Las AUH: ¿pan para hoy, hambre para mañana?

En octubre del año pasado, Leonardo Gasparini y Guillermo Cruces escribían en este blog sobre algunas de las potenciales consecuencias del programa de asignaciones universales por hijo (AUH). En particular se esperanzaban en que las AUH tuvieran un efecto significativo sobre la desigualdad y la pobreza. Las AUH son una transferencia monetaria del gobierno a familias cuyos integrantes sean desempleados o trabajadores informales. En este sentido, el programa produce la misma disyuntiva para el estado que la provisión del seguro de desempleo.  La transferencia del programa ayuda a las familias y trabajadores más necesitados incrementando sus ingresos y potencialmente aumentando el capital humano de sus hijos, pero al mismo tiempo, disminuye los incentivos a que estos trabajadores encuentren un trabajo formal en la economía. En una economía como la Argentina con una inflación anual de 25 ó 30%, el hecho de que los montos de las transferencias no estén indexados a la inflación sugiere que la potencial reducción de la desigualdad y la pobreza es un efecto de corto plazo. Al mismo tiempo, un mercado de trabajo que opera con altos niveles de informalidad y se caracteriza por un desempleo de larga duración (para casi un 50% de los desocupados el período de desempleo tiene una duración superior a los 6 meses) la disminución de los incentivos para la formalidad parecen ser un efecto de más largo plazo. 

A pesar de no contar con una estructura propicia para realizar una evaluación del impacto de las AUH voy a discutir algunos de sus efectos sobre el mercado de trabajo durante el año 2010. Para hacerlo voy a recurrir a las encuestas permanentes de hogares de los años 2009 y 2010, dado que no hay un registro sistemático, o si éste existe no es de acceso público, de los posibles receptores de las AUH, su situación y características previo a la asignación del programa y su posterior seguimiento a lo largo del tiempo. La idea general del ejercicio es definir dos grupos de hogares de similares características en el año 2009 antes del lanzamiento del programa y observar a estos mismos hogares durante el año 2010 después de implementado el programa de AUH. Uno de los grupos de hogares no tiene acceso al programa durante 2010 mientras que el otro grupo de hogares accede a los beneficios de las AUH. Luego se definen las variables de resultado sobre las que se quiere medir el impacto del programa, en este caso van a ser: la duración del desempleo en curso, la desigualdad medida por el cociente del ingreso total familiar per capita de los deciles 1 y 10, la pobreza medida por la proporción de hogares debajo de la línea de pobreza (medida por FIEL) y la indigencia medida con el porcentaje de hogares debajo de la línea de indigencia (medida por FIEL). Por último, comparando la evolución de estas variables entre 2009 y 2010 para ambos grupos de hogares se establece el impacto del programa sobre cada variable.

Desde el punto de vista teórico, el ejercicio planteado en el párrafo de arriba mide el efecto causal del programa cuando la asignación de los hogares a los dos grupos, el que accede y el que no accede a las AUH, antes de la implementación del programa se realiza en forma aleatoria. Es claro que los datos utilizados en el ejercicio no cumplen con este requisito. Por lo tanto, hay que recurrir a diferentes estrategias estadísticas para definir estos grupos de hogares de forma tal que sean lo más parecido posibles y de esa forma se espera que emulen una asignación aleatoria. Para este ejercicio particular se definieron los dos grupos de varias maneras y en todos los casos se obtuvieron resultados similares lo que si bien no garantiza que los efectos que voy a presentar abajo sean efectivamente el impacto puro causal del programa por lo menos son robustos en el sentido de que van en la misma dirección en todos los casos analizados, sugiriendo al menos, la dirección del efecto causal.

De acuerdo a mis estimaciones, las AUH tuvieron un efecto pequeño y positivo sobre la pobreza. La pobreza disminuyó aproximadamente 4.5% por efecto del programa. Esto significa que el programa permitió que alrededor de 60,000 hogares salgan de la pobreza durante el año 2010. El efecto sobre la indigencia es mayor, mi estimación es que por efecto de las AUH la tasa de indigencia tuvo una reducción del 18% pasando de 5.9 a 4.8%. Esto significa que alrededor de 78,000 hogares salieron de la indigencia durante 2010 por efecto del programa. La desigualdad de ingresos cayó en 2010 algo más del 9% debido a la implementación de las asignaciones. Estos resultados no parecen ser de una magnitud muy importante sobre todo pensando que al no estar ajustados por inflación los montos de las asignaciones, los efectos sobre desigualdad y pobreza en el futuro serán aún menores. Por último, las AUH tuvieron el efecto de aumentar la duración promedio del desempleo en curso de los trabajadores que viven en hogares beneficiarios en un 16%. La duración promedio del desempleo en curso pasó de ser un poco menos de 10 meses a alrededor de 11 meses y medio. Si tomamos a los hogares que están debajo de la línea de pobreza el impacto es aún mayor. Para los trabajadores que viven en hogares pobres las AUH aumentaron la duración promedio del desempleo en curso alrededor del 70%.

Mi interpretación de estos resultados es que los efectos positivos de corto plazo sobre pobreza y desigualdad no son tan grandes mientras que el efecto sobre la duración del desempleo, asociado al largo plazo, no es tan pequeño. Nada sorprendente. Este tipo de políticas está pensada o diseñada (o simplemente implementada) para paliar circunstancias de corto plazo. Los resultados de este análisis son importantes porque sugieren que además de los beneficios de corto plazo existen efectos de más largo plazo que van en contra a lo deseado. Es indudable que a nivel individual este tipo de programas, como toda ayuda social, es beneficioso porque las familias que acceden a las transferencias suelen ser, en general, las más necesitadas. Sin embargo, si este tipo de programas no está acompañado de una política global e integrada orientada a disminuir de manera real y sostenida la pobreza, mirando las necesidades a largo plazo de los hogares en esta situación y reconociendo que estas necesidades no se solucionan simplemente con una transferencia monetaria, entonces, probablemente aquella frase de la sabiduría popular pan para hoy, hambre para mañana seguirá resumiendo los efectos de éste y otros programas de ayuda social.