Deng Xiaoping y La Sociedad Experimental

Sin dudas, los líderes chinos enfrentaban un gran desafío tras la muerte de Mao Zedong y el ostentoso fracaso del comunismo en China. Los programas de políticas del «Gran Salto Adelante» y la «Revolución Cultural«, terminaron hundiendo al pueblo chino en la pobreza material y subjetiva. ¿Cómo modernizar el socialismo de forma tal de abrazar el progreso alcanzado por Occidente? Muchos economistas creemos que la causa última de ese progreso es el sistema capitalista (incluyendo sus instituciones y las libertades individuales que éstas conllevan).

Si bien muchos líderes chinos eran conscientes del atraso económico y cultural en el que había caído su país, no tenían en claro hacia dónde ir exactamente, y mucho menos aún, cómo hacerlo. Así, ingeniosamente, inventaron la idea de modernizar el socialismo. Aunque esto pueda parecer sólo un slogan, fue mucho más que ello: fue la liberalización de las ataduras ideológicas del pasado. Proveyó protección política a Deng Xiaoping para liderar el proceso de transformación que le posibilitó a China volver a ser una economía de mercado a la vez que le permitió al Partido Comunista Chino mantenerse fiel al socialismo. Esta transformación constituyó lo que el economista Steven Cheung denominó “el mayor programa de reforma económica en la historia”.

Sin un programa claro de reformas, los líderes chinos, y especialmente Deng Xiaoping, adoptaron una estrategia muy inteligente: experimentar y avanzar sobre aquellas reformas que producían resultados considerados positivos. De este modo, los líderes del Partido Comunista Chino no sólo adquirieron un conocimiento valioso sobre cómo direccionar la economía china hacia una economía de mercado, sino que además fueron generando consenso sobre estas reformas, lo cual fue (y aún es) muy importante dentro del partido.

Como ya he señalado anteriormente en otro contexto (ver acá), el éxito del proceso de reformas económicas en China no sólo muestra el valor de la evaluación de políticas públicas sino también el rol fundamental que tiene la experimentación en la búsqueda de soluciones a los desafíos que enfrenta una sociedad. Donald Campbell sostenía que deberíamos vivir bajo la utopía de una sociedad experimental:

 

“… Una sociedad que prueba vigorosamente las soluciones propuestas a los problemas que enfrenta, que realiza evaluaciones rigurosas y multidimensionales de los resultados que generan las políticas implementadas, y que se mueve a soluciones alternativas para sus problemas cuando aquellas políticas bajo evaluación no han tenido los resultados esperados.”

 

Por supuesto, esta visión no reniega del conocimiento teórico. Al contrario, la utilización del mismo es fundamental para el buen diseño de las políticas públicas. Uno podría haber dicho en China al comienzo de las reformas, con mucha confianza, que la utilización del sistema de precios como mecanismo para asignar los recursos redundaría en enormes ganancias de eficiencia asignativa. Y no se hubiese equivocado. Ahora bien, para que ello ocurriese, entre otras cosas, debía haber empresarios que respondiesen a esas señales, y estos empresarios debían poseer la capacidad de movilizar los factores productivos entre mercados (y regiones geográficas). Todo esto hubiera requerido un gran proceso de coordinación sobre el cual nuestro conocimiento, tanto teórico como empírico, era limitado en el mejor de los casos. ¿Qué hubiese pasado si, por ejemplo, China hubiese liberado todos los mercados simultánea e instantáneamente? Es posible que se hubieran generado fuertes cambios en los precios relativos, sin que ellos, en el corto plazo, induzcan fuertes reasignaciones productivas. En este contexto, China escogió comenzar con reformas marginales, primero experimentar, y avanzar sólo cuando los resultados hacían prever que esas reformas generarían los resultados esperados –o incluso, resultados positivos que no habían sido anticipados (por ejemplo, en 1987 Deng Xiaoping caracterizó el aumento de empresas privadas como una gran sorpresa). En síntesis, este proceso convirtió a China en una economía capitalista a través de la implementación de revoluciones experimentales marginales.

En efecto, Deng Xiaoping pensaba las reformas económicas de China como un experimento. Durante este proceso de aprendizaje por ensayo y error, el pueblo chino, y en particular sus líderes, tuvieron que desprenderse de muchas de sus ideas preexistentes para adoptar nuevas formas de pensar. Por ejemplo, en 1985 Deng Xiaoping admitió: «la Zona Económica Especial de Shenzhen es un experimento. Necesitamos más tiempo para ver si ha ido bien. Le deseamos éxito, pero si falla, brindará lecciones importantes”.

Por supuesto, esto no implica que cualquier idea deba ser puesta a experimentación. De hecho, la historia de las políticas públicas está llena de ejemplos de malas políticas que podrían haberse evitado dado el conocimiento teórico y empírico existente al momento de su adopción. La política de colectivización de la agricultura en China, que terminó en una gran hambruna y costó millones de vidas, es un buen ejemplo de esto. Muchísimas de las políticas impulsadas por Guillermo Moreno caen también en este casillero (ver un ejemplo acá).

Encontramos otro ejemplo de políticas erradas en el proceso de reformas iniciado tras la muerte de Mao Zedong. Como consecuencia de la política monetaria desacertada se disparó la inflación en China, lo cual generó un gran retroceso en el apoyo político a estas reformas. Esto podría haberse evitado si el gobierno no hubiese emitido dinero a las tasas elevadas a las que lo hizo buscando estimular el crecimiento económico. Incluso el Premio Nobel de Economía James Tobin, un economista keynesiano, ya había previsto esta situación y aconsejado al gobierno chino reducir la tasa de crecimiento de la cantidad de dinero si no quería terminar teniendo altas tasas de inflación.

En la última década los economistas que trabajan en desarrollo económico han promovido intensamente la experimentación de nuevas políticas públicas y su evaluación rigurosa. Hoy en día, esta visión está bastante asociada al laboratorio de investigación Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (J-PAL), del que formo parte (ver acá una entrada previa sobre la agenda de J-PAL en temas de pobreza). No siempre la evaluación de nuevas intervenciones se podrá hacer con el nivel de rigurosidad estadística que deseamos los académicos. Sin embargo, el éxito de las reformas en China nos recuerda una vez más que cuando tenemos buenas ideas, pero no estamos seguros de sus resultados, o de cómo implementarlas, la experimentación y su evaluación, incluso cualitativa, es la forma más segura de evitar la adopción de políticas desastrosas, como las implementadas por el gobierno chino durante el liderazgo de Mao Zedong. (Por su puesto, muchas veces las malas políticas son el resultado del conflicto de intereses, en cuyo caso uno debe ser menos optimista sobre las posibilidades de mejorarlas a través de la generación de conocimiento).

Hace unas semanas estuve en China por cuarta vez en los últimos cinco años. La transformación que he presenciado incluso en este corto período de tiempo es enorme y estimulante. Esta vez, tuve la oportunidad de aprender mucho sobre el proceso de reformas que emprendió China hace 35 años. Para estar a tono con el espíritu del momento, diré, como le gusta hacer al Papa Francisco, “antes te conocía de oídas, pero ahora te han visto mis ojos” China. Con este post comienzo entonces una serie de entradas en las que me ocuparé de la economía y política china.