Protección al consumidor: Otorgando información a usuarios de tarjetas de crédito

La crisis financiera reciente puso de manifiesto que una proporción importante de los consumidores en varios países firmaron contratos financieros que no entendían. Como resultado, se han impulsado a nivel internacional varias reformas que obligan a los intermediarios financieros a reportar información sobre tasas de interés y tiempo aproximado para pagar la deuda de los consumidores (por ejemplo el Credit CARD Act del 2009 en EU). Se espera que esto ayude a los usuarios a tomar mejores decisiones y a impulsar la competencia entre instituciones financieras.

A pesar de que este tipo de leyes existen al menos desde 1968 – año en que entró en vigor el “Truth in Lending Act” (TILA) en Estados Unidos– y de que varios países, incluyendo a México[1], han adoptado este tipo de leyes, no existe información precisa en relación a su efectividad para generar cambios de comportamiento en los consumidores.  En un documento de trabajo de Qué Funciona para el Desarrollo, AC. (www.qfd.org.mx) mi coautor y yo nos hacemos las siguientes dos preguntas: ¿En qué medida la información que piden estas leyes induce cambios en endeudamiento y en el riesgo de los consumidores? ¿Es esta información la más efectiva para ello?

Para responder estas preguntas realizamos un experimento en donde se enviaron cuatro distintos mensajes de modo aleatorio a clientes de tarjeta de crédito con uno de los principales bancos de México. La información que contenían es la siguiente[2]:

1)       Mensaje 1: Tasa de interés de una forma grande y clara.

2)       Mensaje 2: Número de meses que tardaría el cliente en saldar su deuda si no compra mas y paga sólo el monto mensual mínimo.

3)       Mensaje 3: Comparación de riesgo con personas parecidas. [3]

4)       Mensaje 4: Comparación del endeudamiento del cliente contra el endeudamiento promedio de personas parecidas.

El objetivo principal fue comparar la información típicamente solicitada por leyes de transparencia financiera con aquella fundamentada en principios de psicología y “Behavioral Economics”. Los dos primeros mensajes fueron aquellos típicamente incluidos en leyes sobre revelación de información, mientras que los últimos fueron seleccionados de acuerdo con su efectividad en contextos no financieros.

Encontramos lo siguiente:

  • Resaltar la tasa de interés no cambió la deuda del grupo de tratamiento con respecto al de control[4] ni el riesgo de incumplimiento. Este efecto es robusto y se mantiene cuando nos enfocamos en clientes de tarjetas clásicas, aquellos que tienen alta deuda y altas tasas, o aquellos con poca experiencia con la tarjeta.
  • Mostrar el número de meses necesarios para pagar la deuda si cubre sólo el monto mínimo disminuyó el valor de los pagos en 10%  y aumentó el incumplimiento promedio en 11% en vez de reducirlo.
  • Las comparaciones sociales sí disminuyeron el promedio de los atrasos en cerca de 16% (con respecto al promedio) y la deuda en cerca de 1% del promedio. Es decir, los mensajes que sugiere la literatura de “behavioral economics” fueron más efectivos para disminuir riesgo y endeudamiento.
  • A pesar de que los efectos no son grandes, el revelar información parece ser un método costo efectivo aún desde el punto de vista del banco: por cada 2.5 pesos ocupados en enviar el mensaje, se ahorran cerca de 200 pesos en pérdidas esperadas.

Este ejercicio nos enseñó algunas lecciones. Primero, el valor de la experimentación rigurosa. Basar leyes en conjeturas sin evidencia frecuentemente lleva a acciones que son poco efectivas. Segundo, algunas acciones de protección al consumidor como ésta conllevan beneficios a ambas partes, bancos y consumidores. Tercera, en mi opinión la provisión de información en este tipo de contextos es insuficiente para generar grandes cambios en el comportamiento. Otra posibilidad para proteger al consumidor que ha recibido atención –que no abordamos en el estudio– es el impulso a la educación financiera. Varios países e instituciones financieras tienen programas de educación financiera. Sin embargo, además de las dificultades logísticas para llevar educación financiera a los millones de consumidores que la necesitan, la evidencia sobre la efectividad de la educación financiera es mixta, en gran parte por escases de evaluaciones rigurosas.

¿Qué nos queda entonces? Para inducir mayor competencia en servicios financieros al menudeo y mejores decisiones es necesario reducir los costos de transacción para buscar y para cambiarse de institución financiera, por ejemplo mediante un portal de internet en donde los consumidores puedan llenar una solicitud única que les llegue a todos los bancos y a la cual los bancos puedan responder de forma voluntaria pero vinculante. En un artículo reciente y muy interesante “Comparison Frictions: Experimental Evidence from Medicare Drug Plans” [5] los autores encuentran que simplificar la información y dar recomendaciones personalizadas en dólares tiene efectos significativos en el comportamiento. Y que hacer la información disponible es no es suficiente para hacer que los consumidores compren de los proveedores más baratos.

 



[1] Por ejemplo “Ley de Transparencia y Ordenamiento de los Servicios Financieros”, 2004, 2008, 2010.

[2] Esto es solo parte del experimento.

[3] Parecidas en el sentido de tener aproximadamente la misma edad, límite de crédito y ser del mismo género.

[4] El artículo muestra que este resultado es muy robusto. El efecto es cero para diferentes tipos de clientes, aún cuando cualquier cambio positivo o negativo se suma (para que no se cancelen en el promedio).

[5] Kling, Mullainathan, Shafir, Vermeulen, Wrobel “Comparison Frictions: Experimental Evidence from Medicare Drug Plans”, Quarterly Journal of Economics, 2012.