Comentarios a: «Colombia: Another hundred years of solitude?» de James Robinson

La coyuntura de Uribe

En su nota de Febrero 2013 «Colombia: Another hundred years of solitude?», Robinson acepta el discurso político de Álvaro Uribe: su gestión fue determinante en el vuelco de la situación de un estado fallido al combate exitoso contra la insurgencia y al éxito económico consecuente.

Colombia tuvo una fase de bajo gasto militar entre 1957 y 1990. El problema del escaso gasto en seguridad se remonta al golpe militar de 1953 y la autonomía adquirida por el gobierno de Rojas Pinilla. Las elites decidieron entonces debilitar el ejército. El auge del narcotráfico y su terrorismo forzaron a un aumento del gasto militar, cuya urgencia se hizo mayor con el fortalecimiento de las FARC, vía narcotráfico y secuestro. Los gobiernos de Gaviria, Samper y Pastrana (este consiguió el apoyo del Plan Colombia) ya habían contribuido a un fortalecimiento de la policía, del ejército y del uso de inteligencia y combinación de todas las fuerzas para enfrentar la guerrilla. Uribe encontró un terreno abonado para hacer su política y sí, hay que reconocerle su fuerte inyección de energía y liderazgo al combate a la insurgencia.

Entre tanto, la guerrilla se había sobre extendido en demasiados frentes sin posibilidad de consolidarlos. Sus triunfos en 1997 y 1998 la llevaron a un triunfalismo que distaba mucho de sus condiciones militares reales. Pensaron erróneamente que podían pasar de la guerra de guerrillas a la guerra de posiciones. Por eso no fue difícil destruir sus 4 frentes que rodeaban a Bogotá, los dos cercanos a Medellín y sacarlos de los farallones de Cali. Antes de eso, los paramilitares los habían sacado del Magdalena medio. No creo que hubiera un estado fallido en el terreno militar en ningún momento; si acaso, cuando se enfrentó a Pablo Escobar entre 1988 y 1993, se reveló que había mucha debilidad del Estado, pero el capo fue eliminado, comprobando que el crimen organizado no podía desafiar la autoridad del gobierno central. Lo mismo sucedió con los grupos ilegales que siguieron delinquiendo durante su presunta desmovilización y cuya dirigencia fuera extraditada en bloque, quedando desmantelada como organización política: no es lo mismo las Autodefensas Unidas de Colombia hasta 2004 que las Bacrim (bandas criminales) subsiguientes ni las FARC y los grupos que puedan seguir en el narcotráfico si se llega a la paz.

El gobierno de Uribe fue fiscalmente irresponsable pues devolvió impuestos y no gravó a las empresas mineras, intensivas en capital (concesión de descuentos tributarios de 40% de sus activos fijos):

El impuesto al patrimonio fue temporal, pagadero en tres años y desaparece, lo cual fue una concesión a los ricos.

La deuda pública en dólares creció pero la revaluación le hizo perder peso en el PIB, algo que Robinson no menciona:

Cuando existe una renta minera de importante magnitud, el gobierno no debe endeudarse alegremente pues agrava la revaluación y la enfermedad holandesa.

El auge se explica bastante por los precios de las commodities, aunque las condiciones de seguridad facilitaron la inversión extranjera a un alto costo para el medio ambiente y las finanzas públicas y regionales (regalías muy bajas).

El problema de la estructura política

Me parece que la relación entre un centro débil y una periferia que obra con independencia no es suficiente para caracterizar a Colombia. Posiblemente, todos los países latinoamericanos pueden seguir el mismo modelo que tiene que ver con la herencia hispánica, “se obedece pero no se cumple”, la formalidad del derecho y la debilidad del imperio de la ley y, bueno, estados relativamente pequeños.

Creo que lo peculiar de Colombia es que tuvo un proceso de centralización reaccionario que fue incompleto. El gobierno conservador no tuvo capacidad de imponer tributos a la débil burguesía que era liberal (el congreso era poco representativo) y su asociación con la Iglesia y los terratenientes impidió su modernización educativa, la regulación racional de la vida civil y políticas de salud y de población. El voto incompleto fue un modus vivendi que pacificó el país, pero reflejó el triunfo militar de los conservadores contra los liberales en la guerra de los mil días. Cuando hubo cambio de régimen en 1930 y los liberales intentaron fortalecer el Estado y modernizar el país (reforma agraria, sindicalismo, sufragio universal y se pagaron más impuestos por las reformas de 1936 y 1942), se comenzó a incubar la guerra civil que se desató en 1948. Lo que siguió después fue otro modus vivendi del frente nacional (1957-1974) que impidió fortalecer el Estado y modernizar la agricultura y el país. Antes de la guerra civil, sin embargo, el país fue bastante pacífico, con 8 homicidios por 100.000 habitantes.

La centralización política incompleta y un estado débil explican por qué no se pudo establecer el monopolio de los medios de violencia en Colombia. Otros países latinoamericanos, como Chile, tuvieron una centralización política más exitosa, al igual a los que tuvieron algún grado de federalismo (Brasil, Argentina y México) o sea una relación más consensuada entre periferia y centro político. En Colombia, las elites regionales donde predomina la gran propiedad y las economías mafiosas se rebelaron contra la negociación de paz de la Administración Pastrana (1998-2002) en el Caguán (cfr. Mauricio Romero), acentuando el conflicto agrario y el despojo de muchos predios medianos y pequeños en los años subsiguientes.

Algunas tendencias de los noventa han fortalecido el Estado (seguridad y gasto social, pero financiado en buena parte con impuestos a la nómina, contra el empleo, y con endeudamiento); además, hubo cierta descentralización política que hace más fluida la relación entre centro y periferia. Si la negociación de paz culmina, que no es fácil, los ricos puede que se metan de nuevo la mano al bolsillo y la periferia puede ganar peso en las decisiones del centro. Se requieren muchas reformas, como congreso más representativo, programas de tierra mejor financiados (hoy no existe financiación adecuada y se han devuelto solo 10.000 hectáreas de 3 millones peticionadas y 8 millones desposeídas y siguen asesinando a los reclamantes), tributación nacional y local mucho más enérgicas. Si nuevas fuerzas políticas ganan influencia, tales políticas recibirán un mayor impulso. Falta ver todavía la reacción de los terratenientes, del uribismo y de las fuerzas militares que pueden derrotar a Santos. La misma guerrilla no entiende del todo que su aceptación política es muy baja, al tiempo que hace unas demandas fuertes, ante las cuales el gobierno siente no poder ceder, por lo cual puede que no se firme la paz.