Tres falacias fiscales

Chile es un país que por más de dos décadas ha destacado en materia fiscal. La responsabilidad fiscal es algo que nadie discute. Es una de las anclas de nuestro buen desempeño económico. De hecho, cada vez que en Chile se proyectan nuevos gastos, también debe discutirse su financiamiento. Esto no es usual, ni siquiera en países con mayores niveles de desarrollo, y habla bien de nuestro país.
En la actualidad, la candidata Michelle Bachelet ha propuesto un alza de impuestos de tres puntos del PIB, algo que a mi juicio se justifica plenamente, dados nuestros niveles de desarrollo y desigualdad. Asimismo, es necesario enfrentar los desequilibrios fiscales, ya que este año terminaremos con un déficit estructural estimado de 1,2% del PIB, según la información oficial.

No obstante, para tener una discusión seria sobre el tema del financiamiento, es necesario descartar algunas falacias que se usan para evitar los ajustes tributarios y que terminan siendo el camino al desorden fiscal o una traba a los necesarios cambios que nuestro país requiere. Estas falacias se aplican a Chile hoy y por supuesto no representan principios generales de finanzas públicas.

Primera falacia. No es necesario subir impuestos para gastar más en áreas prioritarias; se puede reasignar el gasto eliminando ineficiencias.

Segunda falacia. Basta con reducir la evasión tributaria y eliminar algunos vacíos que generan elusión para financiar gastos nuevos.

Tercera falacia. Si fomentamos el crecimiento no es necesario subir la carga tributaria; el crecimiento financiará el incremento de gasto.

Es difícil dar una prueba contundente en un espacio breve para cada falacia, pero para las dos primeras la evidencia reciente es sugerente. La administración actual, para financiar el terremoto y aumentos posteriores de gasto en educación, ha tenido que recurrir a impuestos. Este no es un gobierno que haya propuesto alzas de impuestos en su programa, y cuando fueron oposición siempre usaron majaderamente la primera falacia para criticar aumentos de impuestos. Pues bien, parece que la grasa no era masiva, o al menos fácilmente reducible. Asimismo, la propuesta presentada por un trabajo conjunto del CEP y Cieplan llega a niveles en torno a un punto y medio del producto con algunas alzas, correcciones y eliminación de vacíos, pero ciertamente no es suficiente.

La tercera falacia se observa en los datos. Entre 1991-93 y 2010-12, los ingresos tributarios netos subieron solo de 16,2% a 16,9% del PIB. Los ingresos totales se mantuvieron en torno a 22% del PIB. En cambio, el PIB más que se duplicó. Esto demuestra que el PIB y los ingresos fiscales crecen, en el mediano plazo, a tasas similares. Pensar que por un punto de crecimiento del PIB hay significativamente más de un punto de mayores ingresos fiscales no es efectivo. Hacer este supuesto es el camino a la irresponsabilidad y ruina fiscal.

Chile se encuentra en un momento clave de su desarrollo. Aumentos de la carga tributaria tienen costos. Hay muy pocos impuestos que sean por sí solos beneficiosos, pero la evidencia muestra que cuando estos están bien gastados, en especial, en el área de educación, los efectos negativos son más que compensados. Esta es una gran oportunidad para que, dejando de lado sesgos ideológicos o intereses particulares, se implemente una reforma tributaria que contribuya a cerrar las enormes desigualdades que persisten en el país y mantener un vigoroso ritmo de crecimiento económico, como ha sido la tónica por más de veinte años.