Manipulación de estadísticas y percepciones de inflación

por Alberto Cavallo (MIT), Guillermo Cruces (CEDLAS-UNLP) y Ricardo Perez-Truglia (Harvard)

En un post anterior (en el que citamos las numerosas contribuciones sobre inflación en Foco Económico), argumentábamos que  a pesar de la falta de un índice de inflación oficial confiable, la agregación de índices privados nos podía dar una medida de inflación razonablemente confiable. En este post seguimos discutiendo algunos temas relacionados con la inflación y las percepciones de inflación en el contexto de la intervención del INDEC y la manipulación del Indice de Precios al Consumidor que elabora ese organismo. Específicamente, presentamos nueva evidencia para evaluar si la manipulación del IPC como herramienta de control de percepciones y expectativas de inflación fue eficaz o no.

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Reducir las percepciones de inflación puede ser un buen negocio en términos políticos, dado que los votantes son aversos a la inflación y por lo tanto una menor percepción de inflación implicaría una mayor satisfacción con el gobierno. Además, los gobernantes pueden percibir que hay un componente de profecía auto-cumplida en la inflación, lo que implica que reducir las expectativas de inflación puede reducir la inflación real.

Como una primera aproximación a los efectos de la manipulación del IPC en las percepciones de inflación,  podemos utilizar la serie que publica el equipo dirigido por Guido Sandleris en el Centro de Investigación en Finanzas de la UTDT. El gráfico muestra que antes de la intervención del INDEC, las expectativas de inflación eran prácticamente idénticas a la “verdadera” tasa de aumento de precios (en el grafico reportamos datos de BA City, pero los resultado son los mismos usando índices alternativos). A partir de la intervención del INDEC, sin embargo, las percepciones de inflación no siguieron a la tasa oficial sino la verdadera tasa de inflación.

Es interesante ver cómo evolucionaron estas series desde Enero de 2007 hasta Agosto de 2013. Las expectativas de inflación se mantuvieron igual o por encima de la verdadera tasa de inflación en todo momento. En un primer periodo en los que la inflación se desaceleró sostenidamente – coincidente con la crisis internacional de 2008/9 – las percepciones de inflación cayeron pero no tanto como la inflación verdadera. Observamos que si bien la inflación bajó de cerca del 30% anual a cerca del 15% anual entre el primer trimestre de 2008 y el tercer trimestre de 2009, la mediana de percepciones de inflación solo bajó de marzo de 2008 a marzo de 2009 de cerca de 30% a cerca de 20%. A principios de 2013 hubo una segunda desaceleración sostenida de la inflación verdadera – resultado de los acuerdos de precios – pero las expectativas no se moderaron.

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Esta evidencia, probablemente familiar para muchos economistas, nos da unos primeros indicios de la inutilidad de la manipulación del IPC como herramienta para controlar expectativas de inflacion.

Un trabajo de campo reciente que realizamos en la ciudad de Buenos Aires como parte de un proyecto de investigación (Cavallo, Cruces y Pérez-Truglia, en elaboración) arroja una evidencia interesante sobre la ineficacia de la estrategia del gobierno para controlar las percepciones de inflación. Como parte de nuestra investigación, encuestamos a 1200 clientes en la puerta de cuatro supermercados de una de las mayores cadenas del país, a principios de Junio de 2013. Solicitamos a los participantes que nos facilitaran los tickets de sus compras, que podemos conectar con nuestra base de datos para saber cómo cambió el precio de los bienes específicos que compraron con respecto a un año antes. Asimismo, le pedimos a los participantes que nos digan cuánto pensaban que costaban algunos de los bienes que compraron en el mismo supermercado un año antes, con lo cual podemos comparar el cambio real de precios de esos productos con el cambio percibido por los individuos que los adquirieron. La encuesta fue realizada en el mismo momento en que el gobierno nacional lanzaba un acuerdo que congelaba los precios de 500 productos, y el supermercado en que se basa nuestro estudio estaba incluido en este acuerdo. A continuación presentamos algunos datos preliminares de este estudio.

En el gráfico siguiente presentamos los cambios anuales de precios para los mismos productos que le preguntamos a la gente en la encuesta, separado por productos con precios controlados y no controlados:

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La información con la que contamos indica que el acuerdo de precios logró frenar el aumento, a corto plazo por lo menos. El aumento de precio de los bienes congelados fue significativamente menor al de los productos no congelados.  El siguiente gráfico muestra las percepciones sobre los cambios de precios de los mismos productos. Es decir, lo que los participantes de nuestro estudio reportaron sobre cómo cambiaron esos mismos productos, también separado por aquellos con precios controlados y no controlados:

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Un dato interesante es que la gente tiene, en promedio, memorias de cambios de precios con un substancial sesgo positivo. Dejando ese detalle de lado, la distribución de las memorias de cambios de precios son virtualmente idénticas entre productos controlados y no controlados. Esto sugiere que – al menos en el corto plazo – los controles de precios no fueron para nada efectivos en controlar las expectativas de inflación.

Esta evidencia nos indica que la estrategia de manipulación de cifras de inflación de los funcionarios del gobierno, en primer lugar, no logró su objetivo de reducir las percepciones de inflación. En todo caso, los gráficos sugieren que la intervención del INDEC tuvo un efecto adverso, introduciendo un sesgo positivo en las expectativas de inflación. De hecho, esta evidencia es consistente con los resultados de nuestra investigación en curso. En ese trabajo, mostramos que cuando el costo de adquirir información fidedigna sobre inflación se eleva, los individuos recurren más a la memoria de precios específicos, que tiene un sustancial sesgo positivo. Más allá de modificar la política monetaria y fiscal, si el gobierno quisiera bajar las expectativas de inflación, en lugar de manipular los índices a la baja debería hacer un esfuerzo no solo por tener estadísticas creíbles, sino también en distribuirlas y comunicarlas efectivamente de un modo que la población en general pueda procesarlas e incorporarlas. Quizás en otros contextos la mentira puede ser buen negocio político. Pero en cuanto a cosas en las que los individuos tienen contacto diario, como los precios en el supermercado, nuestra investigación sugiere que la mentira no solo no funciona, sino que tiene efectos opuestos a los que se querían alcanzar.