Emigración y Fuga de Cerebros

Tengo entendido que la emigración hoy no es un tema importante para Argentina. Ciertamente no lo es para Uruguay, donde hay mucha gente gestionando permisos en cancillería para volverse. Pero teniendo familia y amigos en el exterior, uno piensa a menudo sobre las consecuencias de la emigración. Pero más importante aún, la emigración y en particular el “brain drain” (la fuga de cerebros, la emigración de personal calificado de países más pobres a naciones más ricas) son una fuente de preocupación en América Latina y el mundo en desarrollo más generalmente. Se lo acusa de ser un freno al crecimiento y un riesgo para los sistemas sanitarios, por llevarse a la gente educada y a los médicos, por ejemplo.

Obviamente “brain drain” no es un término “neutro” y al menos yo solía pensar que era una cosa básicamente mala, hasta que hace algunos años hablé sobre este tema con Yaw Nyarko (ghanés, profesor de NYU) que me decía que el “brain drain” era bueno para el país que expulsaba por al menos media docena de razones. No voy a discutirlas aquí, sino sólo mencionar algunas con un criterio idiosincrático (el resto queda para otra ocasión, o consulten Easterly y Nyarko, 2009). Luego discutiré los números (apabullantes) sobre cuánto se pierde a nivel global por trabas a la emigración. Como no soy un experto en el tema, sino más bien un consumidor de esta literatura, pido disculpas si “me como” algún tema gigante.

Algunas ventajas para el país de origen.

En primer lugar, y como cosa más obvia, está el tema de “preferencia revelada”: si alguien elige irse, es porque prefiere eso, y no quedarse. Aunque no es un argumento para decir “seguro le hace bien al país, si le hace bien al que se va”, es al menos un argumento para decir “probablemente le haga bien a la familia, si la decisión de ‘mandar un miembro de la familia’ fue una decisión del núcleo familiar”. En muchos países de Centroamérica, la decisión de un miembro de la familia de irse, es tomada en el seno de la familia, como forma de conseguir una fuente de remesas.

En algunos de esos países, las remesas son una de las principales fuentes de ingresos para las familias y para el país como un todo. Uno podría pensar que, si las remesas son una forma de “asistencialismo” en realidad le hacen mal al receptor, pues no atacan la causa de la pobreza; pero no me voy a meter con ese argumento tampoco.

De todas maneras, las remesas provenientes del brain drain no son importantes para Uruguay y Argentina, como lo demuestra el gráfico siguiente tomado de Gibson y McKenzie, 2011, que es un tercio del simposio sobre emigración en el Journal of Economic Perspectives del verano boreal 2011. En estos días el paper se puede bajar en forma gratuita de

http://pubs.aeaweb.org/doi/pdfplus/10.1257/jep.25.3.107

La gráfica muestra que las remesas provenientes del brain drain (de aquellos trabajadores con alta educación que emigraron) no son importantes para nuestros países, pero que sí lo son para Ghana y los países africanos en general.

Para ver el segundo mecanismo por el cual la emigración puede ser buena para un país, imaginemos que de entre todos los que se gradúen de economía este año, se irán a las mejores universidades de Estados Unidos sólo 10 personas. En la medida que eso funciona como un incentivo a estudiar más (para tratar de ocupar una de esas 10 plazas), aquellos que estudien más, y no logren irse, tendrán más capital humano y se quedarán en el país. El saldo neto es –cuando menos—ambiguo. Hay algunos estudios de caso de este canal de “brain gain”, pero la identificación es complicada (ver Gibson y McKenzie y las referencias sobre este tema).

En tercer lugar, mucha de la gente que se va, vuelve, y lo hace con un nivel de preparación que no podría haber obtenido en su país natal. Pensemos en la cantidad de doctores graduados en Estados Unidos y Europa poblando nuestros bancos centrales, y ministerios de hacienda. En el caso de África, además, una parte importante de los movimientos independentistas (de las otrora colonias europeas) fue liderada por africanos que estudiaron en Oxford y lugares similares. Quizás los movimientos hubieran sido liderados antes por esa misma gente si no se hubiera ido; pero resulta difícil creer que el contacto con una democracia funcional sea “menos bueno” para educar a “libertadores” que quedarse en la colonia (ver Spilimbergo (2009) sobre cómo la emigración a educarse en países democráticos afecta la calidad institucional en el país expulsor).

Las pérdidas globales por trabas a la movilidad

Esta parte de mi entrada se basa en Clemens (2011), que es un segundo tercio del simposio sobre emigración en el Journal of Economic Perspectives del verano boreal 2011. Se puede bajar de

http://pubs.aeaweb.org/doi/pdfplus/10.1257/jep.25.3.83

Dos de los trabajos del simposio (Clemens, y Gibson y McKenzie, 2011) argumentan que el brain drain debería preocuparnos al menos porque las mayores distorsiones a nivel global hoy, son las trabas a la movilidad de recursos humanos desde países subdesarrollados. Por ejemplo, Gibson y McKenzie documentan incrementos salariales de entre $40.000 y $60.000 por año para los buenos estudiantes que emigran; esas diferencias sólo pueden ocurrir con barreras gigantes a la movilidad. Y el brain drain no es sólo un problema de cuál es la asignación eficiente de una persona educada: cuando la gente calificada emigra, bajan los sueldos relativos de la gente menos calificada, afectando también la distribución en el país de origen (también, como contrapartida, bajan los salarios relativos de la gente calificada en el país receptor; como dato “curioso” y “extremo”, el 47% de aquellos que tienen un PhD y trabajan como “computer or software engineers” en Estados Unidos, nació en un país en desarrollo).

En general, la literatura que estudia los movimientos de gente se preocupa por la inmigración (a países desarrollados) y no presta mucha atención a la emigración, que puede ser muy importante para los países expulsores. Por ejemplo 40% de los adultos en el cuartil de países más pobres quiere emigrar, y en Guyana y Sierra Leona, el 60% quiere emigrar. Una fuerza mayor que detiene esos esfuerzos son las restricciones en los países receptores (por ejemplo, en las loterías de visas del 2010 en Estados Unidos, se presentaron casi 14 millones de personas para 50.000 visas).

El trabajo de Clemens revisa las estimaciones sobre cuánto aumentaría el producto a nivel global si se eliminaran las barreras a los movimientos de gente (resumen: aumentaría entre 50% y 150%) y discute los supuestos en los que se basan esas estimaciones. Si los números de verdad son tan grandes, todos deberíamos estar abogando por la libre movilidad de gente.

Antes de presentar la tabla con las estimaciones, repito aquí una cuenta del autor. En primer lugar, en el mundo hay 1.000 millones de personas en países ricos ganando $30.000 al año, y 6.000 millones ganando $5.000 al año. Supongamos que después de emigrar la “primera” persona en emigrar lograra obtener 60% de la brecha (incrementar su sueldo en $15.000) y que luego de la emigración de 3.000 millones de personas, la ganancia promedio fuera de 30% de la brecha (aumento promedio de $7.500). Los que emigraron habrían ganado 23 billones (millones de millones) que es el 38% del PBI global. En esa cuenta no incluye la posible caída en los sueldos en las zonas ricas (y la suba en las pobres), o el crecimiento en el retorno al capital en los países ricos (y su caída en los pobres). Clemens dice “combinando esos factores con las ganancias de los emigrantes, podríamos imaginarnos ganancias totales del orden de 20-60% del PBI global”.

Si eso fuera así, sin dudas es el problema más grande de la economía hoy: la tabla siguiente muestra que muchos de los problemas por los que solemos preocuparnos los economistas suelen tener efectos muy chicos en relación a las trabas al movimiento de gente entre países.