El plebiscito y la participación electoral

Donde se juegan las elecciones que vienen, sobre todo las parlamentarias, será en los electores entre 18 y 40 años, la mayoría de los cuales dejó de estudiar hace mucho tiempo.

MUCHO se ha dicho sobre la baja participación electoral de los jóvenes, la información que entregó el Servicio Electoral (Servel) a la Cámara de Diputados a fines de marzo entrega nuevas luces para entender este fenómeno. Y, como sucede frecuentemente, con mejor información los diagnósticos cambian, los matices emergen y las consecuencias de política son diferentes.

Según los datos entregados por el Servel, la participación electoral en las municipales del  2012 fue de un 65% para quienes tienen entre 60 y 64 años, comparado con un 23% para el grupo etario de 20 a 24 años. Cuarenta años más de edad llevan a un aumento en la participación electoral de un poco más de 40 puntos porcentuales. Un punto por año es harto.  Los guarismos anteriores confirman lo que ya sabíamos, que los jóvenes votan mucho menos que el resto. Sin embargo, un análisis más detallado muestra que hay tramos de edad donde la participación electoral no crece casi nada y otros donde crece mucho más rápido que un punto porcentual por año. En particular, el rango de edades donde se produce el incremento mayor es en torno a los 40: la participación  de quienes tienen entre 45 y 49 años fue de un 54,2%, comparada con un 36,9% para el grupo 10 años menor (35 a 39 años). 

¿Por qué una diferencia tan grande? ¿Qué lleva a que sea mucho más probable que vote un elector de 47 años a que vote uno de 37 años? 

Una posible explicación es que quien tenía 47 años el 2012 pudo votar en el plebiscito de 1988 mientras que quien tenía 37 años no pudo. El primero tenía 23 años en 1988, el segundo sólo 13. Quienes se inscribieron para el plebiscito siguieron votando, porque el voto era obligatorio y porque se habituaron a votar. En cambio, una fracción importante de quienes eran muy jóvenes para votar en 1988 nunca se inscribió y no adquirió el hábito de concurrir a las urnas, lo cual llevó a que votaran menos en las municipales del 2012. 

Explicando la sorpresa municipal Prácticamente nadie predijo la dramática caída en la participación electoral en la elección municipal de 2012, todos esperaban que el número de votantes creciera. Varios analistas notaron que pasar de un sistema electoral con inscripción voluntaria y voto obligatorio a uno con inscripción automática y voto voluntario tendría dos consecuencias que apuntaban en direcciones opuestas. 

La primera consecuencia era que el cambio de sistema electoral facilitaría que quienes nunca se habían inscrito en los registros electorales votaran, ya que podrían decidir a última hora si querían votar y no quedaban obligados a hacerlo en elecciones futuras.

La participación de quienes tienen entre 45 y 49 años fue de un 54,2%, comparada con un 36,9% para el grupo 10 años menor .

Como sucede frecuentemente,  con mejor información los  diagnósticos cambian, los matices emergen y las consecuencias de política son diferentes.

Prácticamente nadie predijo la dramática caída en la participación electoral en la elección municipal de 2012. Curiosamente, el plebiscito también sirve para explicar este error.

La segunda consecuencia era que una fracción de quienes votaban regularmente con el  sistema antiguo dejaría de votar, pues la amenaza de una eventual multa había dejado de existir. Los analistas esperaban que el primer efecto dominara sobre el segundo. Lo que sucedió fue lo contrario, entre las elecciones municipales de 2008 y 2012 el número de votantes cayó de poco más de siete millones a cinco millones y medio. 

Curiosamente, el plebiscito también sirve para explicar por qué el segundo efecto resultó ser más importante, es decir, por qué era de esperar que el cambio en el sistema electoral del año pasado llevara a una menor participación electoral (el argumento que sigue es parte de un  proyecto de investigación realizado conjuntamente con Alonso Bucarey y Miguel Jorquera). 

El plebiscito de 1988 despertó un interés en  votar que ninguna elección posterior ha despertado. Más del 90% de los ciudadanos en edad de votar se inscribió en los registros electorales y de éstos alrededor del 90% concurrió a votar. Está claro que quienes no se inscribieron para el plebiscito tampoco lo harán para elecciones posteriores que fueron menos atractivas.  

Es altamente improbable que una elección  municipal, como la de 2012, logre revertir la falta de interés de este grupo de electores. Dicho de otra forma, los ciudadanos que no se inscribieron para el plebiscito han revelado que ni con grúa los van a mover para ir a las urnas, aun si pueden optar por votar a última hora.  La lógica anterior también aplica a quienes no tenían edad para votar en 1988. Deben ser pocos los ciudadanos que, habiendo descartado inscribirse en los registros electorales para votar en las elecciones presidenciales de 1999, 2005 y 2009 hayan encontrado atractivo ir a votar en las municipales de 2012. 

El razonamiento anterior sugiere que los cambios en la participación electoral en la  municipal del 2012 vendrían principalmente de votantes que se sentían obligados a votar bajo el sistema antiguo, por temor a una eventual  multa, riesgo que desapareció por completo. 

Lo cual tenía que llevar a una menor participación electoral. ¿Qué esperar el 2013? Una primera conclusión del análisis anterior es que la participación electoral este año será bastante más alta que en la elección municipal del 2012, porque para la gran mayoría es más atractivo votar en una elección presidencial y parlamentaria que en una municipal. Esto, por sí solo, sugiere que el número de votantes en noviembre de 2013 estará más cerca de los siete millones que votaron por algún candidato en la presidencial de diciembre de 2009 que de los 5,5 millones del 28 de octubre recién pasado.

La pregunta es cuánto más cerca estará, lo cual dependerá de la medida en que los candidatos logren motivar a los ciudadanos a votar. Es comprensible el interés de los candidatos y partidos en responder a las demandas de los estudiantes universitarios quienes lideraron las movilizaciones masivas del 2011. Sin embargo, los datos que entregó el Servel recientemente sugieren que donde hay mayor potencial para atraer nuevos votantes es en un espectro etario mucho más amplio. Donde se juegan las elecciones que vienen, sobre todo las parlamentarias, será en los electores entre 18 y 40 años, la mayoría de los cuales dejó de estudiar hace mucho tiempo. Hacer propuestas atractivas para este grupo puede ser determinante para los resultados del 17 de Noviembre.

 


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