¿Cómo China invierte en países donde otros resultan expropiados?

Para nadie es novedad que China es un enorme mercado para las exportaciones latinoamericanas, el cual cada vez toma más importancia.  Sin embargo, en  los últimos años también ha habido un creciente flujo de capitales Chinos a la región, ya sea en forma de inversión extranjera o préstamos soberanos.  Un aspecto interesante es que el portfolio de inversión extranjera directa (IED) de China no está solo enfocado en las opciones “obvias” (p.ej. mercados más grandes o en países con mejor historial de expropiación a extranjeros), sino que hay varios envíos de capital a Venezuela, Argentina o Ecuador. Del mismo modo, no es secreto que China está invirtiendo de manera importante en África, donde también hay muchos países con un historial de expropiaciones. ¿Cómo hacen las empresas Chinas para no ser víctimas de expropiación?

Alguien podrá decir que quizás todas las inversiones Chinas también serán expropiadas en el  futuro y es cosa de esperar.  Pero no necesariamente. De hecho, en  un trabajo conjunto con Qianru Song  (How can China invest in countries where others are expropriated?),  ofrecemos una explicación racional para este tipo de inversión, una decisión que podría parecer riesgosa para el resto.

La idea básica es que al igual que un perro no debiera morder “la” mano que le da de comer, un país tendería a no expropiar inversiones extranjeras que vienen del comprador de tus exportaciones, pero siempre que no haya alternativas competitivas de compra, o sea siempre que no haya otras “manos que te den de comer”.

Acá va la explicación en una matriz de dos por dos. Imaginemos que por un lado los países receptores de inversión se pueden clasificar entre los que venden una fracción importante de su producción a China y los que no. Por otro lado, uno puede clasificar a los países según su respeto a los inversionistas o su riesgo de expropiación (en parte medido por el índice de “rule of law”). Por ejemplo, Chile estaría en el cuadrante de arriba a la izquierda, porque tiene una legislación fuerte para proteger a los inversionistas extranjeros y porque también exporta mucho a China. Al lado están los países que también exportan bastante a China, como Argentina, pero que aparecen con peores previsiones sobre expropiación.  Abajo de la matríz hay países como Burundi o Bélgica, que en general dependen relativamente menos de China.

Bajo riesgo de expropiación Alto riesgo de expropiación a la inversión extranjera
Exporta bastante a China Chile ArgentinaVenezuela
No exporta gran cantidad a China  Bélgica Burundi

 

La acción de nuestro modelo es en los países de la columna de arriba, con los cuales China tiene algún poder de compra. Eso no es obvio y en el paper hacemos nuestros supuestos de manera mucho más detallada, pero en esta columna vamos a suponer el caso simplificado de que si le exportás mucho a China puede ser más doloroso que China te deje de comprar. Ese es el “garrote” que tiene China.

Pero ese garrote no tiene la misma utilidad en todas partes.  En un país con buenas instituciones para los inversionistas, serán muchas las empresas que quieran hacer inversiones y el garrote no agrega valor para el inversionista, pues el marco institucional ya protege a todos los inversionistas. Además los chinos tienen que competir con muchas otras empresas de países desarrollados por los proyectos de inversión en esta zona “prime”. Las cosas son distintas en el segmento “sub-prime” con mayor riesgo de expropiación. En países con problemas institucionales para invertir los garrotes resultan muy útiles y ahí es donde los chinos tienen una ventaja comparativa como inversionistas. Más aún, al tener menos competencia por explotar esos recursos, las empresas chinas podrían obtener rentas más relevantes.

Y mientras más sensible a la expropiación sea una inversión, más importante sería contar con este garrote y por ende más ventajas tendrían los Chinos. Un ejemplo son los sectores no transables, como infraestructura, electricidad o telecomunicaciones. Ellas están sujetas a dos restricciones adicionales  en comparación a sectores transables como fuera una mina de plata o un campo de soja.

Por un lado, el principal mecanismo para que el arbitraje internacional logre que la empresa expropiada sea compensada – digamos una multinacional dueña de una mina de plata – es que en caso de no compensación  el marco internacional establece que el metal de plata que sea exportado puede ser confiscado en un puerto extranjero y luego entregado al inversionista expropiado. Pero las carreteras o las empresas de teléfonos no cruzan fronteras, así que este mecanismo funciona mal con los bienes no-transables.

Por otro lado los sectores transables como la plata o la soja están un poco más protegidos de las devaluaciones o manejos cambiarios “creativos”, porque sus ingresos son en dólares. En contraste, muchos de los no transables tienen precios regulados en pesos o cuyo precio depende del ingreso en pesos. Para tener una idea, con la última devaluación en Venezuela, Telefónica perdió casi 500 millones de dólares.

Osea, el sector no-transable sería más complicado, y por eso “el garrote” de cortar las importaciones de China sería aún más valioso  en este sector.

Cuando llevamos nuestro modelo a los datos de inversión éste parece tener sentido.

En primer lugar encontramos que la fracción de la inversión extranjera que viene de China es relativamente más alta cuando en un país se conjugan dos características simultáneamente: por un lado tienen tiene instituciones que protegen menos a los inversionistas, y por otro exportan una fracción importante a China.

Más aún, encontramos que el efecto es explicado en una fracción importante por el sector no-transable, que tal como dijimos es más sensible a ser expropiado.

En tercer lugar vemos que en estos países y en sectores no-transables los proyectos de inversión financiados por China son 50% más grandes. Esto parece consistente con la idea de que los inversionistas chinos se sienten más seguros y por eso comprometen un mayor capital. Y el efecto parece estar justo donde el garrote es más útil. El resultado se ve muy claramente en cuadrante rojo de la matriz, y  no se ve en los otros tres cuadrantes para los cuales China ya sea que  no tiene tanto “garrote” o ese garrote no sería útil dadas las instituciones.

Para terminar, cabe pensar como este mecanismo podría potencialmente ser importante para la Economía y los Negocios en América Latina.

En primer lugar se puede argumentar  que mientras más crezca China y más importe materias de América Latina, entonces podría habría un mayor potencial de “garrote” en caso de default y por ello China se sentiría más segura de invertir. En este sentido la influencia financiera de China puede ir creciendo mucho en la región, pero comparativamente más en lugares con peores derechos de propiedad para la inversión extranjera.

En segundo me permito elucubrar que la interacción con China quizás permita acrecentar la capacidad de hacer compromisos entre países latinoamericanos. Por ejemplo, para Chile sería ideal que si se construye una represa hidroeléctrica en la Patagonia, la electricidad fuera transmitida por Argentina hasta llegar al Chile Central y así obviar una complicada línea de transmisión por Chile, además de usar mucha infraestructura que Argentina ya tiene. Pero obviamente después de los default en los contratos de gas con Chile el apetito por hacer esos acuerdos de integración con Argentina cayó mucho y hacer un contrato así pecaría de ingenuidad total. Y si no me cree vaya a ver las tuberías vacías sin gas que cruzan los Andes. Pero especulando un poco, uno podría pensar que si China fuera dueño de una línea de transmisión eléctrica en Argentina (como sucede en algunas partes de Brasil), entonces sería más difícil para Argentina expropiar, pues para ningún Gobierno Argentino sería fácil morder la mano China que les da de comer. De ese modo, quizás uno pudiera hacer contratos de transmisión entre una generadora eléctrica chilena y – digamos –  State Grid Corp, que es el gigante chino de transmisión. Un contrato que pase por Argentina y pero dónde se decida muy poco en Buenos Aires y se decida mucho en Beijing.

Uno podría pensar en otras aplicaciones, pero la idea general está ahí: nuestra evidencia parece consistente con la idea de que la inversión china tendría mejores herramientas para navegar en lugares donde otros inversionistas serían expropiados.