Nos preocupa el fin? O sólo importa la herramienta?

El ingreso real promedio de los argentinos en 2005 fue prácticamente el mismo que el de 1975. Durante esas tres décadas, el ingreso promedio en Estados Unidos casi se duplicó. En Corea del Sur se multiplicó por ocho y nuestros vecinos chilenos lo multiplicaron por tres. Hay muy pocos países a los que les haya ido tan mal como a nosotros en esas tres décadas.

Pero eso no es todo: mientras en 1975 el veinte por ciento más pobre de la Argentina era dueño de aproximadamente el tres por ciento del ingreso total, en 2005 apenas superaba el uno y medio por ciento. Si, no te equivocaste al hacer las cuentas: el ingreso promedio del 20% mas pobre de los argentino es la mitad de lo que fue en 1975.

Por un instante, deja de leer e imagínate que tu ingreso, a partir del año que viene, es la mitad del de este año. Si no te corrió un sudor frío por la espalda, es porque no te lo imaginaste bien. Intentalo de nuevo.

Todo indica que la situación de los más pobres mejoró en los últimos cinco años. Lamentablemente, la intervención política en las estadísticas oficiales no nos permite medirlo, por lo cual no voy a intentar analizarlo.

Esta realidad constituye la mayor estafa que los que tuvimos la fortuna de nacer en hogares favorecidos en las dos ultimas generaciones – me incluyo en la segunda – hemos cometido contra los más desfavorecidos.

Es la iniciativa de obligar a las empresas a repartir beneficios entre los trabajadores una solución a este problema? Más allá de que la sorpresiva muerte del ex presidente Nestor Kirchner parece haber suspendido el  avance del proyecto, creo que esta es la pregunta que importa. Porque la iniciativa esconde, según mi visión, una trampa discursiva.

No imagino cómo pueda alguien estar en contra de cualquier medida que consiga de manera efectiva revertir la situación de los más pobres. No sólo por un mínimo principio de solidaridad social. También, y fundamentalmente, por la lógica justicia que conlleva la responsabilidad. La mayor responsabilidad del fracaso Argentino la tenemos los que ocupamos lugares de responsabilidad, pero la mayor parte del costo del fracaso la pagan los mas pobres.

La economía enseña que no hay ninguna razón teórica para esperara que los mercados generen una distribución mas equitativa del ingreso. Esto es, no hay, en una economía de mercado – como la son hoy prácticamente todas las economías del mundo – ninguna tendencia natural hacia la equidad. Tampoco hay ninguna razón teórica para esperar que  el crecimiento económico mejore la distribución del ingreso. Por eso, hoy no voy a hablar de teoría, sino de lo que aprendimos de mirar al mundo en los últimos 40 años.

En un muy interesante trabajo, Xavier Sala i Martín, economista, catalán y profesor en la Universidad de Columbia en Nueva York, muestra cómo ha cambiado la distribución del ingreso en el mundo desde 1970 al 2000. El trabajo se publicó en el Quarterly Journal of Economics, pero una versión visual muy contundente puede verse en su página web (aquí), bajo el título Evolution of the World Distribution of Income. (Van a tener que buscar el título entre muchas cosas excéntricas, pero vale la pena). La metodología utilizada ha sido criticada por Martin Ravallion, del Banco Mundial, uno de los economistas más prestigiosos en temas de pobreza, pueden ver los detalles del debate en la misma página.

Con tan sólo unos minutos de mirar el gráfico de la evolución de la distribución del ingreso en el mundo, queda clara una conclusión: no hay mejor manera de combatir la pobreza de manera sistemática que el crecimiento económico sostenido. Miren la evolución de la distribución del ingreso en China e India. Nunca el mundo ha visto salir a tanta gente de la pobreza como en las últimas tres  décadas en China (dos en India). Miren como se mueve la distribución en Brasil hasta 1980 y cómo se estanca entre 1980 y 1995. Cuántos brasileños quedaron atrapados en la pobreza porque la dirigencia no fue capaz de evitar el estancamiento de la economía por 15 años? Cuántos Argentinos?

Por otro lado, podemos decirles a los más desfavorecidos que dentro de una generación estarán mejor? No, no lo creo. Por eso es que una bien diseñada política social es esencial. Bien diseñada quiere decir que afecte lo menos posible el crecimiento, que es el que genera verdaderas oportunidades para salir de la pobreza en el mediano y largo plazo.

Cuál es el efecto potencial del proyecto de repartir ganancias a los trabajadores en la entrada de capitales, en la inversión, en el crecimiento?  Forma parte del proyecto un análisis de estos potenciales efectos? Quienes impulsan el proyecto, puede tener la certeza de que no afectará esa poderosa herramienta de erradicación de la pobreza que es el crecimiento?

Tengo la sensación que el proyecto está mas comprometido con la herramienta – ¿combatir al capital? – que con resolver el problema de la pobreza. La izquierda en el mundo ha aprendido hace ya tiempo que en las economías modernas, al capital no se lo combate, se lo seduce y se lo hace competir. Con estos principios se consigue que el trabajo se lleve hasta el 70% del producto en muchos países (incluso en EEUU!) mientras que en Argentina no llega al 50%.

Es con estos principios que podremos, alguna vez, ojalá, reparar la gran estafa.