Los Incentivos perversos de los buenos políticos

Cuando un país enfrenta una crisis (una recesión, una amenaza externa, una catástrofe natural, una guerra civil, etc.), los votantes tienden a elegir los políticos que consideran más idóneos para resolver el problema. Churchill era para los británicos el líder más capaz de guiar al país ante la amenaza nazi en 1940; Roosevelt fue elegido en 1932 por ser el más indicado para sacar a Estados Unidos de la Gran Depresión. Thatcher llegó a ser Premier de Gran Bretaña por su posición beligerante contra un sindicalismo que tenía en jaque el gobierno de Edward Heath a finales de los setenta. Pasando a la historia reciente de nuestro vecindario, Fujimori y Uribe eran considerados en su momento (1990 y 2002 respectivamente) los líderes más aptos para enfrentar la amenaza insurgente, uno en Perú y el otro en Colombia. Ejemplos como estos abundan en la política.

Que los votantes escojan al político más apto para resolver un problema dado no es sorprendente. Pero repasemos la trayectoria política de los líderes arriba mencionados después de su primera elección. Churchill ganó la guerra pero perdió las elecciones generales en 1945 contra Clement Attlee. A pesar de que la Gran Depresión se extendió durante toda la década de los treinta, Roosevelt fue reelegido en 1936. Thatcher destruyó el poder de los sindicatos después de lo cual fue remplazada por John Major en 1990. Fujimori fue reelegido en 1995 con la amenaza de Sendero Luminoso aún activa. Finalmente, en medio de un conflicto activo, Uribe fue reelegido en 2006 y todo indica que de haber sido constitucionalmente posible hubiera repetido en 2010.

Suponga que un principal contrata a un agente con el objetivo de completar una tarea específica. Bajo este esquema contractual el agente al finalizar la tarea estaría precipitando la pérdida de su empleo. Esto mismo sucede en los ejemplos arriba mencionados (y con muchos otros en la política): de los políticos elegidos por su ventaja comparativa para enfrentar la amenaza de turno, los exitosos fueron recompensados con la pérdida de su cargo, los demás fueron reelegidos. El antropólogo Frederick Bailey caracterizó en 1998 este fenómeno dándole el nombre de «the need for enemies».

Un trabajo de investigación reciente escrito en coautoría con Leopoldo Fergusson, James Robinson, Ragnar Torvik retoma esta idea para formalizarla y estudiar sus implicaciones empíricas. El trabajo plantea un modelo sencillo pero con implicaciones importantes alrededor de la idea de Bailey. Piense en un país que enfrenta una amenaza insurgente. Hay dos políticos que aspiran a ocupar la presidencia mediante elecciones democráticas: el titular actual del cargo y el opositor. Suponga que los políticos son iguales en todo excepto en el hecho de que uno de los dos tiene la ventaja comparativa en eliminar la amenaza insurgente. Sin pérdida de generalidad suponga que el político aventajado es el titular.

A partir de este escenario teórico, y basados en el modelo clásico de votación probabilística, desarrollamos un modelo de dos periodos con elecciones presidenciales al final del primer periodo. Tanto los votantes como cada uno de los candidatos deriva una utilidad positiva del hecho de que haya «paz», y por lo tanto todos valoran por igual la eliminación de la amenaza insurgente. Sin embargo, ante las futuras elecciones, el (aventajado) titular del cargo tiene incentivos para no llevar a cabo su tarea, ya que de hacerlo perdería su ventaja electoral. Se trata de un juego sencillo con dos implicaciones de economía política que son contrastables empíricamente:

1. Entre mayor se la probabilidad de eliminar el «enemigo» menores serán los incentivos que tiene el político titular para completar la tarea.

2. Este resultado se acentúa en los lugares electoralmente más importantes.

A diferencia de otros modelos de economía política en los que hay un conflicto de intereses entre los agentes por la heterogeneidad de sus preferencias, el mecanismo teórico detrás de nuestras predicciones es distinto, pues tanto los votantes como cada político valoran con la misma intensidad la ausencia de la amenaza insurgente. En efecto, nuestros resultados se explican por un problema de compromiso (“commitment problem”): al momento de elegir, los votantes no se pueden comprometer de manera creíble a votar en forma independiente de los problemas corrientes que enfrenta el país. Esto sucede sin importar el desempeño pasado de los políticos que gobernaron.

Leopoldo, Jim, Ragnar y yo contrastamos las hipótesis que se derivan del modelo utilizando datos longitudinales sobre la iniciativa militar de las fuerzas estatales en contra de la guerrilla durante el gobierno de Álvaro Uribe en Colombia (2002-2010). Para ello explotamos dos fuentes de variación. Por un lado, como proxy de la probabilidad de vencer a la guerrilla explotamos tres eventos que constituyeron los reveces más fuertes que sufrió la guerrilla en la historia reciente del conflicto colombiano. Estos son la baja de Raúl Reyes en Ecuador, la muerte de Tirofijo y el rescate de Ingrid Betancourt. Tirofijo y Reyes fueron hasta hace poco el  máximo comandante de las FARC y el segundo miembro más importante del secretariado de esta organización, respectivamente. Betancourt fue secuestrada mientras era candidata presidencial y estando en cautiverio se convirtió en un símbolo mundial del drama del secuestro. La prensa internacional reportó en su momento la gran oportunidad que fueron estos tres eventos para dar la estocada final al la guerrilla colombiana, entre otras razones porque generaron deserciones masivas de guerrilleros.

Por otro lado, utilizamos un indicador de los municipios que Uribe visitó durante su gobierno para hacer «Consejos Comunales» como medida de relevancia electoral. Cada fin de semana Uribe visitó un municipio distinto. En su visita (televisada a nivel nacional) el presidente repartía beneficios localizados a grupos particulares.

Sin entrar a explicar los detalles de las estimaciones econométricas, nuestros resultados empíricos validan el modelo y por lo tanto apuntan hacia el uso de la amenaza insurgente con fines electorales: La iniciativa militar estatal contra la guerrilla disminuye cuando es mayor la oportunidad de eliminar a esta; y la caída del esfuerzo militar es mayor en los municipios más relevantes políticamente.

Tanto el argumento teórico como los resultados empíricos invitan a pensar en los incentivos perversos que potencialmente enfrentan los políticos más aventajados ante la posibilidad de ser reelegidos. Aunque los mecanismos enfatizados acá son novedosos, la literatura de economía política ya había desarrollado argumentos que resaltan incentivos perversos similares al expuesto en esta entrada. El punto general es siempre el mismo: muchas veces los políticos tienen incentivos a poner en marcha políticas ineficientes que incrementen la demanda por sus propios servicios y así inducir a los votantes a favorecer sus plataformas en las siguientes elecciones.

Además, es de notar que los incentivos perversos de los que hablamos son particularmente importantes entre más atractivas sean las rentas que se pueden extraer en el poder. Este artículo sugiere que para Uribe y su familia en efecto parecen haberlo sido. Churchill, por el contrario, no llegó a ser tan maquiavélico, y de hecho se hizo sacar del poder cuando decidió ganar la Segunda Guerra Mundial.

Referencia:

Bailey, Frederick G. (1998) The Need for Enemies: a bestiary of political forms, Ithaca: Cornell University Press