El voto del campo en las elecciones primarias de 2011

En colaboración con Iván Torre (London School of Economics)

Una de las grandes sorpresas para la mayor parte de los analistas políticos de los principales medios del país fue el buen desempeño electoral que tuvo la fórmula presidencial del Frente Para la Victoria en las zonas agropecuarias del país. La “furia chacarera” que en 2009 le había propinado a esa agrupación política fuertes derrotas en el interior de la Provincia de Buenos Aires, Santa Fe, entre Ríos, La Pampa y regiones de Córdoba parece haberse extinguido o, al menos, reducido considerablemente. La sorpresa en el resultado resultó mayor en cuanto las elecciones provinciales de Santa Fe, hace menos de un mes, parecían indicar que esa “furia” estaba más vigente que nunca al quedar en tercer lugar el candidato oficial del Frente Para la Victoria, Agustín Rossi.

Para resolver el acertijo del voto del “campo”, nos proponemos aquí hacer un primer análisis del comportamiento de ese electorado. Para eso hemos compilado los resultados electorales del Frente Para la Victoria en la categoría de diputados nacionales para las elecciones de 2007, 2009 y 2011 en todos los partidos de la Provincia de Buenos Aires. Junto a estos datos reunimos información sobre las características socio-productivas de cada partido.

En primer lugar, comparemos los resultados de las elecciones primarias del 14 de agosto con las elecciones más similares, es decir aquellas elecciones donde se eligieron tanto cargos ejecutivos como cargos legislativos: las elecciones de octubre de 2007, en las que la fórmula encabezada por Cristina Fernández de Kirchner obtuvo un 45,29% de los votos a nivel nacional. Destaquemos, ante todo, que en las elecciones primarias de este año la presidenta obtuvo –con el 96,8% de las mesas escrutadas y aclarando que el recuento de votos aun no es definitivo- un 50,07% de los votos a nivel nacional, cifra casi cinco puntos porcentuales superior al de cuatro años atrás. En la Provincia de Buenos Aires, la lista de diputados nacionales del Frente Para la Victoria obtuvo 46,02% y el 14 de agosto el porcentaje obtenido fue del 53,70%, siete puntos porcentuales más. Nuestra base de datos cuenta con información de 134 partidos que dividimos en 34 distritos urbanos (todos los partidos del AMBA más Bahía Blanca, La Plata y General Pueyrredón) y 100 distritos “rurales”, entendidos en un sentido amplio.

Ante todo, señalemos que entre los 100 distritos rurales el promedio de votos del Frente Para la Victoria en 2007 fue de 47,9% y en las primarias de 2011 fue de 48,6%, una diferencia que no es estadísticamente significativa. Este dato contrasta con el promedio de 24,9% que obtuviera dicha agrupación política en las elecciones legislativas de 2009. Estos números indican, básicamente, que en 2011 el partido de la presidenta habría recuperado, en promedio, la totalidad de los votos que perdiera durante el conflicto originado por la Resolución 125. La pregunta es si fue una recuperación homogénea –en todos los distritos se vio una mejora uniforme del voto al FPV- o si en algunos distritos superó sus números de 2007 y en otros quedó por debajo. Con el objetivo de organizar la información, presentamos regresiones donde la variable dependiente es la diferencia de votos entre 2011 y 2007 y cuyos regresores son, alternativamente, distintas características socio-productivas de los distritos en cuestión. Ellas son, el ratio de hectáreas de trigo sobre el total de hectáreas implantadas en el distrito (shtrigo), el mismo ratio para el maíz (shmaiz), la soja (shsoja), el porcentaje de explotaciones agropecuarias con instalaciones tamberas (tambo), las cabezas de ganado bovino por habitante (bovino) –toda información proveniente del Censo Agropecuario de 2002- y el porcentaje de hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas (nbi). (Naturalmente, sería mejor contar con esta información para el año 2007). En el cuadro 1 a continuación se presentan los resultados.

Cuadro 1

Lo que se observa aquí es que, en principio, la única variable que puede explicar estadísticamente algún desempeño heterogéneo del Frente Para la Victoria entre 2007 y 2011 es el ratio de hectáreas de soja sobre hectáreas implantadas – un índice imperfecto de “sojización” de cada distrito. La columna (3) indica que, en promedio, el porcentaje obtenido por el FPV en 2011 hubiese sido 2,3 puntos porcentuales más que el obtenido en 2007. Esta diferencia se ve disminuida cuanto mayor es la “sojización” del distrito: en un distrito donde el ratio de hectáreas de soja sobre hectáreas implantadas es 1, el FPV habría disminuido 8,1 puntos porcentuales. Sin embargo, en nuestra muestra el promedio del ratio shsoja es de 0,16 – lo que implicaría que el efecto de la “sojización” en el desempeño del FPV es de 1,6 puntos porcentuales. Tomando en cuenta ese efecto, el FPV aumentó su porcentaje de votos en 0,6 puntos porcentuales – justamente la variación promedio que encontramos entre 2007 y 2011 en nuestra muestra.

¿Qué podemos obtener de esta primera lectura? En principio, que el único voto que perdió el FPV entre 2007 y 2011 fue el “voto sojero” – las disminuciones atribuibles al “voto del maíz” o el “voto del trigo” no son estadísticamente significativas. En segundo lugar, que la magnitud de ese voto es bastante reducida. Por otra parte, que el FPV incluso habría aumentado levemente su caudal de votos en aquellos distritos de baja “sojización”. Todo esto resulta en un desempeño electoral del FPV que casi no muestra diferencias entre 2007 y 2011.

¿Qué fue entonces de aquella “furia chacarera”? Una de las apreciaciones más comunes respecto del conflicto agrario de 2008 fue el fenómeno inédito de la “unidad” del campo, entendido como un bloque compacto de pequeños, medianos y grandes productores agropecuarios que se manifestaban con igual vehemencia contra la política oficial para el sector. El argumento que explicaba esta unidad era que, si bien el conflicto se había originado por la instauración de un régimen de retenciones móviles para el trigo, el maíz y, en particular, la soja, las tramas productivas terminaban por involucrar a todos los actores del “campo” y afectar a uno de ellos era, en última instancia, afectar a todos. ¿Cuánto hay de cierto en esa lectura? Para responder a esta pregunta reproducimos nuestro análisis estudiando, esta vez, las diferencias en el desempeño electoral del FPV entre 2007 y 2009. Presentamos los resultados en el cuadro 2.

Cuadro 2

Lo que apreciamos aquí es que, nuevamente, la única variable que marca algún desempeño diferencial del FPV es nuestro índice de “sojización”. Los resultados nos permiten afirmar que, en principio, el FPV perdió 21 puntos porcentuales entre 2007 y 2009 y sobre esa pérdida general se montó además la pérdida del “voto sojero”, estimada en 1,6 puntos porcentuales en promedio – conformando una pérdida promedio de 22,6 puntos porcentuales. Lo que indica esto es que la “furia chacarera” fue, si algo, una “furia” contra la política agropecuaria del gobierno entendida en un sentido general y el componente “sojero” de esa “furia” –a fin de cuentas, la principal víctima del “relato” del conflicto tal como lo elaboraban referentes del oficialismo- era bastante reducido.

La espectacular recuperación del voto del FPV en las zonas rurales de la provincia de Buenos Aires entre 2009 y 2011 señala que de aquella “furia” poco quedó. Las razones pueden ser variadas: la política agropecuaria oficial cambió considerablemente, aumentando en forma significativa las compensaciones dirigidas al sector ganadero, a los tamberos y a los productores de trigo, y, asimismo, el clima económico general del campo en 2011 es a todas luces mejor que en 2009, cuando a la crisis financiera internacional que deprimió los precios de los commodities se le agregó una de las sequías más fuertes de las últimas décadas. La Asignación Universal por Hijo, instaurada a fines de 2009, beneficia hoy en día a miles de peones y productores agropecuarios chicos, lo que implica que las mejoras en la situación económica también se dieron a nivel individual. En resumen, la idea de un “campo” que actúa en bloque queda un poco desdibujada: la unidad vista en el comportamiento electoral y en la acción política durante los años 2008 y 2009 parece haber sido coyuntural. No es lo mismo el voto de los productores agropecuarios de soja que el de los trigueros o los ganaderos, ni es lo mismo el voto de los proveedores de servicios al agro que el voto de los peones de los campos o los empleados públicos de las municipalidades rurales.

Por último, corresponde señalar que la novedad en el desempeño electoral del FPV en 2011 respecto a otras oportunidades fue el mayor porcentaje de votos obtenido en centros urbanos. Es probable que en 2009 muchos de los votantes urbanos percibieran que la política agropecuaria oficial perjudicaría sus niveles de vida en forma directa o indirecta (efectos de equilibrio general). Sin embargo, la recuperación económica de los últimos años contrasta claramente con esa perspectiva. Conjuntamente con eso, el gobierno adoptó un discurso reformista en temas socio-políticos que probablemente haya contribuido al mejor desempeño que el FPV ha tenido en los centros urbanos desde que se tiene registro.