poner el estudiante en la sintonía correcta, pero no alcanzaban para ponernos en el camino a la respuesta.

Los trabajos prácticos se abordaban en grupos de 3-6 estudiantes, que se reunían por horas a discutir, intentar modelar y resolver en los pizarrones de las salas de la biblioteca, hasta que lograsen encontrar una solución racional y satisfactoria. Muchas veces los mejores estudiantes sufrían del mismo baño de humildad que los menos talentosos. En general, imaginación e intuición eran más valiosas que ser un crack en matemáticas.

Las soluciones debían ser entregadas a los asistentes de cátedra (TA’s por ‘teaching assistants’), quienes después mostraban la solución en las sesiones prácticas. En general los asistentes de cátedra eran dos de los mejores estudiantes del año anterior o de dos años antes. Al menos en los 90s esos dos estudiantes eran los asistentes de cátedra de los 3 cursos de micro del primer año. Era un privilegio serlo, y mucho trabajo, por lo que esos dos estudiantes andaban siempre juntos, y eran muy respetados por los estudiantes de primer año.

Al menos durante mis años en Chicago, el Profesor Sherwin Rosen daba otro de los 3 cursos de micro del primer año. La combinación de Becker y Rosen hacía que el primer año fuese realmente único, dado que ejercitaba más la tradicional intuición económica, lo que ya era raro como énfasis del primer año.

La experiencia académica para los que cursamos micro con Gary Becker en el primer cuatrimestre de otoño del primer año fue única y privilegiada, por lo que siempre lo recordaré con muchísimo cariño. Chau Gary!

Martín Anidjar
Alumno 1993

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I remember the first time Gary Becker talked to me. It was in the 301 lecture, earlier in the quarter, and he called my name to answer a question about inferior goods. I was terrified, and just froze. He waited patiently and then said, smiling: “Come on, it’s all on the board!” It was there. But I still could not get it. He moved on to someone else who gave the right answer, probably Ivan.

Something of a déjà vu occurred precisely two years later. I was a TA in that same course, luckily with two of my best friends in graduate school. I was going into the weekly meeting with Becker and Murphy, and Ivan and Rodrigo, without having been fully able to solve the problem that was assigned to me that week, so I was sort of dreading it. I went on the board, did as much as I could, and then again, there was some elasticity that had to be signed and then explained. Silence fell, exactly as it had fallen two years before. For a brief moment, I was, once again, terrified. And then I saw the same smile and heard the same patient words: “Come on, it’s all on the board”. It was there. I just wanted to hide, but there was nowhere to go.

My main advisor was Jim Heckman, and I got to present some of our joint work more than once at Chicago, still as a graduate student. My presentation skills were legendary. They were really bad. And I did not have a deep understanding of what I was presenting. So it was usually a disaster. But Jim got me to do it anyway. Becker was there, patient, supportive, and insightful, as always, even when everyone else was throwing punches at me. At the end of the workshop, when I was about to leave, he grabbed my arm and asked me one last central question. As before, I froze, and could not answer. It turns out that there was no easy answer. I am still thinking about it today.

I got to visit Chicago several times after I graduated. Gary sat through a few of my presentations. Once he even convinced people to stop yelling at me and hear what I had to say. On another occasion, he generously commented on, and complimented my work. In light of my earlier blunders as a graduate student, unforgettable at least to me, this was a welcome change.

Anecdotes aside, like everyone else writing here, I will never forget how much I learned from him over the years. It was incredibly important to have that experience right from the beginning of my training. Early interventions matter, and have long lasting consequences. In my case, they shaped the economist I am today.

Pedro Carneiro
University College London

 

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I dithered in writing my thoughts on Gary Becker. His works speak of his contribution much more than I could ever represent. But, in the end, I’ll follow the path of many friends and join in describing how I benefited from the great opportunity of being his student and TA. I met Gary in the Fall of 1993, when I took his course. Gary’s course was unlike any other that I have seen, anywhere. He taught us the critical step that goes from observing an interesting fact to developing a useful theory to explain it. To this day, this seems an art to me, and not something that you could acquire, and yet, to my amazement, Gary was able to teach us a bit of his magic on this. Learning this was incredibly hard work, because there was no «right» answer. His problem sets were as hard an assignment when I became his TA as they were when I was a student in his class, and I cherished the discussions we had in his office before the TA session. It was particularly great when we had a bit more time and we discussed current events. I remember fondly passionate discussions on Europe (where I happened to disagree with him…).

Later on, I asked him to read an early draft of my dissertation. It was not his field, and yet Gary saw the economics behind my Radon-Nikodym derivatives like very few, and his comments were incredibly helpful in turning my paper into economics.

Chicago has had many Nobel prize winners, and, observing them and talking with them, I have always wondered what is their secret recipe. One ingredient that is very apparent is their ability to build bridges when there were none. Nowhere is this more true than with Gary: human capital, divorce, suicide, crime, slavery,… his ability to detect economic behavior in the realm of other social sciences was unparalleled.

And, last but not least, I will miss his trademark smile.

Marco Bassetto
University College London

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Sobre Gary Becker: a) no tengo nada muy original que decir sobre su scholarship y b) a nivel personal, fue absurdamente generoso conmigo.

Sobre esto ultimo: Nunca entendí bien por que. La posibilidad, remota lo admito, que sea por mérito mío (quizás le gusto algún paper…) mas que por su evidente generosidad, me resulta infantilmente reconfortante. Cuando falleció me sentí raro, igual que cuando me entere que falleció Borges.

Rafael di Tella
Harvard Business School

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3 recuerdos 3 de Gary : (1) La primera vez que puse un pie en una clase en Chicago (Octubre 1989) fue precisamente con Becker. Debo admitir que el nombre no me sonaba mucho—pequeña ignorancia la mía! El primer problem set fue derivar una función de demanda por 2 bienes comestibles (todo bien), pero con el twist de una capacidad estomacal limitada y teniendo en cuenta que diferentes productos tienen diferente peso específico. Cual es la elasticidad de precio de la fruta? Cual su elasticidad de ingreso? Cual la elasicidad con respecto a la capacidad estomacal? Y con respecto al peso especifico? etc. Mi reflexion luego de esa primera experiencia fue que como venía la mano, o empezaba a acostumbrarme a pensar `out of the box’ o empezaba a acostumbrarme a morir. (2) La foto de Becker jugando al softball en el midway que aparece al comienzo del muro es tipica, y la experimente en vivo. Lo que me impresionó de ese momento fue la concentración y empeño que ponía en ganar el partido. Competitivo en estado puro. (3) El segundo curso que tome con Gary fue Teoría del crecimiento. Dedicó el semestre entero a discutir un solo paper, Becker, Murphy, Tamura, JPE—lo que fue tiempo ganado, pues en mi opinión este trabajo representa una de las contribuciones más importantes al crecimiento (y al no crecimiento) endógeno. Lo impresionante fue que si bien para el final del curso todos habiamos leido ese paper mas o menos unas 23 veces, todavia nos dejaba picando preguntas sobre el mismo bendito paper que nos ponian en completo offside (u orsai, como diriamos en Cba.).

Martín Uribe
Universidad de Columbia
Nueva York

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Having done my first year in graduate school at the University of Minnesota, unlike most people here I never took Gary Becker’s price theory class, to my lasting regret. However, I was similarly inspired by his second-year class on Human Capital. Gary became one of my advisors, and most of my research from graduate school days until today consisted of adding footnotes to areas that Gary first opened up for economics and that I learned about in his class, such as the economics of human capital, fertility choice, and preference formation. I owe him a huge amount of personal gratitude for his advice, support, and help with getting my first job.

One episode that I remember well was a photo shoot for the University of Chicago Magazine. They were doing an article about Gary Becker’s joint work with Kevin Murphy, and they wanted to get a shot of Becker and Murphy talking to graduate students. So they rounded up a few of us in a classroom, told Becker and Murphy to write something on the board, and started taking pictures. Becker decided to use the opportunity to discuss the value of life. He put some equations on the board and talked about alternative ways how the value of a life may be measured. Kevin Murphy then started to ask questions, raise objections, and make some new arguments for alternative approaches. From this, there developed a kind of Socratic dialogue on the value of life and its measurement in which the audience got involved as well. The impromptu seminar continued for a good hour, long after the photographers had left, until all questions had been satisfactorily answered.

Seeing great minds at work was the main privilege of being a student at the University of Chicago, and Gary Becker, with his great intellect, wide-ranging interests, and passion for social science was a big part of that. Thank you, Gary – you will be missed!

Matthias Doepke
Northwestern University

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El desafío era una marca registrada de Becker. En su trabajo de investigación desafió a la profesión a aplicar el enfoque económico a nuevos áreas que eran territorio virgen para los economistas. A sus alumnos también nos desafiaba a pensar constantemente. En sus clases eran famosas las interrupciones para preguntarle a alguno de los presentes sobre algún tema en particular. . El intercambio comenzaban usualmente con un “¿y usted qué piensa?” o un “¿por qué?”. Lo peor que podíamos hacer era responder con un “no sé” ya que Becker entonces retrucaba con un “bueno, vamos a pensarlo juntos”. Su objetivo no era ver sufrir a sus alumnos, él quería hacernos pensar y qué mejor forma de pensar que enfrentándonos a situaciones nuevas que requieren de nuestro intelecto para entenderlas. Recuerdo una vez, cuando al preguntarle a Jacques Potin, un compañero francés, sobre si era posible que se dé una situación en especial, este le levantó la apuesta a Becker contestándole “¿por qué no?”. Becker comenzó a reírse, sorprendido, como si por primera vez en 50 años uno de sus alumnos lo hubiera puesto a él en la posición de tener que responder. Obviamente Becker no aflojó y Jacques tuvo que justificar su respuesta.

¡Ni hablar del desafío semanal de los problem sets! Que noches aquellas en la Regenstein con Paula Canavese, Natalia Ramondo, Carolina Czastkiewicz, Luis Andrés y Ale Zentner discutiendo durante horas sobre el punto j de la prengunta 5 de un problem set sobre las efectos de la alta movilidad geográfica en los EEUU en las relaciones con los amigos (creo que estaba basado en un paper que había escrito Ivan Werning).

Los seminarios en los que participaba eran intensos. No importaba si el expositor era otro premio Nobel o un alumno que exponía su trabajo por primera vez. Siempre tenía algo para decir. Todos los que interactuaron con él fueron enriquecidos por la experiencia aunque luego del seminario alguno haya tenido que tirar su paper a la basura y empezar de nuevo.

Alejandro Rodríguez
Universidad del CEMA

 

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Como señale en un comentario abajo, tuve la oportunidad de conversar con el Profesor Gary Becker tres veces en mi vida, y siempre me impresiono su amabilidad y sabiduría. Mi hija, Francesca, atraída por la foto en el muro, me pregunto, exactamente, cuál era la contribución más importante de Becker para haber sido tan influyente. Mientras pensaba la mejor forma de explicárselo, recordé que las memorias de otro gran economista de la escuela de economía de Chicago, George Stigler, le dedican un capitulo a Gary Becker y escribí, siguiendo las mismas, lo que sigue para compartir con nuestros lectores.

En mi comentario abajo señale que alguna vez la economía (positiva) era definida como el estudio de la producción y distribución de bienes. Ciertamente, aun hoy ello sigue siendo una parte muy importante del objeto de estudio de la economía. Sin embargo, como entendió Gary Becker, la naturaleza misma de la lógica económica invita a una aplicación más amplia del análisis económico a los fenómenos sociales. Un problema económico (positivo) es un problema de elección eficiente entre formas alternativas de utilización de los recursos, sean éstos insumos de producción como trabajo y capital, tiempo disponible, etc.

Stigler cuenta que Philip Wicksteed (economista Británico) amaba los huevos frescos, por lo que mientras más se alejara del centro de Londres de 1910, donde vivía, más fácil le resultaba mantener pollos y tener huevos frescos. Sin embargo, a medida que se mudara más lejos, menores serían las veces que sus amigos lo visitarían, y él también valoraba a sus amigos. Entonces, decidió mudarse sólo lo suficientemente lejos de forma tal que alejarse un poco más le costase más en términos de visitas de sus amigos que lo que ganaría al disponer de huevos frescos. Esta decisión utiliza una regla económica habitual: dividir un recurso (aquí, básicamente el espacio) de modo que en el margen se obtenga igual rendimientos en ambos usos. La idea de la ciencia imperial es que si podemos comparar los huevos frescos y la amistad, ¿qué es lo no podemos comparar?

Hoy entendemos que la economía positiva estudia la conducta intencional que involucra la elección racional en un contexto de escasez. Es necesario que exista un propósito, ya sea que éste se trate de la supervivencia, el compañerismo, el impedimento del aburrimiento, o una comida al mediodía. Es necesario que exista una elección; elegir el momento de hacer algo, cómo hacerlo, o con qué medios (recursos), o con quién hacerlo. Ampliamente interpretado, ese almuerzo que no es libre es el microcosmos de la economía positiva que el Profesor Becker extendió magistralmente en muchísimas situaciones.

Rápidamente Becker se enfocó en las decisiones de las familias en relación a la cantidad de hijos, analizando problemas tales como la elección entre la cantidad versus la calidad de los niños (entendiéndose por calidad al gasto en salud, educación, y otros aspectos, por cada niño). Stigler recuerda que en 1960, asistió a la conferencia en la que Becker presento este trabajo seminal, y también recuerda el tono de indignación con el que un economista se quejó de la comparación inapropiada de niños con refrigeradores y otros bienes de consumo durable. Sin embargo, el análisis económico de la fecundidad se ha convertido en un área importante de trabajo, y se ha profundizado y ampliado la comprensión de los cambios en la población.

Si la maternidad parece un tema inadecuado para un economista, el tema del matrimonio debe serlo doblemente. La importancia de este tema, sin embargo, justifica el riesgo de su análisis. Hace tiempo que estoy dándole vueltas a este tema y aun hoy encuentro que el tratado de Becker sobre la familia sigue siendo el punto de partida. Como señalo Iván, hay aún muchas preguntas por contestar, pero la el trabajo de Becker seguirá siendo el punto de referencia desde donde comenzar a pensar en ellas.

Una contribución muy importante de Gary Becker, en mi opinión, fue haberse animado, como cuenta Iván más arriba, a ponerle estructura a las preferencias de los seres humanos. Hizo esto con criterio, y no sin un profundo conocimiento de lo que hoy se denomina psicología evolutiva. Yo admiro profundamente esta parte de su trabajo.

Volviendo a las memorias de Stigler, lo cito literalmente: Gary Becker debería pasar a la historia como el principal arquitecto del diseño de una ciencia realmente general de la sociedad.

Sebastian Galiani
University of Maryland

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I was a young scholar born and raised in the former Soviet Union and teaching in Japan when in the fall of 1998 Becker invited me to spend a three-months sabbatical at the Chicago department of economics. These three months literally changed my whole life. It was also my first experience of Thanksgiving in America. I had no idea of what Thanksgiving was all about, so when Becker invited me to come to his place for Thanksgiving dinner, I imagined a high-society party, with Chicago dignitaries in attendance, servants wearing liveries and serving exquisite cuisine cooked by a celebrity chef — all that kind of stuff that a guy born and brought up in the USSR could imagine. I was also very proud of myself — does this invitation mean that I am now accepted as an equal by the Chicago elite, I was musing to myself, very much wanting to say «yes.» Finally the big day arrived. All dressed up and very excited I rang the door bell at Gary’s house. I found it strange that it was not a butler but Gary himself who opened the door for me. Then I noticed that the living room was empty, apart from two young kids running around («my grandchildren,» Becker said very proudly). As I sat down and prepared to wait for other dignitaries to arrive, the door bell rang again and I saw a student, wearing jeans, sweater and sneakers, whose face I remembered from Price Theory class I was auditing. «Oh, he probably came to deliver something to Becker,» I said to myself, but instead, he walked confidently into the living room as if he had been there many times already and made himself completely at home (yes, Ivan, it was you, and, no, that was not the occasion when you slipped on the floor and broke the wine bottle – I wish I was present at that scene though!). And then it dawned upon me for the first time that this was not a party for dignitaries but something very different. As it turned out, Ivan and I were the only guests, there were no servants wearing liveries, but there was some truly exquisite turkey cooked by Guity – in fact, that was the best turkey I have ever had! And after the dinner was over, everybody, with Gary leading the procession, took our own dishes back to the kitchen.

The week after Thanksgiving I asked Gary why he invited me and why was it just Ivan and me. «Do you know what kind of a day Thanksgiving is?» he asked me. I still didn’t. «Well,» he said, «Thanksgiving is the day everybody has to be with their families, and you and Ivan are here all alone, without your families too far away. So I just thought that you shouldn’t be alone on such a day.»

I have learned so much from Becker over the course of years, but this lesson still remains one the most memorable ones. Thank you so much for everything, Gary, and I will miss you enormously for the rest of my days.

Serguey Braguinsky
Carnegie Mellon University